domingo, 29 de enero de 2012

Entrevista a Oskar Lafontaine

“Por desgracia pocas personas saben que La Izquierda es el único partido que conoce la salida de la crisis”. Entrevista
Oskar Lafontaine · · · · ·
 
29/01/12
 




Jakog Augstein, editor del semanario Freitag, conversó con el ex Presidente de La Izquierda Oskar Lafontaine en el Maxim-Gorki-Theater de Berlín.

Jakob Augstein: Cuando ayer me dijeron que Sahra [Wagenknecht] no vendría, que en su lugar vendría Oskar, se me escapó la risa nerviosa. Como si estuviera en una película de Helmut Dietl o en un sketch de Loriot. Ahora puedo preguntarle, ¿qué papel juega su aspecto físico o su peinado en la política?

Oskar Lafontaine: Y yo puedo responderle que soy célebre por irradiar una erótica fría.

Lo absurdas que llegan a ser estas preguntas se hace así evidente. Pero tengo que decir que si hubiera venido Sahra Wagenknecht no hubiera hecho ninguna alusión a su peinado.

Le trasladaré de todos modos la pregunta. [1]

Lo que de verdad me ha ocupado estos últimos días ha sido sobre todo el affaire de nuestro Presidente [Christian Wulff]: ¿no le sorprende que los medios de comunicación y los lectores hayan llegado a una valoración tan diferente? Muchos hablan ya de una persecución.

No me sorprende. Gran parte de la población no tiene nada contra los tabloides y sus chismes. Pero cuando atropellan a alguien la mayoría dice: es suficiente.

Pero la cercanía de un político a los ricos inquieta a la mayoría de la gente claramente mucho menos que a mí.  

Los políticos no han de dejarse cooptar por los ricos. De alguien como Christian Wulff por desgracia ya no puede creerse que las nobles virtudes que predica él mismo las practique. Pero honestamente, no es algo que me preocupe en demasía. A menudo me pregunto si el cargo de Presidente de la República sigue siendo después de todo necesario. Cuando fui Presidente del Bundesrat [Senado] tuve que representar en alguna ocasión al Jefe de Estado. Ahí me di cuenta de lo “estresante” que era en realidad el cargo. De hecho, podría ejercerlo el Presidente del Bundesrat sin problemas. Las decisiones más importantes podrían asignarse al Tribunal Constitucional.

¿Ha desaparecido la aspiración a los valores universales?

Se articula más bien de manera inconsciente, con el descontento hacia el neoliberalismo, que ha reducido a los hombres a la categoría de mercancías. Se trata de un desarrollo social mórbido. La gente se da cuenta de que los valores desaparecen cada vez más y más en el campo burgués.

¿No es tarea de las élites dar a conocer las perspectivas de mejora? O dicho de otro modo: ¿no necesita la gente líderes?

La idea tiene en un principio raíces religiosas, la idea de igualdad, la idea de que la dignidad del hombre es inviolable, es una idea cristiana. [2] La idea fundamental de la izquierda deriva de la igualdad de los hombres ante Dios, la idea de amor al prójimo. La única tarea de la élite es argumentar a su favor, en el sentido de la Ilustración.

¡Usted tiene que saber de lo que habla! Junto con Gregor Gysi fundó, sin apoyos externos, un nuevo partido.

Sin embargo debemos explicar y convencer. Nuestro propósito fue establecer un contrapoder que se opusiese a los desarrollos sociales entonces dominantes. Naturalmente, también porque el SPD [Partido socialdemócrata alemán] y Los Verdes son partidos neoliberales. No se trata más de abrirse paso solamente a la retórica dominante del neoliberalismo.

Podemos verlo en la expresión crisis de deuda. Con ella se ha hecho política. Pero lo que tenemos no es ninguna crisis de deuda, sino una crisis bancaria e institucional.

¡Mire, ahí estamos plenamente de acuerdo! Las palabras son instrumentos de dominación. Los conceptos modelan nuestro pensamiento, nos esclavizan. A menudo me he dado cuenta de cómo yo mismo he caído en clichés. Siempre intento asegurarme de tener una idea clara de las cosas. Una palabra como terrorismo, pongamos por caso. Siempre le pregunté a Angela Merkel: señora canciller, Ud. quiere combatir el terrorismo. ¿Pero qué quiere decir exactamente con ello? Durante dos años le planteé la pregunta en el Parlamento. Se limitó a sentarse en su sillón y a ojear cualquier documento que tuviera sobre el escritorio. No podía responder a la pregunta. Más tarde un funcionario del Ministerio del Interior recibió el encargo de redactar una ley para recolectar datos para la lucha contra el terrorismo. Allí se afirma que el terrorismo es el uso ilegal de la violencia para la imposición de intereses políticos. En el Parlamento la CDU/CSU [conservadores], el FDP [liberales], SPD [socialdemócratas] y Los Verdes han decidido pues que George W. Bush y Tony Blair son terroristas. Y si en Afganistán se utiliza la violencia ilegal, ¿qué hemos de concluir de esta ley para los políticos responsables en la República federal?

Por utilizar de nuevo otra expresión común en el pensamiento neoliberal: usted es político profesional, su “producto” es la política. ¿Sigue existiendo una demanda para su producto?

Sí, porque los hombres esperan que sus condiciones de vida mejoren. Lo que me cruza a menudo por la cabeza pero no consigo entender es por qué los jubilados siguen votando a partidos que recortan sus pensiones.

¿Conoce usted el concepto Liquid Democracy?

No.

En principio se trata de que la gente pueda escoger libremente lo que más le interesa de los programas de diferentes partidos: la política de transporte público de Los Verdes, la política económica de La Izquierda, la política de Internet de los Piratas.

Eso es una reivindicación de la democracia directa. ¿Qué habría de tener yo en contra de eso?

Se pasaría por encima de los partidos.

Sí, eso se llama democracia directa.

¿No deberían los militantes de su partido poder elegir directamente la presidencia del partido?

Si tuviéramos un sólo presidente o presidenta, sí. Pero tenemos que respetar una cuota en la presidencia. [3] Cuando se escoge a dos personas que no se llevan bien entre sí, para el partido no supone más que inconvenientes. [Rudolf] Scharping y [Gerhard] Schröder, por ejemplo, en la presidencia [del SPD]; siempre fue mal. La Izquierda ha sido el primer partido que ha incluido en su programa los referendos vinculantes a sus propios militantes para todas las cuestiones políticas.

En mayo habrá elecciones en Schleswig-Holstein. La Izquierda presenta una intención de voto del dos por ciento, aunque el Zeitgeist la acompaña y Sahra Wagenknecht publica incluso en el [conservador] Frankfurter Allgemeine Zeitung.

El número de lectores que ha tenido el texto de Sahra Wageknecht Schluss mit Mephistos Umverteilung! [¡Acabemos con la redistribución mefistofélica!] en el Frankfurter Allgemeine Zeitung sólo pueblo explicármelo por la inseguridad en el campo burgués. Por desgracia pocas personas saben que La Izquierda es el único partido que conoce la salida de la crisis: un sistema bancario público, concesión de créditos del BCE a los estados europeos, reestructuración de la deuda y un impuesto a las rentas más elevadas. Si los electores de Schleswig-Holstein supieran todo esto, entonces estaremos representados con toda seguridad en su parlamento regional.

Muchos estarían de acuerdo con una nacionalización de la banca.

Sí, pero la crisis financiera es opaca. No por casualidad dijo Henry Ford que si la gente conociese de verdad nuestro sistema monetario entonces haría la revolución. Y falta coherencia. Helmut Schmidt, por ejemplo, ha calificado a los responsables de la crisis de psicópatas y reclamado una mayor regulación, pero al mismo tiempo ha propuesto a Peer Steinbrück como candidato a canciller, esto es, a un hombre que ha contribuido en buena medida a la desregulación del sistema financiero. A las personas les falta la experiencia concreta de que La Izquierda puede realizar sus reivindicaciones. A menudo me preguntan por qué en el Sarre podemos alcanzar el 20% de los votos. La respuesta es muy sencilla: los trabajadores del Sarre han pasado por situaciones muy difíciles que yo he vivido a su lado.

Recién acaba de disolverse el gobierno de la CDU. ¿Qué hará usted ahora?

Me presentaré como candidato a las elecciones.

¿Luchará por una coalición roji-roja [SPD-La Izquierda], aún cuando el SPD del Sarre ya le ha transmitido su intención de rechazarla antes incluso antes de que se celebren los comicios?

Sí. El rechazo en el SPD del Sarre no lo comparten todos los socialdemócratas. Mi propósito es evitar que el SPD de allí se coaligue con la tambaleante CDU y aplique un brutal programa de austeridad para las escuelas, la policía y los hospitales.

Quizá las personas no entiendan simplemente qué es realmente La Izquierda como partido. Yo mismo siempre me pregunto: ¿se trata de un partido socialista o de un partido verdaderamente socialdemócrata?

La base de nuestro programa es que la propiedad debe fundarse sobre el trabajo. La propiedad se adquiere con el trabajo. Con ello cuestionamos el actual orden económico en el que una minoría que con frecuencia ni siquiera trabaja es rica mientras la mayoría trabaja para ellos. El viejo principio liberal de que “la propiedad se origina en el trabajo” sólo lo representa La Izquierda.

¿Pero puede un partido socialista en un sistema no socialista obtener algún resultado?

Todos los partidos socialistas en el transcurso de su historia han quedado muy lejos de sus objetivos. De lo que concluyo que el capitalismo tiene un enorme potencial intoxicador para acoger y cooptar. ¿Cómo se sale de ello? Vivimos en una democracia imperfecta e incompleta, debemos hacer un trabajo de Sísifo. La idea de una dictadura de un partido es irreconciliable con la idea de socialismo.

Ahora que entramos en la cuestión de la República Democrática Alemana, ¿cuál fue el error por la que pereció?

Fracasó porque en este estado de obreros y campesinos los trabajadores tenían muy poco que decir. Acabo con ella la falta de democracia.

¿Y en qué punto se desvió la República Federal Alemana del camino adecuado (si es que alguna vez estuvo en el camino adecuado)?

Un punto de inflexión importante fue la caída del Muro de Berlín y el desplome de los estados comunistas. Desde entonces el neoliberalismo se ha expandido con una audacia aventurera.

No quisiera hablar con Ud. sobre Sahra Wagenknecht...

Es un tema en el que debo confesarle que no soy imparcial.

… pero actualmente juega un papel importante en el partido. En su último libro, Freiheit statt Kapitalismus [Libertad en lugar de capitalismo], habla positivamente de la economía de mercado, lo que ha sorprendido a muchos.

A mí no. Si se lee el libro correctamente, uno se da cuenta de que en realidad se refiere al así llamado ordoliberalismo de Walter Eucken. La máxima de Eucken de la economía de mercado era que quien obtiene los beneficios, debe también adherirse a los perjuicios. Eso significa que quien obtiene beneficios también debe responder por las pérdidas. Lo que ya no tiene ningún significado, toda vez que en nuestra época sin pies ni cabeza las pérdidas de los bancos han sido impuestas a la comunidad. Otro aspecto a tener en cuenta del libro sería que el estado debería de estar por encima de la economía. Esta frase disolvería hoy nuestro sistema por completo. A este respecto me parece muy ingenioso volver a recordar justamente esto.

N. del T.:
[1] Jakob Augstein y Oskar Lafontaine bromean sobre las preguntas y comentarios superficiales que los periodistas acostumbran a dirigir a Sahra Wagenknecht. [2] Alusión al primer artículo de la Ley Fundamental para la República Federal Alemana: “Die Würde des Menschen ist unantastbar” (La dignidad del hombre es inviolable). [3] La presidencia de La Izquierda se divide entre dos miembros en razón de su origen (Alemania oriental/Alemania occidental) y paridad de género (hombre/mujer).

Oskar Lafontaine fue Presidente del partido de La Izquierda entre 2007 y 2010.

Traducción para www.sinpermiso.info: Àngel Ferrero

http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=4710

sábado, 28 de enero de 2012

Un Mundo sin Jefes? En Argentina ya existen fábricas donde lo hicieron posible.


Un Mundo sin Jefes? En Argentina ya existen fábricas donde lo hicieron posible.

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Por: Mauricio Becerra Rebolledo
Vía: El Ciudadano .
En plena época de crisis económica muchos trabajadores argentinos, desde hace ya una década, demuestran que no es el dinero el que produce riqueza sino que el trabajoSe calcula que son más de 350 empresas gestionadas por sus trabajadores en Argentina, ya sea bajo la forma de control obrero o cooperativas. Llamadas fábricas sin patrones, toman decisiones en asambleas, tienen iguales salarios y sobrevivieron gracias a la solidaridad de vecinos, organizaciones sociales y legislaciones de bien común.
“¿Qué hacemos?”, fue la pregunta que asaltó a los vecinos del barrio Almagro de Buenos Aires cuando la crisis económica del 2001 dejó a vendedores, oficinistas y profesionales, de un día a otro, sin empleo y de brazos cruzados.
En los diez años previos las políticas de ajuste neoliberal del presidente Carlos Menem se privatizaron las empresas estatales, se vendieron los servicios públicos y la sobrevaluación ficticia del peso argentino puesto en paridad con el dólar desmanteló la industria y el año 2000 dejó a un 21% de los argentinos cesantes.
Si en 1998 en el gran Buenos Aires quienes vivían bajo el umbral de la pobreza representaban el 25,9% de la población, el 2001 la cifra llegó al 35,4%. Cientos de miles de argentinos se vieron sin empleo y junto a ello, cayeron en una situación vulnerable y crítica. El “corralito”, que bloqueó las cuentas bancarias de la clase media, produjo otro golpe a la población, dejando a muchos en la calles, con sus ahorros perdidos y sin esperanza de recuperación. Los servicios privatizados aumentaron los costos mientras los salarios se congelaban o incluso bajaban. El presupuesto público para acción social bajó y el Estado disminuyó mucho más su rol regulador y protector. Lo peor del neoliberalismo cayó sobre argentinas y argentinos.
Hubo diversidad de reacciones. También organización y movilización. Sectores de clase media afectados por el “corralito” se unieron con los piqueteros. Los trabajadores y estudiantes apretaron en sus movilizaciones. La crisis sacó a los argentinos a la calle al grito de “¡Que se vayan todos!”. Ya eran los tiempos de la presidencia de Fernando De la Rúa y la crisis, con el pueblo movilizado, lo hizo huir de la Casa Rosada, el 20 de diciembre de 2011.
En lo cotidiano, los vecinos comenzaron a socializar sus problemas. En el barrio Almagro se formó la Comisión de Desocupados de la Asamblea Popular. Una olla común por aquí, un club de trueques por allá o una feria de emprendedores fueron las primeras experiencias de organización y sobrevivencia.
Al mismo tiempo llegaba el rumor de que los trabajadores de muchas empresas cuyos patrones comenzaron a desmantelarlas, se las habían tomado y se disponían a hacerlas producir.
LA PANADERÍA EN EL BARRIO ALMAGRO.
Los primeros meses de 2002, en el barrio Almagro tenían claro que el principal esfuerzo debía ser la creación de un empleo autogestivo. Y como uno de los desocupados tenía unas máquinas de panadería en un local que no podía pagar el alquiler, decidieron ir a recuperarlas. En junio, las gestiones con el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires permitieron que un predio abandonado en calle Franklin 26 se les pasara en comodato. Los nueve integrantes estuvieron una semana entera sacando basura, desratizando y limpiando el lugar. “No había luz ni agua ni baños. Nada, sólo una letrina que si pasabas a diez metros te desmayabas”, contó Walter Blanco, uno de los gestores de la cooperativa.
Consiguieron plata con familiares, vecinos y amigos para poder armar la panadería y a través de gestiones con estudiantes, firmaron un contrato con la Secretaría de Educación para proveer de colaciones a algunas escuelas. “No teníamos capital de trabajo y ellos pagaban a 40 días”, recordó Walter.
Los ingresos eran mínimos, pero la panadería comenzó a ser conocida en el barrio, proveyeron de pan a fábricas recuperadas y salían a vender el alimento calentito en las plazas. Un préstamo de familiares permitió que compraran un horno pizzero y un subsidio del Ministerio de Desarrollo Social les posibilitó comprar un horno rotativo.
Silvia Díaz, ex diputada bonaerense y candidata a vicepresidenta en 1989, es integrante de La Cacerola. “De las 800 viandas que empezamos a repartir en el día, en dos o tres meses llegamos a 2.400. Entraba dinero, comprábamos insumos, producíamos más y muchas veces no nos quedaba nada. Reinvertíamos permanentemente y pudimos empezar a dar un par de saltos: Comprar maquinaria, mejorar las cosas, pero los ingresos nuestros… nada”.
Así fue hasta el 2004. Organizarse en asamblea fue otro desafío. Walter narró: “Nos fuimos dando diferentes formas. Para organizar el trabajo formamos un consejo de administración, nombramos a un responsable general de producción, un coordinador y encargados y responsables en cada sector. Hacíamos reuniones en consejo ampliado para que todos participaran”.
Recién el 2006 lograron consolidarse. Para ampliar el local contaron con la ayuda de obreros de otras fábricas que los guiaron en la construcción. A medida que la demanda creció, se aumentó el número de cupos para trabajar. A esa fecha eran 40 los trabajadores de La Cacerola. Unos se quedaban, otros partían, pero a diferencia de las empresas patronales, cada ganancia era repartida entre los trabajadores.
Así pasó cuando lograron que se les reconsiderara el precio de las viandas escolares. Como el pago fue retroactivo y recibieron 125 mil pesos (15 millones de pesos chilenos) decidieron en asamblea el destino de esas platas. “Una parte quedó para la cooperativa para reinversiones y el resto fue repartido entre los compañeros que habían trabajado en la cooperativa durante el periodo de la reconsideración. Los llamamos a todos los que alguna vez trabajaron con nosotros y vaya sorpresa que se llevaron. Unos seis mil pesos recibieron, que eran dos sueldos de lo que percibíamos esos días”, explicó Walter.
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DE FÁBRICA BRUKMAN A COOPERATIVA 18 DE DICIEMBRE.
Delicia Millahual recordó que un día el gerente de la fábrica Brukman la citó a una reunión en el Ministerio del Trabajo. De origen chileno, llevaba unos 20 años trabajando como costurera en la fábrica de trajes y en la reunión le anunciaron que rebajarían en 50 por ciento su sueldo. “Tiene dos alternativas: firma o la despedimos”, le dijeron.
Semanas antes habían despedido a 115 empleados. La tónica era la misma. En una camioneta se los llevaban al Ministerio para una reunión en la que las alternativas eran aceptar la rebaja de sueldo o el despido. La falta de trabajo en plena crisis del 2001 provocaba que muchos aceptaran. Como Delicia no aceptó, cuando llegó a su hogar encontró la notificación de despido.
La fábrica de ropa pertenecía a la sucesión Brukman. Su gerente, Jacobo Brukman, vio cómo desde 1995 el negocio de confeccionar ternos se deshilachaba. Si a fines de los ’80 llegó a tener 470 trabajadores, cuando estalla la crisis ya estaba despedida más de la mitad de los empleados. Los salarios fueron reducidos. Había semanas en que pagaban dos dólares por los siete días.
En diciembre de 2001, Jacobo llamó a convocatoria de acreedores. La quiebra estaba a un paso. Juan Carlos Rigimi, de la sección de planchado, manifestó que “los tipos habían vaciado la empresa. Se llevaron mucha guita (plata), se seguían endeudando y no invertían nada en la empresa”.
Los 22 trabajadores que quedaron, observaron impotentes el desmantelamiento de la fábrica. Se reunieron y se preguntaron ¿qué hacemos?, ¿un paro?, ¿una huelga de brazos caídos?, ¿nos tomamos la fábrica?
Algunos propusieron la toma; otros temían que llegara la policía y los detuviera. Pero todos tenían la convicción de que así no podían seguir. En la primera asamblea que hicieron, el 18 de diciembre del 2001, decidieron tomarse la fábrica. La mayoría eran mujeres.
Juan Carlos contó que “Jacobo Brukman se fue y quedamos esperando que nos pagaran el sueldo. Pero como no volvió más, estuvimos casi un año sin sueldos”. No sólo se fue con los sueldos, también con la plata de las jubilaciones, la cuota sindical, los aguinaldos y el seguro de salud.
Pese a la adversidad, los trabajadores tenían la convicción de que con la fábrica a su cargo tenían que hacerla volver a funcionar. Había que pagar las cuentas de luz, agua y teléfono y debían negociar con los proveedores para poder producir. En el proceso llamaron a Delicia y a otros trabajadores para que se reintegraran. “Era muy grande la fábrica para tan poca gente”, comentó Juan Carlos.
Para poder funcionar, los trabajadores formaron comisiones de ventas, mantenimiento, insumos, prensa y de contactos con clientes. En enero de 2002 todos los antiguos clientes se fueron, y los trabajadores comenzaron a recorrer ciudades y provincias buscando pedidos de trabajo. Al mes les llegó el primer cliente: una partida de bermudas de la firma Port Said. Con eso pudieron pagar las cuentas.
A la vez, propusieron a la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires un proyecto legal para estatizar la fábrica y dejarla bajo control obrero. La moción fue rechazada y la patronal pidió el desalojo. El 17 de marzo de 2002 ocurrió el primero, pero al tiempo los trabajadores volvieron a ocupar la empresa.
Los patrones acusaron a los trabajadores de haber robado las máquinas y logran un segundo desalojo en diciembre de 2002, a cargo de policías y mercenarios. Pero tras cada desalojo, los trabajadores volvieron a la fábrica para echarla a andar.
El 18 de abril de 2003 fueron nuevamente expulsados. Fue tan violento que no les quedó otra que continuar la lucha en la calle. Estuvieron ocho meses y 11 días con una carpa instalada en una plaza contigua a la fábrica, lo que despertó la solidaridad de las asambleas barriales y organizaciones sociales.
Pasaron el invierno, el frío y la lluvia y la carpa se vaciaba. Apenas podían sobrevivir recolectando dinero en universidades o eventos. También les salían pedidos, como unos dos mil pañuelos mandados a hacer para un colectivo inglés antiglobalización que los estrenaría en la protesta contra el G-8 en México.
Pero a fines de ese año las nubes se disiparon. Una solución transitoria de la Legislatura expropió temporalmente Brukman, declarada en quiebra, y la entregó en comodato a la Cooperativa 18 de Diciembre. Ya habían cambiado de nombre y decidieron ponerle la fecha de la primera asamblea.
Hoy dan trabajo a más de 60 personas -la mayoría mujeres-, tienen un reglamento interno y toman las decisiones en asambleas. No hay jefes ni patrones. Decidieron así entrar a las seis de la mañana y concluir las labores a las tres de la tarde. El sueldo es de tres mil pesos ($360.000 pesos chilenos -que es el salario promedio en Chile).
Delicia detalló que “se trabaja a conciencia, porque ante tus compañeros no vas a andar sacando la vuelta”. Juan Carlos añadió que para organizarse “y que esto no sea un quilombo, partimos de la autodisciplina, que es yo cumplo, vos cumplís; vos no cumplís, yo no cumplo”.
Tienen contador y fiscalización hecha por fiscales elegidos en la asamblea a la que rinden cuentas y al síndico de la Cooperativa. Todo ahora es hecho por ellos. Es simple, según Delicia, porque “siempre el trabajador sabe donde empieza el trabajo y donde termina”.
LA EXPERIENCIA QUE QUEDA.
Waldo Lao, investigador de la Universidad de São Paulo, observó que pese a que estas experiencias “están insertas en la lógica del capital y de la economía de mercado, viabilizan otras formas de relación, que pasan por la división igualitaria de los salarios, las decisiones colectivas y por la socialización de espacios para crear actividades para su comunidad”.
A juicio de Silvia Díaz, estas cooperativas son “una herramienta de lucha, una experiencia que demuestra que los trabajadores somos capaces de generar nuestras propias unidades productivas. Esto es importante en lo inmediato, en periodos de crisis de un modelo que genera desocupación constante. También por lo que nos abre sobre la sociedad por venir. No es trasladar todo mecánicamente y que todos sean cooperativas, pero aportan a la construcción de un modelo social”.
Agregó que se asiste a “la transformación del sujeto social, que viene del asalariado o de la cesantía, en un sujeto autogestivo. Su subjetividad, su conciencia, sus valores es un proceso que tiene una velocidad distinta a la exigencia de responder al mercado, que es una jungla”.
La Cacerola es hoy un café, panadería y entrega colaciones a los colegios de la provincia; la ex Brukman tiene pedidos para el 2011 y 2012, como los uniformes de Aerolíneas Argentinas, por ejemplo.
Ahora, las cooperativas y fábricas sin patrón apuntan a una ley que les permita acceder a créditos para renovar maquinarias y así ser competitivas. Otras tantas aún esperan una ley de expropiación que les permita certeza respecto de su futuro. “Si lo vemos desde donde surgimos hemos avanzado un montón, pero si lo vemos desde donde deberíamos estar ya, creo que falta mucho”, recalcó Silvia.
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