jueves, 25 de noviembre de 2010

Coronel (R) de la FACH acusa a dos ex DINA de llevarse a José Tohá al Hospital Militar donde apareció colgado

24 de Noviembre de 2010
Ministro Zepeda hizo reconstitución de escena en el recinto asistencial

El ex oficial Ramón Cáceres, aseguró que mientras el ex ministro de Allende se encontraba el hospital de la Fuerza Aérea siendo interrogado, llegó quien fuera el encargado del centro de torturas Villa Grimaldi, Marcelo Moren Brito y Raúl Iturriaga Neumann, quien llegaría a ser el jefe del Departamento Exterior del servicio represivo, a quienes se lo entregaron, siendo la última vez que lo vio con vida. Estos dos últimos militares fueron careados con Cáceres, pero negaron su participación en los hechos. En todo caso, la pista comienza a cobrar sentido.
por Jorge Molina Sanhueza
Un coronel en retiro de la FACh acusó a dos ex agentes de la DINA de llevarse a José Tohá al hospital militar, donde apareció colgado en  el closet de la habitación 303, donde supuestamente se habría suicidado en 1974.
Según el ex oficial aéreo Ramón Cáceres, mientras Tohá estaba siendo interrogado en el hospital de la FACh, llegaron al lugar Marcelo Moren Brito y Eduardo Iturriaga Neumann,  quienes ocuparon importantes puestos en el servicio represivo. Ambos están condenados en varias causas por violaciones de derechos humanos.
Cáceres reconoció que después del golpe militar –a la sazón con el grado de teniene- le correspondió trabajar como actuario junto al entonces fiscal Oteíza, en el marco del proceso por traición que se inició en la Academia de Guerra Aérea (AGA), conocido por el rol 1-73.
De acuerdo a su versión, mientras interrogaba a Tohá, quien se encontraba en malas condiciones de salud, luego de pasar varios meses en el campo de prisioneros de Isla Dawson, donde fueron recluidos los máximos dirigentes de la Unidad Popular.

Cobrar sentido

En un primer momento el testimonio de Cáceres no tuvo el peso específico para constituir una prueba, debido a que está procesado por las torturas en la AGA propinadas a Tohá y condenado en otro también relacionado con el centro de detención, lo que le restaba credibilidad.
El ministro que sustancia el proceso, Jorge Zepeda, de hecho, interrogó a Iturriaga y Moren Brito, quienes negaron la aseveración de Cáceres, manteniendo la misma versión cuando se realizó el careo respectivo.
Sin embargo, la pista ha comenzado a cobrar sentido en las últimas semanas para el magistrado, quien además ordenó exhumar el cuerpo del ex ministro de Allende, luego de un peritaje privado que ordenó la familia al médico legista Alfonso Chelén. Este último fue quien encontró el cuerpo de Tohá en el centro asistencial Castrense y sostuvo en su declaración ante Zepeda que no se trató de un suicidio, sino de un montaje para encubrir un homicidio.
“Algo que no voy a olvidar es el estado extremo de caquexia en que se encontraba el señor Tohá, un estado de desnutrición irrecuperable…por tal razón considero imposible que él se hubiera suicidado ahorcándose por sus propios medios”, dijo en su indagatoria ante el magistrado.

Mapeo judicial

En la misma línea, Zepeda ayer realizó la reconstitución de escena en el Hospital Militar, donde estuvieron presentes una serie de conscriptos que a la fecha de ocurridos los hechos trabajan como enfermeros y camilleros y peritos de Investigaciones. La idea del juez es establecer el recorrido de Tohá en el centro asistencial y fijar el sitio del suceso como una forma de acreditar que su muerte se debió a la acción de terceros.
La muerte de Tohá tiene una ligazón con el proceso que tramita el ministro Alejandro Madrid, por el homicidio del ex Presidente Eduardo Frei. Sucede que al momento de la muerte de el ministro, el médico Patricio Silva Garín, quien está procesado en el caso Frei, ya que operó al ex Mandatario que falleció en 1982 en la clínica Santa María, era el subdirector del Hospital Militar.
Al diario La Segunda, Silva Garín explicó que Tohá se suicidó y que en ningún caso fue asesinado. Sin embargo, en esa misma línea, quien firmó la autopsia fue el doctor Alfredo Vargas, entonces director del Servicio Médico Legal (SML).
De acuerdo al sitio Ciper Chile Vargas también visó otras necropsias falsas. Por ejemplo, la del ex agente de la DINA Manuel Jesús Leyton. Respecto de este último, casi treinta años más tarde, se comprobó que fue asesinado por gas Sarín, al igual que el diplomático español Carmel Soria, donde Vargas hizo lo mismo.

domingo, 21 de noviembre de 2010

El mártir de fuego: Fotógrafo Rodrigo Rojas De Negri revive en exposición

 Paola Mosso Cárdenas / La Nación
Siete fotógrafos nacionales liberan de las cenizas al joven que en 1986 volvió a Chile desde el exilio a reencontrarse con su país y que dos meses después fue quemado por la fuerza militar. Fotógrafos de la AFI también recuerdan su valor.

Domingo 21 de noviembre de 2010 | LND Cultura
El mártir de fuego: Fotógrafo Rodrigo Rojas De Negri revive en exposición
La imagen de Álvaro Hoppe, junto a la de su hermano, se exhibirá en la muestra del Centro Cultural Estación Mapocho que comienza este jueves en la Sala Joaquín Edwards Bello.

“En mayo Rodrigo se fue a Chile buscando sus raíces y en su joven esperanza iba seguro de que la muerte no existía”. El recuerdo de una madre que perdió a un hijo se plasmó en la carta. Desde Washington, Verónica De Negri envió la misiva el 18 de julio de 1986 hasta las manos de quienes fueron compañeros de armas de su hijo en Chile. Metralletas con negativos como balas e imágenes como explosiones. La Asociación de Fotógrafos Independientes (AFI) acogió a Rodrigo Rojas De Negri durante su estadía en Chile, hasta que una abrupta muerte truncó su vida: su cuerpo quemado en vida apareció consumido como una fotografía al fuego.
La madrugada del 2 de julio, día de paro nacional, el joven de 19 años, junto a Carmen Gloria Quintana y otros estudiantes de la Universidad de Santiago de Chile, se encontraban junto a pobladores de Estación Central, fotografiando y armando barricadas y fogatas.
En medio de la manifestación, Carmen cayó al suelo y el fotógrafo la ayudó a pararse, según contó su madre. En ese momento, fueron arrestados por efectivos de una patrulla militar. Uno de los oficiales llevaba en sus manos gasolina y elementos incendiarios abandonados por los jóvenes pasos atrás. Luego fueron rociados y encendidos por los uniformados. Después de apagarles el fuego con frazadas, los militares los abandonaron lejos de donde fueron detenidos, en Quilicura. Luego fueron trasladados al SAPU Nº 1 de la misma comuna, que desde el año pasado lleva el nombre del joven como homenaje. Cuatro días después, Rodrigo Rojas De Negri murió en la Posta Central. Carmen, después de una serie de operaciones, sobrevivió y hoy vive en Canadá.

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Los jóvenes carabineros se enmarcan en una de las fotos de Rodrigo, quien centraba su mirada en conflictos sociales y situaciones cotidianas que lo rodeaban.
“En el rostro de nuestra juventud vive mi hijo… En el espíritu unitario de los chilenos luchando por la justicia, vive mi hijo… En este tiempo encendido de esperanzas vive mi hijo… En el canto humano de los muros de Santiago vive mi hijo… esos muros gritan: ‘Pueden cortar las flores, pero no podrán impedir la llegada de la primavera’. Por último, en la solidaridad de todos ustedes, vive mi hijo”, culmina la carta de Verónica.
Desde el próximo jueves, seis de esos rostros jóvenes revivirán a Rodrigo en una muestra crítica en el Centro Cultural Estación Mapocho que busca devolver a la luz a quien llegó a Chile en búsqueda de su identidad y memoria. Antonia Cruz, Nicolás Wormull, Manuel Morales, Fabián España, Miguel Navarro, Sebastián Sepúlveda y Cristóbal Traslaviña escudriñarán con el lente de la fotografía documental en la amnesia de la sociedad.
“Hablar de Rodrigo Rojas De Negri es hablar de los derechos humanos, es súper importante desde su juventud y su trabajo fotográfico rescatarlo como un sujeto de violación de derechos humanos. Si uno puede proponer una visión crítica, en especial considerando el gobierno en que estamos, hay que hacerlo y el caso de Rodrigo es emblemático”, reflexiona Montserrat Rojas Corradi, curadora de la exposición que cuenta con un conjunto de imágenes de creadores que fueron nominados al Premio Rodrigo Rojas De Negri, creado el 2006 por la comunidad fotográfica y el Consejo Nacional de la Cultura para incentivar a los profesionales emergentes.
CULPA Y DOLOR
Observador, tímido, cariñoso, silencioso e inquieto socialmente. Con un español “agringado”, quien fue discípulo del fotógrafo chileno radicado en Estados Unidos, Marcelo Montecino, llegó a Chile acompañado de una cámara y un bagaje familiar: su madre fue exiliada, detenida por más de un año en Tres Álamos, y él tuvo que abandonar el país a punto de cumplir los diez.
“Traía a la revista Apsi una cámara de Marcelo para regalarla a un taller de fotografía de La Victoria que hacía el ‘Chino’ (Héctor) López. Esa fue la primera vez que lo vi”, recuerda Álvaro Hoppe, uno de los cercanos a Rodrigo en su estadía de dos meses en Chile y autor de una de las últimas -y pocas- fotos de Rojas. “Para mí es una foto bien especial. Cuando la veo, recuerdo una época muy dolorosa, me produce mucha pena, mucho dolor”, evoca sobre la imagen rescatada en el patio de la revista Apsi.
“Álvaro, ¿y yo podré tomar una foto?”, le dijo una vez en un viaje en Metro hacia La Moneda apuntando a unos jóvenes carabineros que compartían el vagón con ellos. El profesional, que ha trabajado en diversos medios nacionales como la revista Mensaje, La Bicicleta, Rocinante y el diario La Nación, le aconsejó que mejor guardara su cámara. “Entonces él se acercó, conversó con ellos y les sacó una foto. Así era el espíritu de Rodrigo, inquieto, despierto, libertario, profundamente humanista y, en este caso, humanizador”, explica Hoppe, quien participaba activamente de la AFI, organización gremial que nació en la dictadura con el fin principal de protegerse de la represión militar.
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Los vestigios de Rojas y Quintana fueron retratados por Alejandro Hoppe sin saber que se trataba de ellos.
Su hermano, Alejandro Hoppe, describe a Rojas De Negri como “una persona muy especial, con un aura muy limpia. Tenía un punto de vista más bien ingenuo en su fotografía, una mirada sencilla. Estaba explorando las calles de Santiago, viendo su país, viviendo lo que estaba sucediendo en búsqueda de su identidad. Cuando lo asesinaron él estaba fotografiando”, cuenta enfatizando en la última palabra quien, sin saberlo, capturó los rastros de la agresión a Rojas De Negri. Caminando con un grupo de la AFI por la calle General Velásquez, rodeados de neumáticos encendidos, las calles cortadas y barricadas al fuego, se acercaron vecinos y les contaron del arresto y lo que ocurrió posteriormente. Dos vestigios de ropa quemada fueron registrados por su lente.
“Fue un golpe para nosotros, porque dentro de todo siempre preveíamos el riesgo. De hecho, ya habían casos de detenciones y apaleos. Pero al grado al que se llegó fue súper impactante. Muchos quedaron con sentimientos de culpa, de que no lo cuidaron (…) Nos sentíamos completamente responsables de lo que había pasado. Todavía nos duele. Le pasó lo que nos podría haber pasado a cualquiera de nosotros y que aún podía pasar”, relata Pepe Moreno, miembro fundacional de la desaparecida AFI, mientras narra el multitudinario funeral del joven, una de las primeras manifestaciones masivas de la época, que dentro de sus fieles contó con el periodista José Carrasco Tapia, asesinado dos meses después.
EL PUNTO CORRIDO DE LA MEDIA
Estereotipos femeninos (Antonia Cruz), los tabúes sexuales (Cristóbal Traslaviña), imitadores de famosos (Sebastián Sepúlveda), el sueño (Manuel Morales), un barrio desde adentro (Miguel Navarro), los territorios familiares (Fabián España, ganador del Premio Rodrigo Rojas De Negri 2009) y los rostros de los familiares de los mineros de San José (Nicolás Wormull) son las temáticas que exploran los jóvenes que alguna vez fueron nominados al premio y que revisitan al autor.
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El multitudinario funeral de Rojas De Negri también fue reprimido por las Fuerzas Especiales de Carabineros, quienes intentaron impedir que se enterrara el cuerpo. Foto: Helen Hughes.
“Es un fotógrafo súper emblemático de los ochenta, pero en general la generación actual no sabe quién es. Es importante hacerlo visible, por como fue asesinado y por su búsqueda de capturar a Chile en el tiempo de la dictadura. La idea es generar un diálogo con gente que está politizada pero en otro sentido, no necesariamente en la lucha o resistencia en la calle sino que son críticas desde otro punto de vista”, explica Rojas Corradi que, junto a un jurado integrado por Leonora Vicuña, José Pablo Concha, Héctor López y Samuel Salgado, entre otros, eligió a los expositores.
Para Nicolás Wormull, fotógrafo que integra la muestra con imágenes en blanco y negro desde una cámara análoga, con la que retrató el ahogo de las familias de los mineros en San José durante el período del rescate, la vida de Rodrigo “representa la libertad de expresión. Su espíritu revolucionario y hambriento dejó una huella que de cierta forma se desvanece en los jóvenes de hoy. Me impresiona el hambre que tenía de creer, sinceramente, que el mundo y en este caso nuestro país podía ser mejor y que para eso había que trabajar, lo que implica tomar riesgos (…) Me cuesta mucho desligarme de lo que me rodea, surge siempre una necesidad de mi parte de contar, de relatar y para eso hay que entrar y tomar los riesgos necesarios. Cuando hablo de riesgos no me refiero a arriesgar la vida, ni de exponerse a situaciones bélicas. Sino al riesgo de creer  y a atreverse a perseguirlo”, explica.
“Rodrigo representa lo mejor. Lo puro en el contexto de la fotografía. De no perder la capacidad de asombro, de mirar lo que no todo el mundo mira. Atreverse a fotografiar, tal vez con cierta ingenuidad pero él se atrevió. La generación actual también se atreve a tocar temas sensibles que se salen de lo común que uno observa en el bombardeo actual de imágenes. Están buscando, están explorando y Rodrigo también estaba en eso metiéndose entre las botas de los milicos”, reflexiona Alejandro Hoppe. Su hermano Álvaro complementa: “El espíritu de él revive mostrando el punto corrido de la media. Mostrar esa sociedad que es aparente, que la rasguñái más y es de cartón”.
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Desde su muerte se realizan homenajes en su nombre. Uno de ellos es el premio que entrega la comunidad fotográfica y el CNCA desde el 

Las penas del jardinero y la cocinera de la DINA

 Jeniffer Vega / LND
Testigos clave para develar los asesinatos de Carmelo Soria, Bernardo Leighton y Orlando Letelier, se encuentran viviendo al tres y al cuatro con una pensión de exonerado político que ni siquiera llega al sueldo mínimo, acusan aún sufrir de persecución y nunca haber recibido algún tipo de ayuda por parte de las familias de los afectados.

Domingo 21 de noviembre de 2010 | LND Reportajes
Las penas del jardinero y la cocinera de la DINA

Foto: Elvis González.

Un balazo que rompió el vidrio de la ventana de su comedor hace seis meses fue la última señal que recibió José Lagos de que aún lo estaban vigilando. Encerrado en su departamento en la comuna de San Bernardo, el cual ha enrejado hasta transformarlo en una verdadera cárcel, ha creado un operativo de vigilancia para protegerse de los extraños atentados que lo acechan hace casi 30 años y que lo han llevado, incluso, a crear vías alternativas que lo conduzcan a los negocios cercanos a su edificio para no comprar en el mismo lugar ni a la misma hora dos veces.
Don José (66 años) fue testigo clave en el juicio de los asesinatos del diplomático español Carmelo Soria, el ex vicepresidente Bernardo Leighton, el ex ministro de Relaciones Exteriores Orlando Letelier y del ex químico militar Eugenio Berríos. Por cosas del destino, él y su esposa, Delia Santander, trabajaron entre 1974 y 1978 como jardinero y cocinera, respectivamente, en la casa de Lo Curro del matrimonio de agentes de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), Michael Townley y Mariana Callejas, acusados de coordinar los operativos que terminaron con la vida de los amigos del Presidente Salvador Allende.
Una experiencia que cambió el rumbo de su vida como minero de Lota y que marcó a fuego en su memoria las imágenes de tortura y conspiración que presenció en la mansión de Vía Naranja. Tanto así, que junto a su esposa siguen tomando pastillas para conciliar el sueño y tranquilizantes para controlar la angustia que les genera ver a un carabinero o militar cerca de su domicilio. También para lidiar con los recuerdos. “No estoy arrepentido de haber sido el jardinero de Michael Townley, al contrario, le doy gracias a Dios por haber podido trabajar en ese lugar y ver lo que vi, para denunciar y ayudar a los familiares de esa gente. Porque si no hubiera estado ahí, quizás nunca se habría descubierto nada”, confiesa con las lágrimas inundando sus penetrantes ojos claros, quien actualmente sobrevive con una pensión de exonerado político que no llega al sueldo mínimo y que poco le sirve para adquirir los medicamentos que necesita su esposa, quien sufre de demencia senil y Parkinson.
El matrimonio decidió contar cada detalle de su experiencia como sirvientes de los agentes de la DINA, sin ningún tipo de retribución por parte del Estado o de las familias de los afectados, poniendo en riesgo su seguridad. Gracias a su testimonio se pudo descubrir las celdas de tortura y el laboratorio clandestino donde se producía el gas sarín que Michael Townley había construido en la casa. Incluso, José viajó a Roma el año 1995 para aportar antecedentes en el caso del atentado contra Bernardo Leighton y su esposa Ana Fresno. Por primera vez, el ex minero se subía a un avión y conocía los dólares. Asegura haber recibido una suculenta retribución por su testimonio en Italia, pero al llegar a Chile nunca vio el dinero, como tampoco volvió a ver a los abogados que lo acompañaron en la causa, Héctor Salazar y Nelson Caucoto.
Lo único que siguió viendo fueron los autos con patente diplomática que los seguían de noche, los accidentes automovilísticos que sufría sin explicación, las amenazantes llamadas telefónicas que recibía en su casa y las constantes persecuciones que vivían sus hijos afuera del colegio. “Fui nombrado testigo clave en casos emblemáticos de derechos humanos poniendo en riesgo mi vida y la de mi familia, y nunca nadie me llamó ni siquiera para darme las gracias. Hoy necesito el reconocimiento y la ayuda, sobre todo porque la pensión no me alcanza, sufro de reumatismo que me tiene destrozadas las manos y mi esposa empeora cada día más”, reclama José, quien enviará una petición de ayuda a La Moneda y, si esto no funciona, está decidido a demandar al Estado por daños y perjuicios.
Comunista sirviendo a la DINA
José Lagos y Delia Santander se conocieron en Coronel donde el hombre trabajaba en la mina de carbón de Lota Schwager. Tenía un puesto en la dirección del sindicato de la faena y militaba en las juventudes comunistas. “Como la mayoría de los chilenos quedé cesante en 1973 porque cerraron la mina, como mi familia era de izquierda comenzaron una persecución contra nosotros y con Delia decidimos arrancar a Santiago. Instalados en la capital, pusimos un aviso en el diario donde nos ofrecimos como un matrimonio con una niña de cuatro años para hacer las labores de jardinero y cocinera puertas adentro. Al otro día llegaron ocho parejas pidiendo nuestros servicios, pero los más insistentes fueron Mariana Callejas y Andrés Wilson, como se hacia llamar Townley. Ahí comenzó mi historia”, recuerda José, quien se deslumbró con la enorme casa y los lujos de la residencia de los agentes de inteligencia.
-¿Cuáles eran las labores específicas que realizaba en la casa?
-Era un buen trabajo y nosotros queríamos empezar una nueva vida, entonces el departamentito que nos pasaron para vivir era perfecto y a nuestra hija María, en ese entonces de cuatro años, le gustó la piscina y lo amable que era Mariana Callejas con nosotros. Mi labor específica era hacer el jardín, cuidar los hermosos rosales que rodeaba la casa y, de vez en cuando, servirle a las visitas, en su mayoría militares, que tenían reuniones bien secretas, donde todos hablaban en inglés y me tenían confianza porque pensaban que era un militar más por mi pelo corto. La Delia estaba encargada de la cocina, ella era una excelente ama de casa y cocinaba muy rico.
-¿Cuál fue el primer hecho extraño que vio en la casa de Lo Curro?
-Los primeros seis meses no vimos nada, todo estaba de lo más tranquilo, pero después nos dimos cuenta que los choferes tenían nombres falsos, que transportaban pequeñas maletas con armas en los automóviles y que cada día se juntaba más gente en las reuniones. También comenzaron a traer personas en la noche que encerraban en una especie de celdas que tenían en el garage. Una vez encerraron ahí a dos mujeres y un curita, y casi me mata Townley cuando me pilló dándoles comida y conversando con ellos a escondidas. Otra vez que me tocó hacer aseo en una pequeña pieza de la casa donde entraban ratones y conejos, quise sacar los cadáveres de los animales y limpiar la mugre del lugar, cuando llegaron los patrones se enojaron mucho conmigo porque ahí experimentaban con gas sarín y yo les boté a la basura los conejillos de indias.
-¿Cuándo decidió arrancar del lugar?
-Apenas me di cuenta que ahí pasaban cosas muy malas me quise ir, pero desde el comienzo nos pusieron vigilancia. Cada domingo libre que salíamos a dar vueltas, un auto nos seguía. Entonces tenía miedo que nos mataran, sobre todo después de que una noche escuché ruidos y bajé a ver qué pasaba y me encontré con un enorme charco de sangre. Fui de inmediato a contarle a don Andrés Wilson y me dijo que uno de los choferes había cazado un animal y por eso había manchas de sangre. Seguí preocupado, así que busqué en el auto los restos del animal para limpiar, pero no había nada, me puse a investigar y vi que habían huellas de sangre que llegaban hasta un barranco, ahí habían tirado el supuesto animal, que era nada menos que el cuerpo de Carmelo Soria. En ese momento decidí que debíamos escapar y, sin sacar ni una cosa de nuestra pieza, tomamos una micro hasta el centro, nos bajamos y tomamos otra hasta San Bernardo, donde nos subimos a un tren hasta Yumbel, así logré perder a los guardias que nos seguían.
-¿Cuándo se atrevió a declarar todo lo que sabía?
-Después de desaparecer en Yumbel por dos años, decidimos volver a Santiago. Hicimos una nueva vida y me puse a trabajar como cuidador de autos, cerca de un centro médico. Ahí veía cómo diariamente llegaban jovencitos completamente destrozados y decidí contarle mi pasado a una doctora amiga. Tenía miedo de la reacción que tuviera conmigo, que me tratara como un traidor por no haber hablado antes, pero mi historia se expandió rápido y al otro día llegó la familia de Soria a pedirme que los ayudara contando todo lo que había vivido. Esa misma semana comenzaron nuevamente a seguirme los automóviles. En más de tres oportunidades me tiraron el auto encima para matarme y cuantas otras quisieron raptarme, pero siempre pasaba algo que me ayudaba a escapar.
-¿Cómo cambió su vida después de haber sido el mozo de la DINA?
-No quisiera cambiar nada de mi vida, ni las experiencias con la DINA, ni siquiera la enfermedad de mi esposa. Es obvio que todo esto cambió mi manera de vivir, sobre todo porque una persona con mis creencias de vida y sociales terminara metida en medio de masacres y torturas, pero nos enseñó a unirnos más como familia y crear herramientas de sobrevivencia que utilizamos hasta hoy. Nuestra casa está toda enrejada; los vecinos saben nuestra historia y están pendientes de cada persona que llega a visitarnos. Incluso para llevar a Delia al consultorio, que está a una cuadra, tenemos todo un operativo con mi hijo, intentamos llevarla en auto, o darnos una vuelta antes de entrar, si hasta para tomar la micro me cambio de paradero. Digan lo que me digan, yo estoy seguro que los perros todavía andan sueltos y no se quedarán tranquilos hasta que logren un pedazo de esta presa.
-¿Cómo ha logrado superar todas estas experiencias?
-No las he superado, ni mi esposa ni mis hijos. Estoy seguro que el desgaste físico de mi mujer, lo rápido que la ha afectado su enfermedad, es por culpa de todo lo que hemos vivido. Delia actualmente es un bebé, yo debo bañarla, vestirla y llevarla al baño, ella antes era una mujer activa y su cuerpo no ha podido asumir todas estas experiencias. Pero mi familia es fuerte, mi sueño es volver a vivir a Coronel y para eso necesito la ayuda del Presidente, de las familias que ayudé o de los mismos abogados que alguna vez se acercaron pidiendo mi colaboración. No creo que mi valentía y fuerza por denunciar los asesinatos no valgan nada, si los jueces me nombraron testigo clave por algo fue y espero ahora me devuelvan la mano.
ABOGADOS DE DDHH OFRECEN AYUDA
El abogado que llevó el caso del diplomático Carmelo Soria, Héctor Salazar, recuerda vagamente a don José Lagos, pero su mente se aclara al escuchar que se trata del jardinero de Michael Townley. “Era un caballero muy amable, que viajó incluso a Roma a testificar en el caso Soria con todo pagado por el Estado italiano”, asegura Salazar. Es más, reconoce que el dinero que le entregaron al testigo en Europa era sólo por concepto de pasajes y estadía. “Nunca he conocido un caso donde a la persona que cuenta la verdad para esclarecer un caso reciba algún tipo de pago por su testimonio, no sería ético”, explica el abogado.
Para Nelson Caucoto, reconocido abogado de derechos humanos, el mozo de la casa de la DINA es una persona que ha perdurado en su memoria, aunque no recuerda bien como llegó hasta su oficina. “Lo recibí en la Corporación de Asistencia Judicial, era un hombre modesto, sincero, con ganas de aportar a la verdad con todo lo que había visto y nosotros decidimos respaldarlo moralmente, sobre todo para que no tuviera miedo de hablar”, explica Caucoto.
-¿Por qué cree que después de tantos años José Lagos pida ayuda por haber dado su testimonio?
-Son las vueltas de la vida, él sabrá por qué lo hace, pero cuando testificó estoy seguro que lo hizo por amor y no esperaba nada a cambio. Quizás con el tiempo las persecuciones que vivió le han impedido encontrar trabajo y llevar una buena vida.
-¿Le recomienda demandar al Estado?, como son los planes del jardinero.
-Lo invito a que se acerque a nosotros para orientarlo en lo que necesite y, de esta manera, no crear falsas expectativas de los beneficios que puede obtener. Pero sí me parece justo que el Estado pueda entregarle una ayuda humanitaria con alguna pensión solidaria como un gesto a su contribución en el pasado.
La Nación

viernes, 19 de noviembre de 2010

TRIBUNA: JOSÉ MARÍA RIDAO Sáhara, el precio del diletantismo

Tras el asalto al campamento de Agdaym Izik, el Gobierno de Marruecos ha invalidado por mucho tiempo la solución autonomista que defiende para el Sáhara Occidental. No solo porque la llamarada de odio entre los saharauis tardará en extinguirse, sino también porque, en su forma de reprimir las protestas, ha puesto de relieve el largo camino que le queda por recorrer para adquirir unas mínimas credenciales democráticas, condición imprescindible para que la solución autonomista sea viable.
Aznar, guiado por el viejo africanismo, ebrio de patrioterismo, llegó a las manos con Marruecos
Rodríguez Zapatero no ha intentado reconstruir la estrategia de neutralidad activa
Al sofocar por la fuerza las protestas de Agdaym Izik, Rabat perdió incomprensiblemente de vista que las reivindicaciones de los saharauis ofrecían, de manera implícita, una vía para mantener desactivado el conflicto. No reclamaban la independencia, por más que, seguramente, esa fuera la aspiración de los acampados, sino trabajo y vivienda digna. Es decir, colocaban en segundo plano la condición de ocupante de Marruecos para reclamar, en cambio, mejoras sociales. El Gobierno de Rabat no supo o no quiso entenderlo: en Agdaym Izik los saharauis interpelaban a Marruecos como Estado providencia, olvidando de manera momentánea que este era además un Estado ocupante, y quien les respondió fue el Estado ocupante, olvidando que podía haberse comportado como un Estado providencia.
En su configuración actual es difícil, por no decir imposible, entrever una salida negociada para el conflicto del Sáhara. La legalidad internacional respalda la reivindicación del Polisario y de los partidarios de un referéndum de autodeterminación que no restrinja ninguna de las opciones, incluida la independencia. Su argumento -avalado por diversas resoluciones de Naciones Unidas a las que Marruecos ha hecho caso omiso-, es que, antes incluso de la retirada de España, el Sáhara Occidental era ya uno de los territorios pendientes de descolonización cuya situación analiza el Comité de los 24 desde su creación por Naciones Unidas en 1961. En un doble juego propio de la dictadura, el Gobierno español, que formalmente concedía al Sáhara la categoría de provincia, informaba, sin embargo, a Naciones Unidas, admitiendo en el fondo que se trataba de una colonia.
Marruecos, por su parte, alega que la inclusión del Sáhara en la lista que maneja el Comité se debe a que su propia descolonización en 1956 no fue completa, puesto que la España franquista amputó arbitrariamente y disfrazó como provincia un territorio que no le pertenecía.
Pero, más allá de los argumentos jurídicos, lo que también dificulta cualquier salida negociada es la situación de hecho en la región, fijada desde el Acuerdo Tripartito de Madrid y el desenlace provisional de la guerra que se desencadenó en 1976. Mauritania renunció tres años después a su porción en el reparto del Sáhara, derrotada por el Polisario. Apoyado por Argelia, este se mantuvo en guerra con Marruecos hasta el alto el fuego de 1991 y controla la franja oriental del territorio, delimitada por el muro que ordenó construir Rabat y que divide el Sáhara de norte a sur. Los intentos de celebrar un referéndum que culmine la descolonización han fracasado por las acusaciones de falsear el censo con marroquíes a un lado del muro y con argelinos al otro que se dirigen ambas partes.
A este embrollo hay que añadir un factor adicional: el consenso interno en Marruecos acerca de su soberanía sobre el Sáhara limita el margen negociador de Mohammed VI, no ya para flexibilizar la postura marroquí, sino para correr el más mínimo riesgo de un desenlace adverso, ya sea militar o diplomático. Demasiada sangre, demasiados recursos ha enterrado Marruecos en el Sáhara como para que una derrota no ponga en peligro la estabilidad de la monarquía.
Esta limitación del margen negociador y, en definitiva, esta debilidad a la hora de sentarse en una mesa, es lo que Rabat intenta transformar en fortaleza a la hora de tratar con sus vecinos y aliados. Al haber unido la suerte del trono a una salida favorable a sus intereses en el conflicto, Marruecos los coloca invariablemente ante la tesitura de convalidar cualquier iniciativa que emprenda en el Sáhara o de responsabilizarse, en caso contrario, de una inestabilidad política de incalculables consecuencias. Las relaciones con España no escapan a este esquema, complicadas, además, por la condición de antigua potencia colonial, no solo en el Sáhara, sino también en el Rif. En la interpretación marroquí, ese es el hilo conductor que une el conflicto con el Polisario en el sur con la reivindicación territorial de Ceuta y Melilla en el norte: España solo aceptó descolonizar Marruecos a regañadientes, reservándose aquí y allá enclaves y territorios que le ayudasen a conservar mientras fuera posible una posición de supremacía. Las invocaciones a la historia son desestimadas por Marruecos.
Desde España, por descontado, la interpretación es diferente, en gran medida determinada por el hecho de que se tiene conciencia de haber colonizado el Sáhara, pero se ha extinguido por completo la de haber hecho otro tanto en el Rif, donde, sin embargo, se emplearon armas y métodos para reducir a la población que en nada desmerecen los utilizados por el rey Leopoldo y que han dejado profunda huella. Marruecos aparece, así, como una potencia que ha tomado el relevo en la ocupación del Sáhara, no como un territorio administrado colonialmente hasta 1956 que sigue reclamando su integridad territorial. Esta misma disparidad de percepción es la que se produce con respecto a Ceuta y Melilla, una obsesión irredentista que Marruecos emplea por razones tácticas cuando se contempla desde España, y una culminación de la lenta consecución de la integridad territorial -primero pequeños enclaves, luego Tánger, más tarde Cabo Juy y así indefinidamente- cuando se hace desde Marruecos.
Tomando en consideración esta profunda divergencia en las mutuas percepciones, no se pueden ignorar las dificultades para diseñar una política de España hacia Marruecos. Pero, aun sin ignorar esas dificultades, la respuesta del Gobierno español al asalto del campamento de Agdam Ikzir, más que resultar timorata o insuficiente en comparación con la aparente gravedad de los hechos, ha puesto de manifiesto las deficiencias del modelo de relación con Marruecos adoptada en 2004, tras la victoria electoral del Partido Socialista. Antes de esa fecha, el Gobierno del Partido Popular había roto con la estrategia de neutralidad activa asumida durante la Transición, sustituyéndola por la vieja visión africanista que aconsejaba atizar las diferencias entre Marruecos y Argelia para asegurar los intereses de España en el Magreb. Por esta vía, y ebrio de un arrebato patriotero, Aznar llegó al incidente armado con Marruecos y ensalzó, en cambio, los avances democráticos en Argelia.
Pero lo más sorprendente de la historia es que, por razones inexplicables, la diplomacia del Gobierno socialista que sucedió al de Aznar no intentó en ningún caso reconstruir la estrategia de la neutralidad activa sino reformular la visión africanista, aunque cambiándola de signo. Si Aznar se apoyó en Argelia en menosprecio de Marruecos, Zapatero se inclinó hacia Marruecos aunque, seguramente, no por mala disposición hacia Argelia, sino por simple diletantismo.
En las escalinatas del Elíseo durante un viaje a París, el presidente declaró su voluntad de resolver el problema del Sáhara en el plazo de seis meses. A los efectos que importan, no es que la diplomacia española no tuviera en cuenta la complejidad jurídica y sobre el terreno que hace muy difícil, por no decir imposible, entrever una salida negociada al conflicto; lo que no calculó fueron las consecuencias sobre la relación con Argelia, que exigió inmediatas explicaciones sobre el cambio de la posición española en el Sáhara. Y aunque parezca un trabalenguas, la respuesta fue algo así como que no había cambiado pero que, en realidad, había cambiado, o al contrario. Con el previsible resultado de que, al final, ningún actor en el conflicto sabe a ciencia cierta cuál es esa postura y, si la sabe, no la cree.
Tanto diletantismo de Zapatero en respuesta al patrioterismo de Aznar no ha resultado gratuito. Su precio ha sido alejar a España, primero de Argelia, ahora de Marruecos y, finalmente, también de cualquier contribución efectiva para poner fin a la tragedia del Sáhara.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

El Consejo para la Transparencia le obligó a entregar información La historia del poblador que desafía al Ministerio del Interior

16 de Noviembre de 2010

Paulo Álvarez lleva tiempo preguntándose por qué hay tanta policía en su barrio y sobre todo por qué actúa con violencia contra los que no son traficantes ni ladrones. Ocupando los derechos que la ley le otorga logró demostrar que el plan de intervención para La Legua, formalmente no existe.






miércoles, 10 de noviembre de 2010

Las 10 principales estrategias de manipulación mediática. Por Noam Chomsky

Las 10 principales estrategias de manipulación mediática 

El reconocido y siempre crítico, Noam Chomsky, una de las voces clásicas de la disidencia intelectual durante la última década, ha compilado una lista con las diez estrategias más comunes y efectivas a las que recurren las agendas “ocultas” para establecer una manipulación de la población a través de los medios de comunicación.


Históricamente los medios masivos han probado ser altamente eficientes para moldear la opinión pública. Gracias a la parafernalia mediática y a la propaganda, se han creado o destrozado movimientos sociales, justificado guerras, matizados crisis financieras, incentivado unas corrientes ideológicas sobre otras, e incluso se da el fenómeno de los medios como productores de realidad dentro de la psique colectiva.


¿Pero como detectar las estrategias más comunes para entender estas herramientas psicosociales de las cuales, seguramente, somos partícipes? Afortunadamente Chomsky se ha dado a la tarea de sintetizar y poner en evidencia estas prácticas, algunas más obvias y otras más sofisticadas, pero aparentemente todas igual de efectivas y, desde un cierto punto de vista, denigrantes. Incentivar la estupidez, promover el sentimiento de culpa, fomentar la distracción, o construir problemáticas artificiales para luego, mágicamente, resolverlas, son sólo algunas de estas tácticas.


1- La estrategia de la distracción.

El elemento primordial del control social es la estrategia de la distracción que consiste en desviar la atención del público de los problemas importantes y de los cambios decididos por las elites políticas y económicas, mediante la técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones y de informaciones insignificantes. La estrategia de la distracción es igualmente indispensable para impedir al público interesarse por los conocimientos esenciales, en el área de la ciencia, la economía, la psicología, la neurobiología y la cibernética. “Mantener la Atención del público distraída, lejos de los verdaderos problemas sociales, cautivada por temas sin importancia real. Mantener al público ocupado, ocupado, ocupado, sin ningún tiempo para pensar; de vuelta a granja como los otros animales (cita del texto Armas silenciosas para guerras tranquilas)”.


2- Crear problemas, después ofrecer soluciones.

Este método también es llamado “problema-reacción-solución”. Se crea un problema, una “situación” prevista para causar cierta reacción en el público, a fin de que éste sea el mandante de las medidas que se desea hacer aceptar. Por ejemplo: dejar que se desenvuelva o se intensifique la violencia urbana, u organizar atentados sangrientos, a fin de que el público sea el demandante de leyes de seguridad y políticas en perjuicio de la libertad. O también: crear una crisis económica para hacer aceptar como un mal necesario el retroceso de los derechos sociales y el desmantelamiento de los servicios públicos.


3- La estrategia de la gradualidad.

Para hacer que se acepte una medida inaceptable, basta aplicarla gradualmente, a cuentagotas, por años consecutivos. Es de esa manera que condiciones socioeconómicas radicalmente nuevas (neoliberalismo) fueron impuestas durante las décadas de 1980 y 1990: Estado mínimo, privatizaciones, precariedad, flexibilidad, desempleo en masa, salarios que ya no aseguran ingresos decentes, tantos cambios que hubieran provocado una revolución si hubiesen sido aplicadas de una sola vez.


4- La estrategia de diferir.

Otra manera de hacer aceptar una decisión impopular es la de presentarla como “dolorosa y necesaria”, obteniendo la aceptación pública, en el momento, para una aplicación futura. Es más fácil aceptar un sacrificio futuro que un sacrificio inmediato. Primero, porque el esfuerzo no es empleado inmediatamente. Luego, porque el público, la masa, tiene siempre la tendencia a esperar ingenuamente que “todo irá mejorar mañana” y que el sacrificio exigido podrá ser evitado. Esto da más tiempo al público para acostumbrarse a la idea del cambio y de aceptarla con resignación cuando llegue el momento.

5- Dirigirse al público como criaturas de poca edad.

La mayoría de la publicidad dirigida al gran público utiliza discurso, argumentos, personajes y entonación particularmente infantiles, muchas veces próximos a la debilidad, como si el espectador fuese una criatura de poca edad o un deficiente mental. Cuanto más se intente buscar engañar al espectador, más se tiende a adoptar un tono infantilizante. ¿Por qué?  Si uno se dirige a una persona como si ella tuviese la edad de 12 años o menos, entonces, en razón de la sugestionabilidad, ella tenderá, con cierta probabilidad, a una respuesta o reacción también desprovista de un sentido crítico como la de una persona de 12 años o menos de edad .


6- Utilizar el aspecto emocional mucho más que la reflexión.

El uso del aspecto emocional es una técnica clásica para causar un corto circuito en el análisis racional, y finalmente al sentido crítico de los individuos. Por otra parte, la utilización del registro emocional permite abrir la puerta de acceso al inconsciente para implantar o injertar ideas, deseos, miedos y temores, compulsiones, o inducir comportamientos…


7- Mantener al público en la ignorancia y la mediocridad.

Que el público sea incapaz de comprender las tecnologías y los métodos utilizados para su control y su esclavitud. “La calidad de la educación dada a las clases sociales inferiores debe ser la más pobre y mediocre posible, de forma que la distancia de la ignorancia que planea entre las clases inferiores y las clases sociales superiores sea y permanezca imposibles de alcanzar para las clases inferiores (ver ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas)”.


8- Estimular al público a ser complaciente con la mediocridad.

Promover al público a creer que es moda el hecho de ser estúpido, vulgar e inculto…


9- Reforzar la autoculpabilidad.

Hacercreer al individuo que es solamente él el culpable por su propia desgracia, por causa de la insuficiencia de su inteligencia, de sus capacidades, o de sus esfuerzos. Así, en lugar de rebelarse contra el sistema económico, el individuo se autodesvalida y se culpa, lo que genera un estado depresivo, uno de cuyos efectos es la inhibición de su acción. ¡Y, sin acción, no hay revolución!


10- Conocer a los individuos mejor de lo que ellos mismos se conocen.

En el transcurso de los últimos 50 años, los avances acelerados de la ciencia han generado una creciente brecha entre los conocimientos del público y aquellos poseídas y utilizados por las elites dominantes. Gracias a la biología, la neurobiología y la psicología aplicada, el “sistema” ha disfrutado de un conocimiento avanzado del ser humano, tanto de forma física como psicológicamente. El sistema ha conseguido conocer mejor al individuo común de lo que él se conoce a sí mismo. Esto significa que, en la mayoría de los casos, el sistema ejerce un control mayor y un gran poder sobre los individuos, mayor que el de los individuos sobre sí mismos.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Bolivia: Karl Popper, los periodistas y el racismo

escrito por Juan Carlos Pinto Quintanilla*   
sábado, 30 de octubre de 2010
Es ilustrativo reflexionar desde la obra de Karl Popper (1902-1994) sobre el racismo en los medios de comunicación en Bolivia y la normativa para combatirlo, que busca construir la equidad en la convivencia, en una sociedad dañada social y emocionalmente por los prejuicios que arrastra.
Popper propone borrar la distinción entre informar y educar, argumento con el que alguna prensa pretende avalar su neutralidad en la información, siendo que toda transmisión de información es también un proceso educativo. La forma en la que se organiza la información son expresión ideológica de quienes tienen el privilegio de hacer uso de los medios de comunicación. Los medios de comunicación ejercen un poder cotidiano, disfrazado de información. Lo hacen, usualmente, en función del mercado, donde lo importante es generar audiencia, aún a costa de escenificar un show de violencia, escarnio y atropello a la dignidad humana.
Los medios de comunicación y sus comentaristas no han inventado la violencia y la discriminación existente en la sociedad, sin embargo, las amplifican y recrean para presentarlas como algo natural. El insulto y la diatriba, que han hecho de la discriminación algo natural, son expresión histórica y afectiva de la forma en la que hemos convivido desde la colonia. Se asume que existen inferiores a los que se puede atropellar porque no tienen ninguna defensa.
En una mirada muy liberal, Popper dice que la civilización es la lucha contra la violencia, pues sólo existe progreso civil cuando se combate contra la violencia para instaurar la paz entre las naciones, dentro las naciones y especialmente en cada casa. De esta manera, se debe poner freno a la violencia que nos destruye como sociedad y realizar el más importante de los ideales liberales que es el de que todo poder debe estar limitado por otros poderes. Es falso, nos dice, que el liberalismo haya defendido la libertad incontrolada de hacer lo que se quiera, pues si hago algo pone en peligro a los demás, entonces debo ser privado del derecho de hacerlo. De esta manera por ejemplo, no puedo conducir un auto a la velocidad que quiera por el lado que prefiera pues esa actitud representa un peligro para los otros y para mí mismo. Por ello es necesaria una ley precisa que estipule que se debe conducir por la izquierda, como en algunos países, o por la derecha, como en otros.
Toda libertad debe ser limitada. No existe libertad que no tenga necesidad de ser limitada, dice este liberal defensor de la libertad de expresión como principio de la democracia. Aún más, se pregunta ¿cuál es la diferencia entre la forma en que el ciudadano común puede expresar su libertad y la que tienen los artistas o profesionales de los medios de comunicación? ¿Existe diferencia? Es necesario ver si con su modo de expresarse ponen o no, a otros en peligro. Se trata siempre del mismo principio: nuestra libertad, cualquiera que sea, está limitada por la nariz de nuestro vecino. Es el principio más simple que podamos imaginar y es hipócrita invocar la libertad, la independencia o el liberalismo para decir que no se pueden introducir limitaciones frente a poderes peligrosos como los medios de comunicación.
La ley contra el racismo y la discriminación boliviana nos interpela como memoria y como reto de transformación, para reflexionar precisamente sobre los grandes temas que nos han construido hasta ahora como sociedad enfrentada, racista y discriminadora. Hoy, la reacción rechaza la ley y enarbola la libertad de expresión como terreno de lucha política, silenciando que sólo algunos de ellos han sido dueños de la palabra y la escritura, para hacer una justificación de las diferencias y una denigración de la mayoría plurinacional de este país.
No existe en la legislación la pretensión de acallar a los medios y sus periodistas, sino de poner en ejecución lo que la propia Constitución estipula: entrar en un proceso de autorregulación. En este tema, Popper va mucho más allá de lo que propone el proyecto de ley, cuando escribe que en el caso de la autorregulación, debería crearse un instituto donde estén registrados todos los periodistas, que serían partícipes de una serie de cursos de sensibilización sobre el poder que tienen y el peligro que pueden representar. De esta manera algunos de ellos descubrirían aspectos ignorados de su profesión y podrían empezar a considerar de manera distinta la sociedad y su rol. Añadiría que en un momento posterior, deberían pasar un examen para ver si son conscientes de las ideas fundamentales. Superado el examen deberían prestar juramento y prometer tener siempre presente estos peligros y actuar en consecuencia de modo responsable.
En definitiva, con Popper concluimos que en Bolivia debemos ir adelante contra las trabas señoriales que no sólo se han inscrito institucionalmente en la forma de ser Estado del país, sino también en los hábitos e ideologías de los ciudadanos, y que ejercen el poder de la discriminación cotidianamente, haciendo que la posibilidad de ser una sociedad más de encuentro que de enfrentamiento sea una tarea más difícil. Quienes piensan que una ley como ésta nos enfrenta, ignoran que en Bolivia se ha escondido y hecho natural la discriminación y el racismo por demasiado tiempo, y que es hora de enfrentarlo como un mal social.
*Coordinador general de la Enciclopedia Memoria Constituyente de la Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia.