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domingo, 21 de abril de 2013

Villegas reafirma tesis de que Chile vive una “revolución” y cuestiona a quienes hablan de meras “demandas ciudadanas”


20 de Abril de 2013
Dice que existen “personajes porfiados” que lo niegan

Villegas reafirma tesis de que Chile vive una “revolución” y cuestiona a quienes hablan de meras “demandas ciudadanas”

Un factor que incide a su juicio es la deslegitimación de “todos los componente esenciales del sistema de ideas y valores que sostiene el actual orden social: el lucro, el éxito medido por el dinero y la posición social, el deterioro en credibilidad de su principal confesión religiosa, el virtual desmoronamiento en la fe pública de instituciones vitales como las de la política y la justicia, el rechazo a los sistemas de salud y previsionales, por cierto al sistema educacional, a las tradiciones valóricas relativas al sexo y al género, a las normas de comportamiento cotidiano”.

El columnista y sociólogo, Fernando Villegas, reafirmó su tesis respecto a que en el país se vive una “revolución” por todas las señales que existen, cuestionando de paso a quienes hablan de meras “demandas ciudadanas” que responden a una sociedad que está cada día más empoderada.

Así lo expone en su columna en La Tercera, en donde sostiene que hay señales claras de una “revolución que se ha echado a la boca y “está en trance de aprestarse a comérsela y digerirla”.

Sin embargo, el también escritor cuestiona a quienes no creen en estas señales, afirmando que hay “quienes no desean ni siquiera oír hablar de eso se obstinan en decir que no, que cómo se le ocurre decir eso, que se está exagerando, que todo no es sino “la demanda ciudadana de un pueblo empoderado”.

En ese sentido, Villegas recurre a su conocido sarcasmo y expresa que “estos personajes porfiados podrían decir lo siguiente: “es verdad que hay una enorme mayoría de jóvenes deseando cambiar o incluso demoler el modelo, un gran contingente de gente de izquierda redescubriendo sus aspiraciones, clichés y tropismos adolescentes, partidos y/o movimientos y/o sectas que agitan todo lo que puede agitarse, un Estado débil al cual le cuesta un mundo o hasta le resulta imposible imponer el orden, un discurso ideológico deslegitimando todas las instituciones del actual sistema, valores novedosos y “progresistas” imponiendo su devocionario con cierta violencia verbal y conceptual y echando a empujones del escenario a los antiguos, un elevado grado de crispamiento político y emocional dividiendo ya incluso las familias, amen de etnias y comunidades aspirando a la autonomía y otras acercándose a lo mismo, poderes paralelos –la calle y los movimientos sociales- atreviéndose a todo, incluso a bailar zapateado americano sobre la mesa de los Honorables, en fin, que hay eso y mucho más, pero aun así eso es sólo “la demanda ciudadana de un pueblo empoderado…”.

Villegas para explicar las razones por las que algunos no aceptan lo que está sucediendo en el país, señala que un sector de la población de 50 años, que experimentó “los años de beligerancia primero, de encarnizamiento después y al final de asfixia vividos entre 1971 y 1990”.
Asimismo, agrega que otro punto es el cine que “ha ayudado  a distorsionar el entendimiento del fenómeno. A la voz “revolución” asaltan la mente imágenes sacadas de una producción dde la Metro-Goldwyn-Mayer con desquiciadas turbas callejeras asaltando la Bastilla. O la clásica y muy latinoamericana de barbudos de uniformes verde oliva entrando a la capital, ya victoriosos, montados en jeeps y disparando al aire mientras un tirano de opereta huye tras bamabilas”.

En ese sentido, el columnista explica que todas las revoluciones muestran una matriz mucho más complejas que la que muestra el cine.
Añade que en todas las revoluciones existe violencia física, pero advierte que estas son menos, ya que en el 99% de la violencia que se ejerce “en escala mayor y abarca a toda o a una gran parte de la población es más bien verbal, simbólica e institucional; consiste no en golpes, disparos o guillotinas, sino en quiebres de costumbres, liquidación de intereses y prácticas y deslegitimación de los valores y normas de comportamiento del “antiguo régimen”, todo lo cual genera cambios de fortuna personal, cierre o apertura de oportunidades, comportamientos bruscos, acciones forzadas, quiebres emocionales, desconcierto y confusión”.

Respecto al tiempo cuando una sociedad comienza a transitar por un periodo de conflicto social, Villegas expone que en el país se presentan todas.

Al respecto explica que hay una generación joven que está involucrada no sólo en marchas por la calidad de la educación o por el no al lucro, sino que “en su inmensa mayoría, aunque hijos del modelo, son hijos pródigos que no tienen interés en regresar al alero parterno”.
También sostiene que una “proporción abrumadora de la población chilena entre los 15 y 30 años aproximadamente tiene cero apego al modelo, considera necesario modificarlo radicalmente o lisa y llanamente destruirlo”.

Otro factor es la deslegitimación de “todos los componente esenciales del sistema de ideas y valores que sostiene el actual orden social: el lucro, el éxito medido por el dinero y la posición social, el deterioro en credibilidad de su principal confesión religiosa, el virtual desmoronamiento en la fe pública de instituciones vitales como las de la política y la justicia, el rechazo a los sistemas de salud y previsionales, por cierto al sistema educacional, a las tradiciones valóricas relativas al sexo y al género, a las normas de comportamiento cotidiano”.

“¿Puede realmente creerse que cuando se han juntado todos esos ingredientes, dignos de una enorme y contundente cazuela, de ellos sólo emergerá un pálido caldo de hospital? La palabra “revolución” –o etapa prerrevolucionaria, si lo prefieren- puede ser innombrable, pero no parece haber otra que se ajuste mejor a lo que se siente, se huele y se ve en el aire”.

lunes, 2 de mayo de 2011

Las revoluciones árabes acaban con la ideología y el discurso de Al Qaeda





Artículo de Jáled Harub publicado en el diario palestino Al Ayam traducido por Al Fanar Traductores


El efecto más importante de las revoluciones árabes pacíficas sobre la lógica y la ideología de Al Qaeda consiste en haber acabado con el recurso de la violencia totalmente y demostrar su incapacidad para producir un cambio interno en los crueles regímenes. Los pueblos árabes y musulmanes no necesitan organizaciones armadas ni violentas generadoras de los más altos niveles de terrorismo para hacer caer a regímenes que no quieren. La palabra clave que han aportado las revoluciones árabes pacíficas al diccionario del cambio político y social es «efectividad». Estas revoluciones que no se han apoyado en ningún tipo de armas ni en ninguna forma, por remota que sea, de violencia armada han sido «eficaces», han logrado todo lo que no habían conseguido el resto de medios de cambio. Los regímenes, confusos ante como responder ante estas revoluciones pacíficas, deseaban que éstas se inclinasen hacia la violencia para poder justificar el uso de sus aparatos sanguinarios de represión. Extremo que queda patente en el caso libio cuando el régimen abrió en los primeros días de la revuelta los arsenales de armas para la gente tuviese acceso a ellas. De esta forma las manifestaciones pacíficas de la revolución se convirtieron en un levantamiento armado que fue reprimido por medio de las armas y el ejército.

Aiman al Dawahiri específicamente, pero también otros de los ideólogos de la violencia de Al Qaeda, han asegurado una y otra vez que solo las revoluciones armadas tenían posibilidades de lograr sus objetivos. Por ello la violencia y las armas han sido el motor principal de la estrategia y la táctica de las organizaciones ligadas a Al Qaeda. Al margen de estos dos elementos no queda nada que se pueda calificar de ideas, alternativa, programa político o soluciones a los problemas del mundo islámico como conjunto o para alguno de sus países en particular. El uso de la violencia ha prolongado la vida de los regímenes, como ha sucedido ahora con el libio, pues la violencia proporciona una justificación para desplegar el ejército en la calle y reprimir al pueblo sin misericordia.

Estas reflexiones son parte de las conclusiones de un importante encuentro organizado la semana pasada por el Gulf Research Centre de la Universidad de Cambridge sobre «La yihad electrónica y sus discursos». También señalan que la clara confusión de las organizaciones de Al Qaeda a la hora de interactuar con las revoluciones árabes refleja cómo se han visto superadas por dichas revoluciones. Los lemas de las revoluciones árabes gravitan, y siguen haciéndolo, sobre la libertad, la dignidad y la participación política, sin ningún eslogan de ideología islamista. En este sentido, las revoluciones no solo han dejado atrás a las organizaciones violentas de Al Qaeda, sino también a las principales corrientes del islam político y sus eslóganes, especialmente aquel de «el islam es la solución». Amplios sectores de la juventud que han liderado estas revoluciones, y que son su columna vertebral ideológica, son las capas de jóvenes globalizados, conectados y abiertos al mundo que rechazan la lógica de Al Qaeda de que la regla de relación de los musulmanes con los no musulmanes es la guerra y el resto es la excepción.

La violencia de Al Qaeda se ha quedado sin justificación al haber sido desmontada por las revoluciones pacíficas poniendo al descubierto la fragilidad de una región basada en coyunturas sobre las que los regímenes se sustentan para utilizar la violencia contra sus pueblos, como es el caso de Libia o Yemen por poner un par de ejemplos. Las consecuencias del plan libio de transformar la revolución pacífica en una revuelta armada abre la puerta a todas las posibilidades. En este abanico se incluye los llamamientos de Al Qaeda a sus «seguidores» para que se apresuren a hacer acopio de armas y aprovechen el caos violento que ha creado el régimen criminal. Esto significaría que Libia se podría transformar en un segundo Iraq situado entre dos opciones, cada cual peor: el terrorismo de Al Qaeda o la intervención extranjera. En cualquier caso, la presencia de las armas en las calles en estas revoluciones tiene un claro perdedor: sus pueblos y sus aspiraciones, mientras que el mayor beneficiado son las organizaciones terroristas y el control occidental sobre la región. Hay que valorar el grado de independencia del dominio occidental que pueden lograr los países árabes: el máximo grado de soberanía en la toma de decisiones se alcanzará si triunfan las revoluciones pacíficas, por el contrario, los logros se nublarán si triunfa la revolución mediante los métodos violentos que propone Al Qaeda o mediante la petición de una intervención occidental.

El fracaso de la «era de Al Qaeda» y de sus estrategias violentas consiste en que se basan en la destrucción, el caos y el derramamiento de sangre como único resultado, sin que tenga ningún proyecto que llevar a término. La táctica por excelencia para reclutar miembros y enrolarlos en sus filas eran las armas y el discurso de la «yihad», la creación de un romanticismo falso en torno a las armas, vanagloriándolas y creando cánticos sobre ellas. El manejo de las armas, como usarlas y como perpetrar acciones son su principal misión sin tener un objetivo más amplio o más importante, o una estrategia convincente. Si analizamos el esfuerzo para crear ideas, dar con nuevos métodos vemos que solo se concentran en como colar explosivos o suicidas a bordo de aviones civiles y estrellarlos. De vez en cuando escuchamos noticias de que acciones fallidas de este tipo, cada vez se trata de un nuevo método o una táctica. Posiblemente hay dos explicaciones para esta fascinación absoluta por la utilización de aviones civiles. La primera es la obstinación por retar a las fuerzas de seguridad occidentales y los sistemas de seguridad de los aeropuertos, apuntándose puntos contra los servicios secretos occidentales, sin que tenga el tema ninguna relación con ninguna yihad aunque sea imaginaria. La batalla se ha convertido en una caricatura ridícula de un combate de lucha por puntos entre Al Qaeda y los servicios secretos, a expensas de los pueblos de la región, su futuro y sus vidas. La segunda explicación sería la fascinación por la imagen. A pesar de toda la penuria que ha caído sobre los musulmanes como resultado del terrorismo del 11-S, Al Qaeda y sus líderes siguen extasiados por los medios de comunicación y la capacidad dramática.

Todo lo anteriormente expuesto deja clara la ausencia de lógica en Al Qaeda y que solo les interesa el medio, pues carecen de objetivos o estrategia. Están obsesionados con la imagen y los medios de comunicación, sobre todo en su vertiente provocativa y violenta al más puro estilo hollywoodiense. Sobre este último aspecto, tal y como ha quedado reflejado en las ponencias del mencionado encuentro, hay una especie de pasión adolescente en Al Qaeda por los medios de comunicación, la imagen televisiva, los videos y las grabaciones. Está claro que tras esta pasión se esconde el éxito a la hora de reclutar y atraer a nuevos miembros para la organización. Pero este grado de obsesión por la imagen tiene su origen en la falta total de contenido.

Las revoluciones árabes pacíficas, a través de los vídeo e internet, han logrado marginar a Al Qaeda como referencia en el uso de la imagen. Las imágenes y los símbolos de las revueltas pacíficas han invadido la imaginación árabe y su estética, su capacidad de persuasión y su efectividad superan incuestionablemente los intentos de Al Qaeda en este campo, pasados y presentes.


Texto original en árabe: