domingo, 23 de enero de 2011

La CIA, mecenas del expresionismo abstracto

Nota edición: La historiadora Frances Stonor Saunders, autora de un magistral estudio sobre la CIA y la guerra fría cultural, acaba de revelar en la prensa británica nuevos detalles sobre el mecenazgo secreto de la CIA a favor del expresionismo abstracto. El diario italiano La Repubblica se interroga sobre la explotación ideológica de esa corriente artística.

Jackson Pollock, Robert Motherwell, Willem de Kooning, Mark Rothko. Los maestros del expresionismo abstracto no eran nada simples y fueron considerados incluso escandalosos. Protagonistas de una corriente que iba realmente contra la corriente, una bofetada a las convicciones de la sociedad burguesa, y que contó a pesar de ello con el respaldo del mismísimo sistema.
Por primera vez se confirma un rumor que ha circulado durante años: la CIA financió abundantemente el expresionismo abstracto. Objetivo de los servicios secretos estadounidenses: seducir las mentes de las clases alejadas de la burguesía durante los años de la guerra fría. Fue precisamente la CIA quien organizó las primeras grandes exposiciones del New American Painting, que dieron a conocer las obras del expresionismo abstracto en las principales ciudades europeas: Modern Art in the United States (1955) y Masterpieces of the Twentieth Century (1952).
Donald Jameson, ex funcionario de la agencia, es el primero en admitir que el apoyo concedido a los artistas expresionistas formaba parte de la política de «correa larga» (long leash) a favor de los intelectuales. Una refinada estrategia: mostrar la creatividad y la vitalidad espiritual, artística y cultural de la sociedad capitalista en contraste con la monotonía de la Unión Soviética y de sus satélites. Estrategia adoptada y aplicada en todos los sentidos.
El apoyo de la CIA privilegiaba revistas culturales, como Encounter, Preuves y, en Italia, Tempo presente de Silone y Chiaramonte. Y también formas de arte menos burguesas, como el jazz, a veces, y, precisamente, nada más y nada menos que el expresionismo abstracto.
Los hechos se remontan a los años 1950 y 1960, cuando Pollock y los demás representantes de su corriente no tenían buena reputación en Estados Unidos.
Para tener una idea del ambiente que los rodeaba basta con recordar la frase del presidente Truman: «Si eso es arte, yo soy un hotentote.» Pero el gobierno de Estados Unidos, recuerda Jameson, tenía precisamente en aquellos años la difícil tarea de tratar de promover la imagen del sistema estadounidense y en particular de sus fundamentos, la 5ª enmienda, la libertad de expresión, gravemente empañados todos como consecuencia de la cacería de brujas desatada por el senador Joseph McCarthy, en nombre de la lucha contra el comunismo.
Para ello era necesario enviar al mundo una señal fuerte y clara con un sentido opuesto al del maccarthismo. Esa misión fue encomendada a la CIA que, en el fondo, operaría con toda coherencia. Paradójicamente, en efecto, en aquella época la agencia constituía un enclave «liberal» en un mundo encaminado decisivamente a la derecha. Dirigida por agentes y asalariados provenientes en su mayoría de las mejores universidades, a menudos ellos mismos coleccionistas de arte, artistas figurativos o escritores, los funcionarios de la CIA representaban el contrapeso de los métodos, de las convenciones beatas y del furor anticomunista del FBI y de los colaboradores del senador McCarthy.
«El expresionismo abstracto, yo diría que somos justamente nosotros en la CIA los que lo inventamos –declara hoy Donald Jameson, citado por el cotidiano británico The Independent [1]– después de haber echado una ojeada y de haber percibido al vuelo las novedades de Nueva York, en el Soho. Bromas aparte, enseguida vimos muy claramente la diferencia.
El expresionismo abstracto era el tipo de arte ideal para mostrar lo rígido, estilizado, estereotipado que era el realismo socialista de rigor en Rusia. Fue así como nos decidimos a actuar en ese sentido.»
Pero, ¿lo sabían Pollock, Motherwell, de Kooning y Rothko? «Claro que no –declara inmediatamente Jameson– los artistas no estaban al corriente de nuestro juego. Hay que excluir que gente como Rothko o Pollock supiesen nunca que estaban siendo ayudados desde la sombra por la CIA, que sin embargo tuvo un papel esencial en el lanzamiento de ellos y en la promoción de sus obras. Y en el vertiginoso aumento de sus ganancias.»
Nota edición: Para más información, ver el estudio inicial de Frances Stonor Saunder, en el capítulo 16 de su libro Who Paid the Piper? (Granta Books, 1999) o la versión francesa traducida por Delphine Chevalier y publicada con el título Qui mène la danse? (Denoël, 2003).
[1] «Modern art was CIA ’weapon’», por Frances Stonor Saunders, The Independent, 22 de octubre de 2010.
Fuente: http://www.voltairenet.org/article168136.html

Rebelión

sábado, 22 de enero de 2011

Hacia un nuevo orden mundial El impacto en Europa

El desafío se juega también en el tablero europeo

Pekín tiende puentes con la eurozona al adquirir deuda de países bajo presión

CLAUDI PÉREZ - Madrid - 19/01/2011

Las relaciones económicas entre EE UU y China, la superpotencia en declive y la gran nación emergente, son una especie de equilibrio del terror comercial y financiero.
Las relaciones económicas entre EE UU y China, la superpotencia en declive y la gran nación emergente, son una especie de equilibrio del terror comercial y financiero. "Ellos nos dan productos envenenados, nosotros les damos papeles sin valor", resume con retorcida ironía Paul Krugman: China vende sus productos a EE UU y sigue creciendo a toda velocidad, e invierte el ingente superávit comercial que atesora en bonos estadounidenses. Europa entra ahora en ese juego: China llevaba tiempo tratando de librarse de una parte de la deuda norteamericana, pero los mercados hubieran podido convertir eso en una ruina. El dólar se hubiera hundido (y el consumo estadounidense con él) y los ahorros chinos se hubieran volatilizado. La crisis del euro le ha dado esa oportunidad.
En medio de la peor crisis de los últimos 80 años -que coincide con una transferencia de poder desde Occidente hacia Asia como no se había visto en siglos-, China lleva semanas comprando deuda de los países más castigados (Grecia, Irlanda, Portugal y España). Con EE UU ya hizo algo parecido al asegurar que seguiría comprando bonos tras la quiebra de Lehman Brothers, según desvelaron los cables de Wikileaks. En ambos casos ha ejercido, de facto, como superpotencia al aparecer como ventanilla de último recurso. China como banquero de Europa; del mundo. Eso sí: nada es gratis, o al menos eso dice la máxima económica por antonomasia.
A cambio del salvavidas, Pekín quiere garantizarse activos estratégicos a bajo precio en los países más debilitados, y mayor influencia en la política económica europea. Además de otras regalías: es difícil morder la mano que te da de comer. Las críticas al sistema, a los atentados contra los derechos humanos o a la transferencia de tecnología por las buenas o por las malas -copia de diseños y patentes, etcétera- se hacen más complicadas cuando el precario equilibrio del euro está en juego.
EE UU adelantó a Reino Unido como superpotencia en el último tercio del siglo XIX, aunque la caída de la libra se retrasó 75 años más. Ahora China ocupa una situación similar a la de EE UU hace algo más de un siglo. Y en ese camino va dando pasos sutiles para desafiar a EE UU. La debilidad interna y externa de Obama es el correlato de su declive económico. Washington tiene ya bastantes problemas como para ocuparse de otros fuegos. En la crisis europea no ha jugado un papel relevante: es China quien la ha aprovechado para tender puentes con la deuda. Pero sus ambiciones son mayores. En Grecia ha empezado a hacerse ya con activos, con una inversión multimillonaria en el puerto de El Pireo. En Irlanda prepara una inversión para que su industria desembarque a orillas del río Shannon. Uno de sus grandes bancos está a punto de aterrizar en Madrid. Y así ad infinitum.
Puede que el golpe en el mercado de deuda sea menos espectacular de lo que parece. "Es difícil sobreestimar el papel de China en la economía global y sin embargo con la deuda europea lo hacemos", afirma en Bruselas Daniel Gros, del think tank CEPS. "La cifra invertida no es aún sobresaliente, entre otras cosas porque los chinos carecen de experiencia para evaluar los riesgos en esta zona del mundo. Y en cambio esa influencia que va adquiriendo tiene contrapartidas: el desarrollo de China le lleva cada vez más a competir con algunas de las cosas que se producen en la periferia de Europa", apunta. China ya fabrica zapatos en Prato (Italia). Ha levantado en Shanghai una terminal aeroportuaria extrañamente parecida a la millonaria T-4 de Barajas. Y no solo la periferia tiene razones para temblar: los chinos fabrican ya en su país el 60% de los componentes de sus coches, y saben hacer trenes de alta velocidad como los de Siemens. Mil millones de personas abandonaron silenciosamente el marxismo hace 30 años: desde entonces China ha parecido durante mucho tiempo un pozo sin fondo de mano de obra barata; ahora es ya el banquero de EE UU y el salvavidas de Europa. Y ha aprendido a usar su dinero como arma estratégica.
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Estados Unidos fue el animador de la masacre Los cables de WikiLeaks acerca de la carnicería israelí en Gaza


Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

CounterPunch ha tenido acceso al archivo de cables de WikiLeaks sobre el ataque de Israel a Gaza de hace dos años (Operación Plomo Fundido, 27 de diciembre de 2008 a 18 de enero de 2009). Aunque los cables hacen a menudo un refrito de las informaciones que aparecen en la prensa israelí, proporcionando escasas aportaciones sobre el ataque de Israel o la forma de planificarlo, muestran con claridad implacable que el gobierno de Estados Unidos fue poco más que criada y amanuense de la maquinaria militar israelí. Los cables dejan claro, si es que se necesitaban más revelaciones, dónde se situaban exactamente los EEUU con respecto a los ataques, no provocados, contra los palestinos y otros vecinos árabes. Aunque la Operación Plomo Fundido tuvo lugar durante los últimos días de la administración Bush, y acabó dos días antes de que Barack Obama fuera investido, cada una de las políticas de Obama de los siguientes dos años –incluido el repudio de su gobierno del Informe Goldstone, donde se detallaban las atrocidades israelíes y los crímenes de guerra durante la Operación- ha demostrado la sorprendente continuidad del apoyo prestado a las acciones israelíes.
Los cables aportan un relato notablemente parcial del asalto. Debido a que toman a diario su información fundamentalmente de los medios israelíes, los cables llevan la cuenta de los cohetes lanzados hacia Israel desde Gaza y describen dramáticamente “las muñecas quemadas y los destruidos juguetes de los niños” en una guardería desocupada de Beer Sheba alcanzada por un cohete, pero no menciona prácticamente el intensivo bombardero aéreo y artillero contra Gaza, incluida su población civil. No hay información alguna sobre los bebés palestinos calcinados y muy poca sobre las propiedades destruidas en Gaza. Incluso los medios occidentales proporcionaron una cobertura más exacta de las víctimas palestinas de la que ahí se recoge.
Los cables de la embajada de EEUU proporcionaron alguna información sobre las víctimas palestinas, pero tal información fue mínima. En un cable enterrado entre toda la colección, aproximadamente diez días después del asalto, se citan informaciones de la prensa occidental con una única información sobre 530 palestinos asesinados. Esto se produjo en un punto en el que los cables recogían la muerte de cinco israelíes. Las bajas israelíes aparecen continuamente repetidas. Eso supone más o menos una ratio de 100 a 1 palestinos muertos frente a los muertos israelíes, pero de esto no se dice nada en los cables estadounidenses. En unos pocos casos, los funcionarios consulares estadounidenses informan de los puntos de vista de unos cuantos habitantes de Gaza, trasladando con franqueza la angustia palestina, pero incluso en esta ocasión, cuando un gazatí informa de que su ciudad está siendo salvajemente atacada por el fuego israelí, los cables valoran su información refiriéndose a “lo que él denomina como ‘indiscriminado’ fuego israelí”.
Siempre que los cables mencionan que un lugar específico en Gaza ha sido atacado o destruido, incluyendo hospitales y mezquitas, repiten las afirmaciones israelíes sin cuestionarlas; por ejemplo, el 2 de enero se informó de que la Fuerza Aérea israelí había destruido una mezquita que “según diversos informes sirve como depósito de armas y centro de comunicaciones”. La embajada informa, sin un hálito de escepticismo, de la afirmación israelí a mitad de la operación de que los operativos de Hamás estaban reconstituyendo “cierto mando y capacidades de control” en el Hospital Shifa de Ciudad de Gaza disfrazándose ellos mismos de doctores y enfermeras.
El primero de esa colección de cables revela el sesgo estadounidense al informar, varios días antes de que empezara la Operación Plomo Fundido, de que en Israel había habido presiones para que se “respondiera” a los ataques de cohetes desde Gaza, “ya que Hamás anunció el 19 de diciembre el final de la ‘tahdiya’ [el acuerdo de tregua]. Todo este esfuerzo por poner la responsabilidad de las hostilidades sobre Hamás ignoraba el hecho, que no era ningún secreto para todos los que seguían la situación en aquel momento, de que era Israel quien el 4 de noviembre había violado la tregua que estaba en vigor desde el mes de junio anterior cuando lanzó una incursión, que nadie había provocado, en el interior de Gaza matando a varios palestinos. La acción de Hamás al poner fin a la tregua semanas después fue una respuesta a la violación de Israel.
La prueba más vergonzosa de la parcialidad estadounidense –y la única instancia de análisis o asesoría política en esta colección de cables- se produjo también antes de que empezara la Operación. “Nuestra recomendación”, escribe el Embajador James Cunnigham el 22 de diciembre, “es que el gobierno de Estados Unidos empiece a culpar a Hamás de la ilegitimidad de su gobierno en Gaza, de su política de lanzamiento de cohetes, de permitir que otras facciones lancen cohetes y morteros contra objetivos israelíes y de su decisión de poner fin a la ‘tahdiya’ o período de tregua”. Cunnigham parece confundir causa y efecto: incluso aunque el gobierno de Hamás fuera ilegítimo, que no lo es –Hamás fue elegido democráticamente tres años antes-, no es una presunción habitual que una ilegitimidad política justifique un ataque masivo militar. Y no lo es sobre todo porque, como EEUU debía saber, Hamás no provocó las hostilidades. Cunnigham sigue adelante recomendando apoyar “el derecho de Israel a la autodefensa”. Al parecer, Hamás no tiene tal derecho para defender a los gazatíes del ataque israelí.
La embajada pule su conciencia “haciendo hincapié en nuestra preocupación por el bienestar de los inocentes civiles palestinos y la disposición estadounidense para procurar ayuda humanitaria de emergencia”. Esta la única mención a los inocentes civiles palestinos en toda la colección de cables.
La hipocresía es flagrante. La parcialidad mostrada aquí por EEUU no es, obvia y absolutamente, un fenómeno nuevo. Pero aquí aparece expresada claramente, con puntos y comas: la diplomacia animando a la masacre y el genocidio (un término utilizado por no pocos judíos y otros comentaristas durante el ataque contra Gaza). Tales atrocidades están muy bien a los ojos de EEUU cuando es Israel quien las comete pero Hamás no debe ni atreverse a respirar.
Kathleen Christison fue analista de la CIA y es autora de varios libros sobre la situación palestina, entre ellos Palestine in Pieces, escrito junto a su difunto marido Bill Christison. Puede contactarse con ella en:
kb.christison@earthelink.net
Fuente: http://www.counterpunch.org/christison01192011.html
rCR

Rebelión

viernes, 21 de enero de 2011

Alemania-2009: una deuda histórica con el pasado

Alemania-2009: una deuda histórica con el pasado
Escrito por Harald Neuber (*) jueves, 24 de diciembre de 2009 24 de diciembre de 2009, 02:04Por Harald Neuber (*)
A punto de concluir 2009, Alemania se ve enfrentada una vez más con su oscuro pasado y las deudas históricas por saldar. Con grandes expectativas un tribunal de la ciudad de Munich abrió un juicio contra el criminal nazi John Demjanjuk. El juez Ralph Alt interrumpió el proceso hace dos semanas por una supuesta enfermedad de Demjanjuk, de origen ucraniano y ex guardia de las SS (policía hitleriana) en el campo de concentración de Sobibor, en la Polonia ocupada. Demjanjuk, de 89 años de edad, es acusado de complicidad en la muerte de 27 mil 900 hombres, mujeres y niños judíos, en 1943. El juicio ha generado muchas expectativas en la opinión pública de Alemania, pues es probablemente el último proceso contra un criminal nazi todavía vivo. Con vistas a la acusación de complicidad en el asesinato de casi 30 mil seres humanos resulta sumamente importante la participación de docenas de acusadores, en calidad de testigos querellantes, comenta el diario conservador alemán FAZ. La participación de hijos y familiares de las víctimas "le da un rostro al proceso", subraya el periódico. Por otra parte, este último proceso contra un criminal de guerra nazi tiene un gran significado para Alemania, toda vez que le recuerda su culpa histórica. Es por ello que los abogados de los acusadores ejercen el oficio sin cobrar honorarios. No es solamente un proceso en nombre del pueblo alemán, dijo Cornelius Nestler, uno de los demandantes: "Es un proceso en nombre de las víctimas judías, un proceso que nos recuerda la maquinaría que existía en Alemania en aquel tiempo". Con la causa contra Demjanjuk también termina una era, más de 60 años después, de los juicios de Núremberg. Demuestra además que Alemania reconoce su responsabilidad histórica, según medios periodísticos. Pero eso es solamente una parte de la verdad. Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, muchos ex criminales nazi asumieron altos cargos políticos en la República Federal de Alemania. El caso más famoso es el del democristiano Hans Filbinger, ex primer ministro de Baden-Wurtemberg. Cuando Filbinger murió en 2007 el entonces primer ministro de Baden Wurtemberg, el democristiano Günther Oettinger, leyó una oración fúnebre. Hans Filbinger no fue un nazi - dijo - al contrario, fue un adversario del régimen fascista. La justicia se impone para Alemania en aras de saldar una deuda histórica con la Humanidad. (*) El autor es corresponsal de Prensa Latina en Berlín. rr/oda/hcn

Atina Chile

jueves, 6 de enero de 2011

El estudio sobre la ayuda de la diplomacia alemana en el exterminio de los judíos acaba con un mito

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La RFA supuso, a muchos niveles, una continuidad respecto al nazismo que se ha tratado de ocultar por todos los medios, pero que la historiografía está sacando a la luz. Y no es una cuestión histórica. El devenir alemán y europeo de los últimos años no se entiende sin un proceso previo de desmitificación de la historia.

Ingo NIEBEL
Desde la fundación de la República Federal de Alemania en 1949, su Ministerio de Exteriores ha mantenido que durante el nazismo (1933-1945) había sido un nido de la resistencia antifascista. Como ejemplo se citaron los nombres de aquellos diplomáticos que fueron ejecutados en 1944 por su relación con el fracasado «golpe de los coroneles» contra Hitler.
«Fueron personas aisladas» aclara una comisión de cuatro historiadores que durante un lustro ha investigado por encargo del Ministerio su historia durante el régimen nazi. Concluye que, salvo las muy contadas excepciones, toda la jerarquía de dicha institución apoyó la política antisemita del partido nazi y de su führer. Su identificación con la misma era tal que ni siquiera intentó disimular que a partir de 1941 se procedía a matar a las personas de religión judía. Una de las muchas pruebas que los científicos encontraron en el Archivo Político del Ministerio de Exteriores (PAAA) era la factura que el diplomático Franz Rademacher presentó a la administración para saldar los gastos de un viaje a Belgrado. Como motivo de su traslado apuntó «liquidación de judíos». Otro de los hallazgos revela que el secretario de Estado, Ernst von Weizsäcker, aprobó que se le retirase la nacionalidad alemana al premio Nobel de literatura Thomas Mann por supuesta «propaganda hóstil contra el Reich».
Estas son algunas de las perlas que Eckart Conze y Norbert Frei, Peter Hayes y Moshe Zimmermann, han reunido en las 880 páginas de su obra «El Ministerio y su pasado. Diplomáticos alemanes en el Tercer Reich y en la República Federal». Tal y como indica el título, su trabajo abarca tanto el nazismo como el «reciclaje político» promovido por el primer canciller de la RFA, Konrad Adenauer, que sus diplomáticos han vivido hasta ahora. Por eso relata también por qué y cómo el ministro de Exteriores, el verde Joseph Martín Fischer, ideó esa labor investigadora después de haber decretado en 2003 que ningún diplomático que hubiera sido miembro del partido nazi o de las SS podría recibir homenaje alguno. Con ello, el político verde provocó un fuerte rechazo por parte de los afectados y de la derecha, que recordaron el pasado izquierdista de Fisher.
El debate sigue pero desde otros ángulos. Desde los ámbitos del PAAA, que es autónomo del Archivo Federal, se rechaza la afirmación de la Comisión investigadora de que se retenían ciertos documentos. Como excusa se esgrime el hecho de que los archiveros dependen de las órdenes que le vienen desde el Ministerio. Justamente por eso, hay voces que exigen la integración del PAAA en la estructura del Archivo Federal.
En su contra se argumenta que en el Bundesarchiv se suelen destruir las facturas de los viajes, que en el presente caso han probado la implicación de los diplomáticos en los crímenes nazis. Aparte de eso, los defensores de la reputación del Ministerio echan una cortina de humo, restando importancia a la investigación indicando que el estadounidense Christopher Browning trató el mismo tema ya en 1978 en una obra que está siendo traducida al alemán. También destaca el trabajo de Hans-Jürgen Döscher sobre «Las SS y el Ministerio de Exterior en el Tercer Reich» que en 1991 trazó la «diplomacia a la sombra de la solución final»
Finanzas y Gernika
Más allá de esta discusión, se ha pedido que otros ministerios como el de Finanzas se sometan a una investigación similar. Dicha institución era responsable primero de expropiar completamente a los judíos antes de que éstos subieran a los trenes que les llevaron a los campos de exterminio. Después de la guerra, los mismos burócratas hicieron todo lo posible para denegar indemnizaciones a los supervivientes. Esa fatal mentalidad también la vivió el político vasco Jesús María de Leizaola en 1965.
En su calidad de lehendakari del Gobierno de Euzkadi en el exilio, Leizaola solicitó al Gobierno alemán que se indemnizara a las villas de Durango y Gernika, afectadas por los bombardeos de la Legión Cóndor y a las personas que más tarde sufrieron la persecución nazi en territorio galo. El ministro de Finanzas rechazó la petición por razones legales, ignorando no sólo el cargo oficial que ostentaba Leizaola sino incluso la existencia del pueblo vasco, empezando su epístola así: «Incluso si las reivindicaciones de los «vascos» o del «Gobierno Vasco» pudieran estar razonadas por la actuación de las Fuerzas Alemanas(...)» Siguiendo esta línea, la respuesta no va dirigida al lehendakari sino sólo al Herr (señor) Leizaola.
El problema que se encuentra detrás de estos sucesos es que los burócratas alemanes no han cesado de operar de esta manera. Otro ejemplo lo ofrece Ulli Simon en sus recuerdos sobre el golpe militar de Pinochet (1973) en cuyo transcurso su padre fue desaparecido. Al final lograron sacarle del barco prisión y refugiarse con él clandestinamente en el recinto de la Embajada de la RFA, gracias a que un cura alemán les ayudó a superar todos los obstáculos que habían impuesto tanto el cónsul general como el embajador para no tener que ayudarles.
Ante este fondo es de esperar que la obra de los cuatro historiadores tendrá su continuación aclarando qué posiciones tomó la diplomacia alemana ante los vuelos secretos de la CIA y otras vulneraciones de los derechos humanos en la actualidad.

Gara

sábado, 1 de enero de 2011

De regreso con los habitantes del pantano

Lecturas sobre el desarme del petróleo en el Golfo de México y recuerdos de las vidas perdidas en el Delta del Níger

El Mundo que viene | 29/12/2010 - 12:02h

El año de la tardía conciencia petrolera global, 2010, me recordó que yo he estado en el negocio del petróleo desde hace bastante tiempo. Todo empezó en los años anteriores a la independencia de Nigeria, cuando por casualidad leí una breve nota sobre el descubrimiento de petróleo en una aldea poco conocida hasta entonces, que llevaba el apropiado nombre de Oloibiri.
En ese tiempo, yo era estudiante en Gran Bretaña; es decir, vivía en un país que estaba explorando los recursos naturales de otros lugares, especialmente en sus antiguas colonias. Esto no significaba que yo tuviera la más ligera noción sobre la búsqueda de recursos energéticos por parte de las naciones industrializadas ricas. Lo que eso significara para los países pobres y en desarrollo, distinguidos con el don del petróleo y que estaban empezando la carrera por controlar tales recursos, no estaba en mi radar.
La noticia me afectó profundamente en una forma no industrial ni comercial. Reflexioné en el tipo de transformación que podría provocarse cuando la mercancía básica pasara de aceite de palma a petróleo crudo.
Nunca había estado en el delta del Níger, ciertamente no antes de mi estancia en una universidad extranjera en 1954. Sabía de él sólo por mis clases de geografía en la escuela secundaria: un lugar de densos pantanos con manglares y con la folclórica Mami Wata, nuestra sirena local, mitad humana, mitad pez pero toda seducción. Mi imaginación se desplazó a la reinserción de una presencia extraña en los ritmos antiguos de la vida en el lugar: primero misioneros, comerciantes y potencias coloniales; ahora, exploración petrolera.
Mi obra “Los habitantes del pantano” tenía muy poco que ver con lo que había suscitado la idea. Mi diálogo compulsivo con la naturaleza se apoderó de mí. Las consecuencias económicas, el impacto de la lucha global por nuestra riqueza, revoloteaban débilmente en el fondo.
Se necesitarían unos decenios más para que se hicieran sentir esas consecuencias. Se necesitaría aun más tiempo para demostrar que la irresponsabilidad corporativa de los cazadores de tesoros en un oscuro rincón del mundo tenía su propia forma de extenderse, como una mancha de petróleo, hasta las costas mismas de las naciones industrializadas donde se había originado.
A mi regreso a Nigeria empecé a recorrer el país, investigando el teatro tradicional. La fase de extracción – la perforación – ya estaba en marcha y su titilante firma en los cielos era la llamarada de petróleo. Tuve la fortuna de volar por el sureste, por cortesía de una empresa constructora de carreteras. Esas llamaradas indicaban en ese tiempo nada más que la misión de la compañía: abrir la tierra a la industrialización. El petróleo sólo era el facilitador de este proceso.
Poco a poco, sin embargo, las noticias se filtraron y después empezaron a salir a borbotones como la otra cara del petróleo. El suelo de los habitantes del pantano estaba bajo asedio.
Desalojos, confiscación de tierras, demolición de casas, deterioro ambiental, pérdida de medios de subsistencia: las llamaradas de petróleo ya no eran sólo una inocua escritura en los cielos, sino el fuego de la imprevisión y la indiferencia.
En 1975, mucho antes del desastre del Exxon Valdez en 1989, otro buque cisterna, el Colocotronis, se quebró por el casco frente a las costas holandesas. Ahora bien, el derrame resultante pudo haber sido considerado una advertencia. Para mí, el nombre Colocotronis tenía ecos, de una manera siniestra, con el de Oloibiri.
Cuando empezó a conocerse la devastación ambiental del delta, yo obtuve copias de las actas judiciales del caso del Colocotronis: el veredicto había sido en contra de la compañía naviera. La atención a los detalles era impresionante; fue la primera vez que vi el valor de un ave, un insecto o un metro de tierra de labranza evaluado en dólares y en centavos. Me di cuenta de que el desglose de la flora y la fauna destruidas es contabilidad de rutina en caso de derrames petroleros, excepto, al parecer, cuando el incidente afectaba a África u otros países del tercer mundo.
Cuando un batallador amigo y también escritor tocó a mi puerta, recién llegado de la región de los habitantes del pantano, yo estaba más que preparado. Su nombre era Ken Saro-wiwa, y llegó armado con una agenda de reformas dirigida al gobierno y a las compañías petroleras. La cruzada que emprendió en nombre de su pueblo, los ogoni, lo llevaría al martirio. Sin embargo, antes de ese final devastador, logró despertar la conciencia del mundo.
A cambio de ser la olla de la riqueza en la que cada parte del mundo metía su cuchara, se habían destruido los modos tradicionales de los habitantes del delta para generar su subsistencia. Gracias a Ken, la causa del medio ambiente se volvió la causa de los pueblos indígenas y de las minorías de todo el mundo; estos querían que se les devolviera su modo de vida y que se escuchara su voz.
Le aseguré a Ken que podía dar por descontado mi apoyo.
Avanzo rápido hasta el 20 de abril del 2010 y hasta la noticia del enorme derrame de crudo en el golfo de México. Este suscitó la furia de los legisladores estadounidenses y catapultó a su presidente en mangas de camisa al lugar de los hechos. Una audiencia del Congreso congregó a ejecutivos del petróleo, que mascullaron excusas. Las noticias de todo esto dominaron los medios informativos de todo el mundo.
Cuando leí la confirmación de lo obvio –que el petróleo perdido en el golfo de México era apenas una fracción de las cantidades que se habían filtrado en las tierras de los habitantes del pantano desde hacía más de medio siglo–, cuando escuché las manifestaciones de remordimiento del director ejecutivo de British Petroleum, mi mente regresó con Saro-wiwa, ese hombre rechoncho que llevaba una pipa sin encender entre los dientes.
Su mente siempre había estado fija en las tierras de los habitantes del pantano, ese frágil ecosistema. Él tuvo una dilatada experiencia con la colaboración de las compañías petroleras y gobiernos nigerianos anteriores, que, con el tiempo, despertó la resistencia del pueblo, que tuvo sus primeros chivos expiatorios en nueve seres humanos, los Nueve de Ogoni. Me pregunté si él habría experimentado, como yo me atreví a hacerlo en su nombre, una sensación de autoafirmación o, quizá, algo parecido a un punto final.
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