
Imaginen  un país invisible, que no sale en los mapas, y que controla el 50% del  mercado mundial de cobre. Que cuenta con un PIB de 145.000 millones de  dólares, cercano al de Marruecos, por el que pasa el 10% del trigo  global y casi el 25% de la cebada, el girasol y la colza de todo el  mundo. Un ente sin fronteras que influye de forma notable sobre el  precio de las materias primas y que aún así vive en el limbo de lo  desconocido para la gran mayoría de la opinión pública. Ese país existe:  se llama Glencore, y como tituló Reuters un reportaje sobre la empresa,  se trata de «la gran compañía de la cual jamás ha oído hablar». 
 A imitación de la confidencialidad de los bancos helvéticos, la  compañía se ha caracterizado desde su nacimiento por el hermetismo y la  escasa aparición en los medios. Esta falta de publicidad no repercute en  sus beneficios. 
Radicada en el paraíso fiscal de Zug (Suiza), Glencore tiene el honor de ser la 
mayor compañía de compraventa y producción de materias primas y alimentos del mundo.  Sin embargo la empresa ha copado en las últimas semanas más titulares  de lo habitual. Hace un mes el enorme tamaño de la empresa hizo  tambalear el parqué londinense: la compañía protagonizó la mayor salida  de la historia de la Bolsa de Londres al colocar un 20% de sus títulos  en los mercados. Entonces comenzaron a desvelarse algunos de los  detalles de una compañía infranqueable, empezando por sus dueños. El  español Daniel Maté, desconocido poseedor de un 6% de las acciones de la  compañía, se convertía en la cuarta mayor fortuna patria según  «Forbes», con 2.500 millones de euros.
  Muchos albergaron la esperanza de que la salida a Bolsa de la  empresa conllevara un aumento de la transparencia sobre algunas de sus  operaciones. Junto a su inmenso patrimonio, Glencore presume de contar  con una variada lista de causas pendientes en todo el mundo, lo que le  hizo merecedora en 2008 del «Public Eye Award», galardón que condecora a  las empresas 
«con un comportamiento ecológico y social más nefasto».  Después de que en agosto de 2010 Rusia cerrase sus exportaciones de  grano, «Financial Times» publicó en abril de este año que Glencore había  urgido públicamente al Gobierno ruso a que tomase dicha medida tras  diversos movimientos de la compañía en el mercado que apostaban por un  alza de los precios de los cereales. John Meyer, analista de materias  primas de Fairfax, reconoce en declaraciones a Empresa que Glencore 
«siempre se ha caracterizado por conseguir negocios de alto riesgo, donde otros son incapaces de entrar».   
Esta  cualidad también ha entrañado consecuencias negativas para la empresa.  Según Reuters, la filial colombiana de Glencore, Prodeco, fue multada  con 700.000 dólares en 2009 por violaciones medioambientales. No han  sido las únicas penalizaciones que ha recibido la empresa. Hace cuatro  semanas, las acusaciones de evasión fiscal y contaminación del Gobierno  de Zambia hacia las operaciones de Glencore en el país, motivaron la  congelación de nuevos créditos para la compañía por parte del Banco  Europeo de Inversiones (BEI), institución de crédito de la Unión  Europea. 
 Almira Cemmell, activista de la ONG internacional Global Witness,  resalta el hecho de que Glencore cotice en dos índices bursátiles, el de  Londres y el de Hong Kong. Debido a las exigencias del Hong Kong Stock  Exchange, Glencore deberá publicar todos los movimientos de capital  entre Gobiernos extranjeros y la compañía, «lo que permitirá a los  contribuyentes ver cuánto dinero reciben sus Gobiernos de Glencore,  además de verificar que el dinero no se desvía a otras causas». Según  Cemmell, «este aumento de transparencia en un sector tan turbio como el  de las materias primas es una gran noticia, pero aún así debemos  asegurarnos de que Glencore cumple estas condiciones». John Meyer, sin  embargo, no cree que la empresa vaya a cambiar su política de  transparencia con su début en el parqué.
 En  una época en la que el exsecretario de Defensa británico John Reid ya  han alertado del riesgo de «guerras por los recursos», conseguir  aumentar el control sobre aquellos que los controlan es todo un desafío.  La semana pasada el G-20 acordó medidas para aumentar la transparencia  de los países en los mercados de las materias primas. No así para las  compañías agroalimentarias. Y a pesar de su tamaño, Glencore no es un país: es una empresa. 
 
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