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viernes, 2 de agosto de 2013

La Encuesta de Población Activa es solo un reflejo de la realidad, con márgenes de error que, en el caso del número de parados, puede suponer 100.000 personas arriba o abajo

Un rumano es el hombre del que más depende que suba el paro en España

La Encuesta de Población Activa es solo un reflejo de la realidad, con márgenes de error que, en el caso del número de parados, puede suponer 100.000 personas arriba o abajo
Un hombre, de entre 25 y 30 años, casado, autónomo y de nacionalidad rumana o búlgara puede elevar la tasa de paro nacional en casi dos centésimas
El empleo en las grandes empresas se redujo el 3 por ciento en mayo
Entrada a una oficina de empleo
Es un hombre, tiene entre 25 y 30 años y está casado. Trabaja como autónomo y es rumano o búlgaro (los datos que ofrece la Encuesta de Población Activa dicen que es de uno de los dos países, pero no especifica cuál). Si se queda sin trabajo, elevará la tasa de paro nacional en casi dos centésimas, el equivalente a 4.366 personas, más de diez veces el peso del encuestado medio. Su importancia es aún mayor en la Comunidad de Madrid, donde vive. En esta región su pérdida de empleo incrementaría el paro un 0,13%. Es la persona de la que, al menos estadísticamente, más depende la subida o la bajada del paro en España. Aunque no vaya más allá de la curiosidad, él es una muestra de que la EPA es un reflejo de la realidad, muy bien elaborada, pero no es la realidad misma y tiene errores, según explica el analista estadístico Carlos Gil Bellosta.
Además, al presentar sus datos en nota de prensa, el Instituto Nacional de Estadística (INE), responsable de la EPA, no especifica en ningún momento que existe un margen de error y ofrece las cifras como algo cerrado, como si fuese la realidad misma y no una aproximación a ella. Así, cuando se habla de 6.202.700 parados, no se explica que con el error de muestreo del 0,86% que incluye la encuesta solo es posible afirmar con un 95% de confianza que la cifra se encuentra en el dato que ofrece el INE 106.000 parados arriba, 106.000 parados abajo. El número de desempleados estaría entonces entre 6.095.0000 millones de parados y 6.309.000,tal y como explicó el profesor de la Universidad de Castilla-La Mancha Josu Mezo.
Esta incertidumbre es aún mayor cuando se consideran grupos de personas más reducidos. En esos casos, la variación en el número de desempleados de una pequeña comunidad autónoma o un grupo concreto de trabajadores podría ser inferior al margen de error y perder significado. Para Gil Bellosta, no explicar que en realidad existe una horquilla de 200.000 parados es una oportunidad perdida para educar numéricamente a la población y transmite una idea errónea sobre cómo se obtienen los datos, qué significan y qué grado de seguridad ofrecen.
Otro de los datos que resultan llamativos sobre la EPA es lo que considera un empleado: “Haber trabajado durante la semana de referencia al menos una hora a cambio de un sueldo”. A esta categoría habría que añadir los subempleados, aquellos que no trabajan todas las horas que habitualmente trabajan las personas en su rama de actividad y desean trabajar más. España, además de los más de seis millones de parados, tiene alrededor de 2,5 millones de personas subempleadas y ocupa el segundo puesto por detrás de Grecia entre los países europeos en los que más trabajadores a tiempo parcial se incluyen en esta categoría.

Preguntas no neutras

La forma de presentar los datos no es neutra, pero tampoco las preguntas que se realizan para buscar unos datos concretos. “Alguien decide cuáles se buscan y cuáles no y sobre cuáles se pone el foco”, afirma Gil Bellosta. “Y alguien paga las nóminas de la gente implicada en el proceso”, añade. “Este problema se ve, por ejemplo, si un político trata de crear un incentivo para que haya más gente que cumpla el objetivo de la hora de trabajo en la semana de referencia o se saca del grupo de la población activa para incluirlo en el de los inactivos [que no computan como parados aunque no tengan trabajo] a una persona que se olvidó de sellar el paro”, señala.
En rojo, la estadística oficial de paro del Gobierno de EEUU. En azul, la que incluye a los desempleados desanimados borrados por la metodología / shadowstats.com
En rojo, la estadística oficial de paro del Gobierno de EEUU. En azul, la que incluye a los desempleados desanimados borrados por la metodología / shadowstats.com
Una variación metodológica de este aspecto puede provocar estimaciones muy diferentes de la tasa de paro, según ha denunciado Walter Williams, creador de Shadow Government Statistics, un portal en el que se ofrecen análisis estadísticos alternativos a los del Gobierno. Como se puede observar en el gráfico, Williams compara las cifras oficiales que aparecen en rojo con una medida que tiene en cuenta los desempleados desanimados a corto plazo (aquellos que pudiendo trabajar dicen no estar buscando empleo) y los subempleados. Por último, en azul, muestra su estimación en la que se incluyen todos los desempleados desanimados que se sacaron de las estadísticas en una reforma de 1994. En total, casi quince puntos de diferencia en los que se pierden millones de personas y de historias individuales.

Una encuesta obligatoria

La EPA es una encuesta que se realiza a 65.000 familias, lo que representan unas 200.000 personas, cada seis meses, y se escoge a esas familias de tal forma que sean representativas de la población española. La primera encuesta es presencial y las siguientes se realizan por teléfono. Cada familia permanece en la encuesta seis trimestres consecutivos.
Si la persona es difícil de encontrar, según explican desde el INE, se insiste una y otra vez para localizarle en su domicilio. Antes de ir, se envía una carta avisando de que el hogar ha sido seleccionado y de que colaborar con la estadística oficial es obligatorio. "Pasamos las veces que sean necesarias y si es necesario enviar un técnico a las nueve de la noche a realizar la encuesta, se hace", señalan.
Esta encuesta sigue estándares internacionales, normas establecidas por la Organización Internacional del Trabajo y sancionadas por la UE. Además, la forma de la EPA sigue las de otras muchas encuestas parecidas en otros países, con lo que buena parte de su esquema de trabajo ha sido puesto a prueba en otros lugares.

lunes, 20 de mayo de 2013

Churchill, Roosevelt y Juan XXIII


La Gran Recesión ha cuestionado uno a uno los postulados ideológicos que la revolución conservadora, defendida por Margaret Thatcher y Ronald Reagan, hizo hegemónicos durante más de un cuarto de siglo

A José Luis Sampedro
El objetivo de la revolución conservadora que nació a principios de los años ochenta era sustituir a Winston Churchill, Franklin Delano Roosevelt y Juan XIII como iconos del siglo XX, por Thatcher, Reagan y Juan Pablo II. Roosevelt era el vencedor de la Gran Depresión con una política de regulación de la economía y de protección social a los que se quedaban por el camino, molidos por el sufrimiento, y tanto Churchill como él representaban los valores de los aliados, triunfadores de la II Guerra Mundial. Juan XXIII había comenzado el aggiornamientode la Iglesia católica y puesto en funcionamiento ese oxímoron denominado “cristianismo de rostro humano”.
La revolución conservadora que lideran Thatcher y Reagan tenía dos fases ideológicas: primera, acabar con el Estado de bienestar nacido del miedo al poder de atracción del comunismo (una especie de revolución pasiva dentro del sistema); y segunda, liquidar los contenidos educativos y culturales permisivos de Mayo del 68. Era pues una acción doble, compuesta por intereses económicos liberales y valores políticos conservadores, que dos décadas después retoman y actualizan losneocons de todo el mundo y que tiene su cénit en los EE UU de George W. Bush, con los Rumsfeld, Cheney, Kagan, Kristol… Y prende por necesidad: el fracaso del anterior paradigma dominante, el keynesianismo, para hacer frente a un fenómeno nuevo, la estanflación, mezcla de precios altos y economía paralizada, consecuencia en buena parte de las dos crisis del petróleo de los años setenta. El keynesianismo había domeñado el desempleo pero no la inflación. A este reto se enfrentan los conservadores.
Durante más de un cuarto de siglo la revolución conservadora ha sido hegemónica en el terreno del pensamiento, las ideas y las políticas económicas. Los atentados terroristas de principio de siglo acentuaron sus rasgos más duros, pero entonces ya se vio, aunque en dosis homeopáticas para lo que sucedió después, que la fórmula para salir de la recesión consistía en introducir paladas de dinero público en el sistema. La Gran Recesión que comienza en el verano del año 2007 pone en cuestión sus postulados centrales, mucho más teorizados por Thatcher y sus think tanks que por Reagan y sus muchachos (que se convirtieron en representantes de un keynesianismo de derechas —“keynesianismo bastardo”, lo denominó Joan Robinson— al dejar a sus herederos un gigantesco déficit público motivado por las inversiones públicas en la guerra de las galaxias y en el aparato militar, con el objeto de acabar con un comunismo exhausto). Entre esos postulados destacan los siguientes:
Se trataba de acabar con el Estado de bienestar y con la cultura que estalló en Mayo del 68
El Estado es el problema, el mercado la solución. Pero hoy sabemos que las principales dificultades derivadas de un sector financiero con pies de barro y de economías reales con paro y empobrecimiento de las clases medias son propias de Estados débiles, demediados, no del Ogro Filantrópico de Octavio Paz ni de leviatanes. Para arreglar esos problemas de mercados que no funcionan y tienden al oligopolio se precisa de Estados y supervisores fuertes. La solución al sistema financiero ha pasado por la continua intervención en el mismo del sector público, con el dinero de los contribuyentes en juego, hasta el punto de que ha vuelto a conjugarse el verbo nacionalizar. El único momento en que la revolución conservadora, orgullosa, se activa y deja quebrar Lehman Brothers bajo el principio de que cada palo aguante su vela, es cuando todo el tinglado está a punto de desmoronarse. Los planes de estabilización son mecanismos administrativos, y por tanto al margen del mercado, que buscan reequilibrar las posiciones de poder en el seno de la economía. Así como la socialización de pérdidas.
La desregulación como meta. En 1986, Margaret Thatcher lidera el bigbang en la Bolsa de Londres. La City londinense deviene en el paraíso de la desregulación y la innovación financieras, hasta cotas verdaderamente difíciles de entender incluso para los expertos. Desde entonces se ha hecho mucho dinero en esos mercados, pero la titulización de hipotecas y otros créditos, los productos derivados, los fondos de alto riesgo, o los instrumentos opacos que han estado en el origen de la Gran Recesión que arranca de EE UU, tienen en la City su patria y su versión más sofisticada.
El capitalismo popular. La adquisición de acciones en empresas de las que no se conocía ni siquiera su actividad, por el mero hecho emulador y gregario de que el vecino está ganando mucho más dinero que tú, formó parte de la nueva economía, ese paradigma efímero, con fuerte presencia mediática, que decía que se habían acabado los ciclos económicos simplemente por la aplicación conjunta de las entonces nuevas tecnologías de la comunicación y la información, y la flexibilidad empresarial. Ello acabó con los primeros efectos nefastos en la economía real de las hipotecas de alto riesgo. Ya sabemos lo que ocurrió: la sociedad de propietarios, que pretendía hacer de cada individuo un poseedor de vivienda propia, generó la burbuja inmobiliaria que ha estado en el origen de nuestros problemas actuales. Los desahucios se explican precisamente por lo anterior.
Entre las ideas, las ideologías y los intereses suele haber una interacción compleja. Los mercados financieros estaban interesados en defender la desregulación; la ideología del libre mercado de Thatcher y Reagan les hizo un gran servicio. Pero si la economía es una ciencia social, sus postulados tienen que ser probados. Esta crisis ha cuestionado esos supuestos ampliamente difundidos por la revolución conservadora. Esta, que es poliédrica en sus efectos, generó mucha riqueza pero la repartió muy regresivamente: hasta hoy, Gran Bretaña y EE UU han sido las sociedades más desiguales y con más falta de cohesión del mundo desarrollado. En estos momentos en que se hace balance de un mito, conviene recordar a sus perdedores. Que son realidad tangible.
El thatcherismo generó mucha riqueza y la sociedad más desigual del mundo desarrollado
Posdata. Hay un aspecto poco recordado, pero muy siniestro, en la biografía de Margaret Thatcher: la protección y el cariño dados al general Pinochet cuando este tuvo que aguardar en Londres a la petición de extradición, por delitos contra la humanidad, hecha por el juez Garzón. Thatcher, que multiplicó los tactos de codos públicos y las tazas de té con el dictador chileno, declaró en el congreso del Partido Conservador, en octubre de 1989, que la persecución a Pinochet se debía a “una venganza de la izquierda internacional por la derrota del comunismo, por el hecho de que Pinochet salvara a Chile y salvara a Latinoamérica”. Thatcher y Pinochet no solo estaban unidos por sus intereses (el apoyo de Chile a Gran Bretaña en la guerra de las Malvinas), sino por sus simpatías por un sistema económico, el neoliberalismo, que ha tenido hasta ahora sus momentos más puros bajo la dictadura militar chilena, con la hegemonía de los Chicago Boys y su apóstol, Milton Friedman, en la misma.
El periódico El Mercurio, de Santiago contiene en su hemeroteca la fantástica historia con la que Pinochet cuenta su caída del caballo y su conversión a la religión liberal… en la economía: “Este es un viaje sin retorno del modelo económico. (…) Agradezco al destino la oportunidad que me dio de entender con mayor claridad la economía libre o liberal”. En el Chile de Pinochet la fórmula fue una férrea dictadura política acompañada de una privatización casi absoluta de la economía y la desaparición de cualquier síntoma de protección social. Lo que los economistas de la Escuela de Chicago soñaron, pero no pudieron experimentar ni siquiera en la Gran Bretaña de Thacher o en los EE UU de Reagan (por las resistencias que los ciudadanos imponían a las consecuencias socialmente más dolorosas de sus políticas), lo hicieron en el Chile militar, sin sindicatos libres ni sociedad civil organizada. Sobre todo ello no hay ni una palabra de condena de Thatcher

sábado, 27 de abril de 2013

¿Cuánto desempleo provocaron Reinhart y Rogoff por su manipulación matemática?


Crecimiento del PIB ante diferentes niveles de deuda
Crecimiento del PIB ante diferentes niveles de deuda
 
La semana pasada estalló el escándalo de la falacia que intentaron demostrar los economistas Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff en un oscuro informe referido a las consecuencias de la deuda pública sobre el crecimiento económico. Dicho documento (Growth in a Time of Debt, El crecimiento en un período de deuda), fue publicado hace tres años y de inmediato ganó las preferencias mediáticas y políticas y se convirtió en la punta de lanza de quienes propician las políticas de austeridad y los recortes del gasto público. El FMI, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo lo abrazaron como una biblia del pensamiento económico y comenzaron a advertir a los países de las dramáticas consecuencias que sufrirían si no reducían sus niveles de endeudamiento.

El trabajo de Reinhart y Rogoff hacía especial énfasis en que una deuda pública que superara el 90 por ciento del PIB provocaba un crecimiento negativo de -0,1 por ciento. No explicaban el umbral ni las razones de este salto cuantitativo dado que una deuda menor al 90% del PIB conlleva un crecimiento positivo de 2,8 por ciento (ver gráfica). Pese a que Reinhart y Rogoff no fundamentan el punto de quiebre y la posible existencia de otros factores, los planes de reducción de la deuda pública comenzaron a correr de inmediato por la vía de los recortes presupuestarios y los planes de austeridad. Y como hasta el propio FMI se ha dado cuenta: los planes de austeridad no han hecho más que profundizar la crisis. Reinhart y Rogoff (con la complicidad de los políticos y los medios de comunicación) son hoy responsables de la profundización de la crisis, y de los millones de trabajadores que han quedado desempleados en los últimos tres años.

La tesis de Reinhart y Rogoff fue refutada por los economistas Thomas Herndon , Michael Ash y Robert Pollin en su documento Does High Public Debt Consistently Stifle Economic Growth? A Critique of Reinhart and Rogoff , en el cual detectaron una serie de inconsistencias matemáticas en el uso de los datos (manipulación de datos); errores en la planilla excel y un modelo econométrico espúreo. Los resultados de Herndon, Ash y Pollin, con los mismos datos de Reinhart y Rogoff arrojaron el resultado de un crecimiento de 2,2 por ciento promedio para los países que superaban el 90 por ciento de deuda respecto al PIB, una diferencia considerable respecto al resultado de la dupla Reinhart y Rogoff (ver gráfica). No es primera vez que se manipula la información con el objetivo de favorecer a los ejes del poder dominante (la banca y los bankeros) y ya debe estar en marcha otro plan para continuar con las políticas del desastre que han predominado en los últimos tres años. A estas alturas esta claro que los “rescates” sólo han sido para salvar a la banca y los bankeros. El desempleo sigue imparable.

Errores y manipulación de datos

Herndon, Ash y Pollin encontraron que Reinhart y Rogoff excluyeron selectivamente a algunos países (Nueva Zelanda y Bélgica, entre otros) para obtener el resultado buscado. Asimismo, excluyeron del análisis a países que estaban fuertemente endeudados pero que tenían crecimiento regular; y emplearon un método muy discutible para ponderar a los países. El conjunto de estos tres sesgos favorecía el resultado que Reinhart y Rogoff buscaban: que la deuda pública es el gran cáncer para el crecimiento económico.

Reinhart y Rogoff utilizaron el período de 1946 a 2009 para desarrollar su tesis, pese a contar con datos disponibles desde 1890 para más de 40 países. Pero como en este período de más de cien años hay muchos países con una relación deuda/PIB superior al 90 por ciento que crecieron regularmente, no les servían para su objetivo. Aún así, Herndon, Ash y Pollin encontraron que el trabajo de Reinhart y Rogoff excluyó varios años de Australia (1946-1950), Nueva Zelanda (1946-1950) y Canadá (1946-1950). Esto tiene importantes consecuencias dado que estos países tienen una elevada deuda y un sólido crecimiento en ese período: Canadá tiene una relación deuda/PIB de 90 por ciento en ese período y un crecimiento de 3 por ciento. Nueva Zelanda tiene una relación deuda/PIB superior al 90 por ciento en el período 1946-1951 y un crecimiento promedio de 2,58 por ciento si se utiliza el período de esos 5 años. Reinhart y Rogoff tomaron sólo el último año en el cual Nueva Zelanda tuvo una tasa de crecimiento del -7,6 por ciento.

Otro punto que muestra la forma en que Reinhart y Rogoff manipularon la información es el método para ponderar a los países. Por ejemplo, el Reino Unido tiene un nivel de deuda por sobre el 90 por ciento del PIB en el período de 19 años que va de 1946 a 1964, con un crecimiento promedio de 2,4 por ciento anual. Lo que a continuación hacen Reinhart y Rogoff es insólito: promedian el crecimiento de 2,4 por ciento del Reino Unido (19 años), con el -7,6 por ciento de Nueva Zelanda de 1951 (1 año) para demostrar que “una deuda por sobre el 90 por ciento del PIB genera decrecimiento”. Si economistas de la talla de Reinhart y Rogoff son los que están dando la pauta a las autoridades es evidente que tendremos crisis por cincuenta años.

Más allá de la manipulación de datos históricos que demuestran la orientación ideológica que ocultan muchos trabajos, es el hecho de pretender darle a éstos un criterio de objetividad. Se parte de una idea completamente subjetiva y se arma todo un entramado de “datos históricos” para vestir de objetividad una esencia inconsistente, como si en ello estuviera la clave de la verdad. Reinhart y Rogoff publican un documento que desprestigia a la Economía y son tomados como sacerdotes que profetizan el futuro aunque derrumben en verdad el destino de miles de millones de personas. ¿Es comparable la recesión de un año de Nueva Zelanda, con el abultado endeudamiento del Reino Unido tras la segunda guerra mundial? A veces la arrogancia y el afán ideológico hace ver negro lo que es blanco con tal de negar que el desempleo es el mayor de los problemas sociales.

En El Blog Salmón | Rogoff y Reinhart: El verdadero debate debería ser la causalidad, Rogoff y Reinhart: el argumento sigue válido, la deuda perjudica el crecimiento

domingo, 14 de octubre de 2012

Islandia: El cazador de especuladores

Este policía de pueblo tiene a los brókeres de Islandia temblando. Se llama Olafur Hauksson y es el fiscal especial encargado de investigar los delitos financieros que provocaron el colapso de la economía islandesa en 2008




Este hombre (de 48 años, casado y con cinco hijos) no tenía experiencia en perseguir a delincuentes de altos vuelos. Todo el mundo pensaba que la élite financiera, escudada en el secreto bancario y en un ejército de abogados carísimos, se lo iba a merendar. Sin embargo, ycontra todo pronóstico, ha sentado en el banquillo ya a algunos de ellos.
Islandia es el único país del mundo donde se persigue sistemáticamente a los responsables de la crisis. Hauksson recibe a XLSemanal en una sala de interrogatorios de la Fiscalía de Reikiavik. Por una vez, el interrogado es él. Solo pone una condición: por imperativos legales no puede comentar casos concretos. Su presencia es imponente. Mide dos metros y casi no cabe en el traje. Es cordial, resolutivo y tiene unos ojos de pillo que te radiografían al instante. No entenderá de ingenierías contables y otras estafas de alquimistas en administración de empresas, pero haber sido comisario en Akranes -un pueblo de pescadores de 6000 habitantes- debe de darte un conocimiento del alma humana bastante intensivo. Solo puede concederme 30 minutos. Tiene una montaña de trabajo. Su oficina lleva un centenar de investigaciones en danza. Las últimas cifras oficiales presentadas ante el Parlamento se han quedado obsoletas: 216 imputados; 471 sospechosos y testigos llamados a declarar... Le pido a Hauksson que me ponga al día. Resopla. «Ya ni podemos pararnos a contar. Tengo a 8 equipos trabajando a tiempo completo. Hemos superado con creces los 1000 interrogatorios». La sala donde hablamos está insonorizada y con las cámaras y micrófonos preparados para la siguiente grabación. En cuanto nos vayamos, será ocupada por uno de esos equipos.
LA CAÍDA DE LOS ESPECULADORES: LOS NEOVIKINGOS. Cuando estalló la crisis, Hauksson trabajaba en una comisaría de provincias y no tenía ninguna conexión con los banqueros y políticos que habían convertido Islandia en un paraíso de la especulación. Se los conocía como los 'neovikingos'. Era el verano de 2008. La economía islandesa revienta como consecuencia de la crisis de las hipotecas basura en Estados Unidos. A los pocos días de la caída de Lehman Brothers se hunden los tres principales bancos del país, que acumulan una deuda gigantesca. El Estado no los rescata porque no tiene dinero suficiente: el pufo equivale a seis veces el PIB de Islandia. Así que dejará que caigan para luego nacionalizarlos. Salvará así los ahorros de los clientes (aunque imponiendo un corralito), pero no responderá de las inversiones de riesgo que los han llevado a la quiebra. En octubre, el entonces primer ministro, Geir H. Haarde (conservador), se dirige a la nación en un discurso televisado: «Que Dios salve esta isla». Lejos de Reikiavik, Hauksson observa atónito la debacle.
EL ÚNICO CANDIDATO. En diciembre de 2008 y presionado por el malestar de los ciudadanos, que han empezado a manifestarse en la calle (algo nunca visto en Islandia), se crea el puesto de fiscal especial para investigar los tejemanejes que llevaron al desastre. Pero nadie lo quiere. Los más brillantes abogados trabajaban para los bancos o para el Gobierno. Hauksson tiene las manos limpias. ¿Por qué se presentó? «Pensé que no era bueno que la justicia persiguiese a los pequeños delincuentes y dejase escapar a los grandes. Además, nadie más se había presentado. Me sorprendió ser el único candidato, pero tampoco es que fuera un destino muy apetecible. Había que montar una oficina desde cero y estaba previsto que el trabajo solo durase un par de años. Además, los recursos eran escasos. Pero que ese puesto quedase vacante significaba lanzar un mensaje nefasto a la sociedad. En fin, era un trabajo que alguien tenía que hacer. Había mucha ansiedad y un estado de gran confusión en el país».
NOVATO A LA VISTA. El nombramiento de Hauksson sorprende a todos. Se lo tacha de novato. «Es una crítica que no acepto. Yo tenía cierta experiencia. Había participado en un par de investigaciones bastante complejas, un caso de malversación que llegó al Tribunal Supremo y otro que afectaba al Ministerio de Asuntos Exteriores». Pero la impresión general es que el Gobierno no tiene demasiado interés en que la Fiscalía investigue. «Empezamos con muy poquito, sin apenas fondos. Éramos solo cinco personas: dos policías, dos abogados y yo», recuerda.
LA REVOLUCIÓN DE LAS CACEROLAS. Las protestas aumentan. Haciendo sonar sartenes y cacerolas, los islandeses muestran su descontento con los recortes que exige el Fondo Monetario Internacional (FMI). Les subleva que se haya acudido a una institución vinculada a las ayudas al Tercer Mundo cuando hace pocos meses estaban entre las sociedades más ricas del planeta. Cae el Gobierno en enero. En febrero de 2009 sube al poder una coalición, que se compromete a dotar a la oficina del fiscal especial de medios suficientes. Se crea una comisión parlamentaria a tal efecto. «En 2010, la comisión presentó un informe en el que reconocía que había un montón de trabajo por hacer y que solo se podría afrontar si se incrementaban sustancialmente los recursos de esta oficina. Ahora somos 110 personas. Y tenemos un nuevo plazo: 31 de diciembre de 2014. Para esa fecha, todos los casos tienen que haber llegado al juzgado».
A CÁMARA LENTA, PERO INEXORABLE. Hauksson muestra un celo en su labor que pocos esperaban. Organiza redadas, coloca micrófonos y el número de detenciones supera las 200, pero los islandeses ven con escepticismo que los jueces solo hayan dictado hasta la fecha 8 sentencias. ¿Por qué esa lentitud? «Me gustaría que algunos casos se pudiesen cerrar antes, pero tenemos que ser muy meticulosos, comprobar cada detalle... La gente va entendiendo que no podemos precipitarnos, que los sumarios no deben tener cabos sueltos. No podemos permitirnos que nos tumben una investigación por querer correr. En este momento tenemos abiertas entre 90 y 100 investigaciones. Y en las últimas semanas nos han remitido nuevos casos».
LA PRESIÓN DE LA CALLE. Pero muchos ciudadanos quieren ver 'sangre'. «Siento esa presión desde el primer día. Intento que no afecte a mi trabajo. Sé que el tiempo no es ilimitado y que hay urgencia por ver resultados. Como fiscal no puedo dejar que los sentimientos interfieran en mi trabajo. El deseo mayoritario de la nación es que lleguemos hasta el fondo y que los culpables paguen. Pero el ansia de revancha o el cabreo de la gente no pueden condicionar una investigación criminal».
COLABORACIÓN INTERNACIONAL. Es una carrera de obstáculos. «El principal es la magnitud y la complejidad de los casos, la montaña de datos que hay que estudiar, el número de personas a las que se debe interrogar. Son delitos muy variados: fraude bancario, uso ilícito de información privilegiada, desvío y apropiación de fondos... Muchos banqueros y ejecutivos se han ido a vivir fuera de Islandia. Y muchos delitos tienen que ver con las filiales de los bancos islandeses en el extranjero, así que las investigaciones se convierten en transnacionales». Hauksson, que ha viajado tres veces a Luxemburgo en el curso de sus pesquisas, dice no tener quejas de la colaboración internacional. «Tuve una asesora muy buena, la magistrada francesa Eva Joly, que me instruyó en los procedimientos cuando un caso salta las fronteras». Por otra parte, los abogados de los acusados son duros de pelar... «Están muy bien preparados. Pero nosotros también. Cuando presentamos un caso en el juzgado, nos los sabemos de memoria».
ARRESTOS SONADOS. Se producen algunas detenciones sonadas entre los banqueros. Lárus Welding, director ejecutivo del banco Glitnir; Jon Thorstein Oddleifsson, antiguo tesorero del Landsbanki... Y las primeras condenas, aunque con cuentagotas: Ragnar Z. Gudjónsson y Jon Thorsteinn Jonsson, director ejecutivo y presidente del consejo de administración, respectivamente, del banco Byr: cuatro años y medio de cárcel cada uno. Sigurdur Einarsson, expresidente del banco Kaupthing, obligado a devolver 3,2 millones de euros... También entre la clase política se ven las primeras escaramuzas judiciales: Baldur Gudlaugsson, exsecretario permanente del Ministerio de Finanzas, es condenado a dos años de prisión. Y el mismísimo ex primer ministro, Geir H. Haarde, es declarado culpable por no informar a su gabinete de los acontecimientos que precipitaron la crisis, aunque el tribunal lo exime de cumplir cualquier condena y Haarde se burla de la acusación. «Es de risa», dijo. ¿Qué siente Hauksson cada vez que un juez dicta sentencia? «Alivio».
EL PEOR MOMENTO. Hauksson confiesa que a veces le abruma la tarea que aún le queda, pero que nunca ha pensado en abandonar. «Cuando un caso avanza a paso de tortuga o no se mueve en absoluto, te desesperas. Sientes impaciencia. Pero cuando ves que las piezas del puzle empiezan a encajar, se te pasa. Hace uno o dos años era peor, ahora estamos llegando al punto culminante de muchas de nuestras investigaciones». Hay momentos de desfondamiento. «Entonces, me apoyo en el equipo. Somos un grupo muy unido. Si metemos la pata, hacemos autocrítica entre todos». Hauksson tuvo que encajar que dos de sus hombres, expolicías, fueran acusados de vender información sobre un caso en el que estaba involucrada una aseguradora y el Banco Central. «Quiero puntualizar que ya habían dejado de trabajar para esta oficina cuando se supo que habían violado el compromiso de confidencialidad. Esta Fiscalía debe estar por encima de todo reproche. Nuestra reputación es vital porque muchos islandeses han dejado de confiar en las instituciones».
¿JUSTICIA EXPORTABLE? Los bancos no solo han cometido abusos en Islandia. Hauksson no sabe si el modelo islandés es exportable. «Yo soy un eslabón de la solución que se ha puesto en marcha en Islandia. La razón de que aquí sí pidamos responsabilidades penales y en España o en otros países europeos no se haga es algo que se me escapa. Sé que se nos presta mucha atención en el extranjero. Pero es pronto. Cuando se vea el resultado de todo este trabajo, se podrá evaluar si nuestro método funciona, pero estamos a mitad de camino, aunque vamos en la buena dirección». ¿Y cuál es el método? «Cuando se nacionaliza un banco, un equipo de auditores mira con lupa los libros. Y si ven indicios de delito, se investiga. También cambiamos las leyes del secreto bancario. Es la única manera de tener acceso a todos los datos. Si tienes que pedir una orden judicial una y otra vez, todo se ralentiza. Y el código de silencio de los bancos es casi impenetrable. Levantar el secreto bancario fue decisivo».
PURITANISMO EN LOS NEGOCIOS. «Creo que si sale algo bueno de todo esto será un regreso del puritanismo en los negocios. Si los especuladores saben que las autoridades van a investigar seriamente lo que hagan, es evidente que se lo pensarán dos veces a la hora de saltarse las reglas. No será tan tentador y el número de delitos disminuirá», reflexiona Hauksson. «Creo que la sociedad islandesa, cuando mire atrás y vea el trabajo de esta Fiscalía, estará contenta de por lo menos haber intentado que haya justicia».
FUTURO ESPERANZADOR. Los islandeses aprobaron en varios referendos que los contribuyentes no debían hacerse cargo de las deudas de los bancos, que era un asunto privado entre las entidades y sus acreedores internacionales. Y lo hicieron, a pesar de la presión de los mercados y de las instituciones financieras, que amenazaban con convertir Islandia en un paria internacional. «Creo que ya tocamos fondo y ahora estamos saliendo poco a poco de la crisis», opina Hauksson. Islandia dejó la recesión en 2011 y ahora crece casi al 3 por ciento. Esta recuperación es elogiada por Financial Times y alguien tan poco sospechoso de alentar soluciones heterodoxas como la directora del FMI, Christine Lagarde, la considera «impresionante». «Nuestras cifras de paro están algo maquilladas porque muchos jóvenes emigraron a Noruega, pero, teniendo en cuenta el desastre que hemos vivido, veo el futuro con esperanza».
ELIOT NESS, ¿YO? Sus admiradores lo comparan con Eliot Ness, el detective legendario que se enfrentó a la mafia de Chicago. Hauksson ríe. «No soy yo quien tiene que decir si soy Eliot Ness o no. Pregúntele a la gente. Lo único que me preocupa es que los malos vayan a la cárcel. ¿Y cuando termine todo? «Pedí una excedencia, así que tengo mi antiguo trabajo esperándome en el pueblo».
UNA CRISIS EN TRES ACTOS
1.Islandia ideal. Con una población de poco más de 300.000 habitantes, Islandia era uno de los países más desarrollados del mundo hasta la crisis financiera sufrida en 2008.
2.Caceroladas. En 2009 se suceden las protestas -en la foto, una en el centro de Reikiavik en el mes de junio- contra los recortes que exige el FMI tras estallar el colapso del sistema financiero.
3.Referendo. En el país se han celebrado dos referendos para decidir sobre el pago de la deuda externa de los bancos y decidieron que era un asunto entre los bancos y sus acreedores.
SEÑORES...AL BANQUILLO
Baldur Gudlaugsson. Dos años de cárcel. Era secretario del Ministerio de Finanzas. Vendió sus acciones en el banco Landsbanki antes de que quebrase, ganando 1,2 millones de euros.
Jon Thorsteinn Jonsson. Cuatro años y medio de prisión. Expresidente del banco Byr, acusado de fraude. Usaba como aval acciones que estaban a punto de perder todo su valor.
Ragnar Z. Gudjónsson. Cuatro años y medio de cárcel. Consejero delegado del Byr, daba préstamos millonarios sabiendo que el banco estaba al borde de la quiebra
Lárus Welding. Pendiente de juicio. Era consejero delegado del difunto banco Glitnir, el primero que quebró, rebautizado Íslandsbanki cuando el Estado tomó el control. Fue detenido en diciembre en el curso de una operación en la que se interrogó a 20 ejecutivos.

jueves, 19 de enero de 2012

El acuerdo secreto de Geithner con los dirigentes de la Unión Europea Michael Hudson · · · · ·


16/01/12
 

Los mercados de valores estadounidenses y extranjeros siguen zigzagueando salvajemente a la espera de despejar la incertidumbre sobre la supervivencia del euro y ante unas sufridas poblaciones que arrostran las consecuencias de las políticas de austeridad neoliberal impuestas a Irlanda, Grecia, España, Italia, etc. Voy a contarles la historia que me fue confiada por responsables económicos europeos en relación con los últimos episodios caóticos en Grecia y en otras economías europeas deudoras y presupuestariamente deficitarias. (Faltan los detalles, puesto que las negociaciones se han desarrollado en el más absoluto de los secretos: lo que sigue es, pues, una reconstrucción.) 

En otoño de 2011, resultaba evidente que Grecia no podría saldar su deuda pública. La UE sacó la conclusión de que había que depreciar esa deuda en un 50%. La alternativa a eso era la quiebra sobre el total de la deuda. Así que, básicamente, la solución para Grecia venía a reproducir lo que había ocurrido con la deuda latinoamericana en los 80, cuando los gobiernos substituyeron la deuda existente y los préstamos bancarios por bonos Brady, así llamados por el secretario del Tesoro de Reagan, Nicolas F. Brady. Esos bonos tenían un principal más bajo, pero al menos se consideraba seguro su cobro Y en efecto, se hicieron los pagos.

Esa quita griega del 50% parecía radical, pero los bancos europeos ya habían cubierto sus apuestas y subscrito seguros de impagos: los bancos norteamericanos se hacían cargo de buena parte de esos seguros.

En diciembre de 2011, un cuarto de siglo después de Brady, el secretario del tesoro de Obama, el señor Geithner, viajó a Europa para reunirse con los dirigentes europeos y exigirles que Grecia depreciara su deuda sobre la base de quitas voluntarias por parte de bancos y acreedores. Explicó que los bancos norteamericanos habían apostado a que Grecia no quebraría, y que, por lo mismo, su situación patrimonial neta era tan precaria que, si tenían que pagar por su mala apuesta, irían a la quiebra. 

Según me contaron los banqueros alemanes la situación, Geithner amenazó con cargarse a los bancos y a las economías europeas, si no se allanaban a pagar el pato y cargar ellos con las pérdidas: los bancos estadounidenses no tenían que pagar por los seguros colateralizados de impagos (CDOs) y por otras apuestas en las que habían vertido miles de millones de dólares.

Los europeos estallaron de indignación. Pero Geither terminó por ofrecerles un trato. De acuerdo: la Casa Blanca permitirá la quiebra de Grecia. Pero los EEUU necesitan tiempo.

Convino en abrir una línea de crédito de la Reserva Federal al Banco Central Europeo (BCE). La Fed suministraría dinero para prestar a los bancos en el ínterin cuando las finanzas de los gobiernos europeos  desfallecieran. Se daría tiempo a los bancos para que pudieran deshacer sus garantías de quiebra. Al final, el BCE sería el acreedor. El BCE –y presumiblemente, la Fed— cargarían con los costes, “a expensas del contribuyente”.  Los bancos estadounidenses (y probablemente también los europeos) evitarían así cargar con unas pérdidas que se llevarían por delante su situación patrimonial neta.
¿Cuáles son realmente los detalles de este acuerdo? Lo que sabemos es que los bancos estadounidenses están retirando la renovación de sus líneas de crédito a los bancos y a otros prestatarios europeos a medida que van expirando. El BCE actúa para cubrir la brecha. A eso se le llama “suministro de liquidez”, pero más parece un suministro de solvencia en una situación de insolvencia básica. Después de todo, una deuda que no puede devolverse, nunca se devuelve.

La idea de Geithner es que lo que una vez funcionó, puede volver a funcionar. Cuando la Reserva Federal o el Tesoro cargan con una pérdida bancaria, lo que hacen, simplemente, es imprimir deuda pública o abrir un depósito para los bancos en el banco de la Reserva Federal. La opinión pública no ve eso de manera tan perspicua como cuando le arrebatan directamente el dinero. Y el gobierno se limita a decir que se trata de “salvar al sistema financiero”, sin mencionar el coste del asunto “a expensas del contribuyente” (¡no a expensas de los bancos!).
Es un regalo.

Michael Hudson es ex economista de Wall Street especializado en balanza de pagos y bienes inmobiliarios en el Chase Manhattan Bank (ahora JPMorgan Chase & Co.), Arthur Anderson y después en el Hudson Institute. En 1990 colaboró en el establecimiento del primer fondo soberano de deuda del mundo para Scudder Stevens & Clark. El Dr. Hudson fue asesor económico en jefe de Dennis Kucinich en la reciente campaña primaria presidencial demócrata y ha asesorado a los gobiernos de los EEUU, Canadá, México y Letonia, así como al Instituto de Naciones Unidas para la Formación y la Investigación. Distinguido profesor investigador en la Universidad de Missouri de la ciudad de Kansas, es autor de numerosos libros, entre ellos Super Imperialism: The Economic Strategy of American Empire.

Traducción para www.sinpermiso.info: Mínima Estrella

sábado, 29 de octubre de 2011

¿Qué es la regla Volcker?

¿Qué es la regla Volcker?

Credito:
Alinn Bravo
La llamada regla Volcker es la propuesta de ley de reforma del sistema bancario que lanzó el gobierno de Obama en el año 2010 y recibe el nombre en honor a Paul Volcker, expresidente de la Reserva Federal (FED) de Estados Unidos.

La regla Volcker consiste en limitar el tamaño de los bancos y restringir sus actividades de riesgo.
“Prohíbe operaciones que buscan ganancias rápidas, pero ofrece exenciones para suscribir y construir mercados de valores, además de cubrir riesgos. También se incluye un programa para garantizar que los bancos no hagan operaciones propias haciéndolas pasar como cobertura”.

Entre otras medidas, establece un límite de 3% del capital total de los bancos, para aportar capital a fondos de inversión alternativa o realizar operaciones a corto plazo con la cartera propia para su beneficio y les exige llevar un registro más exhaustivo de sus actividades.

Asimismo, impide a cualquier banco que capte depósitos garantizados por el Estado tener hedge funds, o fondos de private equity o comprar y vender títulos por cuenta propia (en particular, hipotecas subprime).

Con estas medidas, se quiere evitar que se creen entidades demasiado grandes para quebrar y que obliguen al Estado a salir siempre a su rescate, como ocurrió en el 2009.
fondos@eleconomista.com.mx

El Economista

jueves, 13 de octubre de 2011

La reforma constitucional, el déficit y la sorprendente historia de Guy Abeille

Publicado el 25 agosto, 2011 por nosinmibici

Hace dos días se produjo en el parlamento el anuncio de lo que puede ser un verdadero atentado contra la soberanía económica de España: el Presidente, sin ni siquiera haberlo discutido con su propio partido, propone una reforma por vía de urgencia de la constitución para fijar un límite al déficit y al gasto público, un hecho de especial trascendencia para la vida económica del país que no se someterá a referéndum, aceptando una propuesta de la oposición que tiempo antes se había menospreciado y a poco más de dos meses vista de las elecciones generales. Con la sospecha, más que fundada, de que se actúa bajo mandato directo del Banco Central Europeo y las presiones de Alemania.


Después de 30 años sin atender a justas y necesarias demandas de reforma constitucional (ley electoral, posibilidad de referéndum vinculante, elección de cargos del poder judicial, reforma del senado, etc) resulta que un Presidente al que le quedan dos telediarios quiere reformar la constitución por presiones de poderes económicos exteriores.

La reforma consiste en limitar de forma estricta mediante mandato constitucional el déficit y el gasto público. Esto de limitar el déficit, en principio, está muy bien, y si nunca fuera necesario pues mucho mejor. Pero el déficit no es más que una diferencia negativa de los ingresos respecto a los gastos. Resulta que en todos estos años de crisis no sólo no hemos visto ni una sola medida seria para reducirlo aumentando los ingresos (fiscalizar las grandes fortunas -como se hará en Francia, hasta algunos grandes empresarios lo han pedido voluntariamente-, luchar a fondo contra el fraude fiscal y la sangrante evasión de divisas a los paraísos fiscales, plantear un debate acuciante sobre la tasación de las transacciones financieras…) y ahora nos salen con que van imponer constitucionalmente un límite estricto y sin precedentes al gasto público.

Esto, como cualquiera puede imaginar, supone un aval constitucional a decisiones que impliquen disminución de la inversión pública, recortes del gasto social, recortes salariales de los funcionarios, políticas de privatización de bienes y servicios públicos y limitación de políticas de reactivación económica mediante el gasto público que aumenten de forma razonable el déficit.
Por otra parte, no hace falta ser catedrático de economía para saber que esta magnitud es una medida que por si sola no dice gran cosa, y que incurrir en él (al igual que cuando nos endeudamos al pedir un crédito) no tiene por que ser siempre negativo. Sin embargo, si puede ser necesario y fundamental para la política económica de un país en determinadas coyunturas. Por otro lado, es particularmente curioso y grave que esta decisión se tome en un país que no tiene una excesiva deuda pública, sino una gran deuda privada que puede aumentar si perdemos servicios y bienes públicos en el futuro a causa de este cerrojazo.

Observa la ministra Salgado que es una medida acertada porque genera confianza en los mercados… pero ¿qué coño les importará a los buitres que especulan día a día una reforma que entrará en vigor entre 2018 y 2020?

En fin, así es el Presidente del talante, que será talante de cualquier cosa menos democrático. Porque cuando se toma una decisión unilateral que afecta directa y sustancialmente a nuestra soberanía económica, nada menos que reformando la constitución, sin consultar al pueblo y cediendo ante las presiones de la Europa más conservadora, entonces se puede afirmar que, como siempre digo, lo que tenemos no es una democracia, sino una plutocracia de libro. Y todavía recuerdo aquél «no os decepcionaré» gritado desde Ferraz el día que ganó las primeras elecciones…

Hasta aquí la opinión. Ahora la parte más interesante de este artículo, en la que os contaré una historia que muy pocos conocen (supongo que Zapatero tampoco) y que todo el mundo debería saber, para ser conscientes de hasta que punto las grandes decisiones económicas (como la que se va a tomar en nuestro país) se apoyan a veces en dogmas sin ningún fundamento ni sentido. Os presento la historia del amigo Guy Abeille y el origen del ratio déficit/PIB como criterio sagrado de la estabilidad presupuestaria.

La sorprendente historia de Guy Abeille
Como sabéis, uno de los criterios de convergencia del Tratado de Maastrich, y quizás el más cacareado, es el de que los estados miembros no deben sobrepasar un déficit del 3% en relación al PIB. Uno podría pensar que es un criterio económico elaborado por sesudos expertos y fundamentado en sólidas teorías económicas. Pues bien, nada más lejos de la realidad. Fue una invención oportunista, una operación de imagen sin ningún sentido económico para contener las ansias inversoras de los ministros del primer gobierno de Mitterrand en la Francia de 1981 y poder tranquilizar a la opinión pública sobre el aumento constante del déficit. Sin más, os dejo con la aleccionadora historia de Guy Abeille, revelada en La Tribune de 01/10/2010 (este es el enlace para los que puedan leer en francés), contada en primera persona por su protagonista y resumida por mí. Pásalo, porque en este criterio sin criterio puede apoyarse el despropósito que Zapatero y Rajoy están cocinando.

“Soy un antiguo funcionario del Ministerio de Economía, destinado entre octubre de 1977 y junio de 1982 a la Dirección de Presupuesto. Me encargué de seguir y analizar mes a mes la ejecución de los presupuestos generales y de proporcionar a lo largo de todo el año la previsión de su saldo, y, en consecuencia, del déficit. Esta información la comunicaba redactando una nota mensual revisada y firmada por mis superiores que llegaba al ministro y, finalmente, al Eliseo.

Al final del ejercicio recibíamos la orden, en función de la proximidad de las elecciones y del clima electoral, de jugar sobre determinadas partidas poco claras de la contabilidad para arreglar el resultado que terminaría siendo publicado, traspasando de un ejercicio a otro determinadas facturas o gastos que se habían vuelto milagrosamente migratorios. Era yo y sólo yo quién entre diciembre y febrero estaba encargado, haciendo gala de inventiva y sagacidad, de establecer la lista cifrada y manuscrita (no se imprimiría nada) de lo que fuera posible hacer para el arreglo. Todo sin otro apoyo que la aprobación oral dada por mis superiores.

La llegada del déficit
En 1973 llegó la crisis del petróleo que cuadruplicó los precios y trastornó la economía mundial. A partir de 1975, con el plan de reactivación de Chirac (un modelo keynesiano de libro) las finanzas públicas se ponen al rojo, un déficit del que ya nunca se saldrá. A continuación, en 1979, llega la segunda crisis del petróleo. El presidente Giscard d’Estaing tiene una fijación: no dejar que el déficit supere la linea de los 30 mil millones de francos. Los dos presupuestos antes de la llegada de la izquierda aguantan en ese nivel (31 mil millones en los años 79 y 80), mediante el arte de los manejos contables que después de tres años de práctica en la Dirección del Presupuesto ya dominaba bastante.

Llega 1981
Con la llegada de Mitterrand, la cifra del déficit se actualiza a 55 mil millones de francos, cifra que el ministro del Presupuesto Laurent Fabius hace pública.
A finales de junio, urge preparar los presupuestos generales del año 1982, que serán los primero con la izquierda en el poder. Pero los nuevos ministros multiplican sus ruegos al Presidente para obtener más créditos para satisfacer sus necesidades. Entonces nos damos cuenta de que vamos a sobrepasar el límite de los 100 mil millones de francos, cifra que ni los más osados jamás se hubieran atrevido a murmurar.

Un encargo de última hora
En estas circunstancias recibimos una llamada del reciente número 2 de la Dirección del Presupuesto, para convocarnos a una reunión a mí y a Roland de Villepin, jefe del despacho. Eramos considerados entre la fauna local como esa especie, rara en la Dirección, de los economistas manipuladores de cifras (somo de alguna forma ingenieros de la economía). Nos hacen saber que el Presidente ha pedido personal y urgentemente disponer de una regla simple y práctica, pero con la marca del experto y por lo tanto sin apelación, que pueda blandir ante los más coriáceos visitantes «presupuestívoros».

Es necesario actuar rápido. Villepin (primo de Dominique de Villepin) y yo, no tenemos ni idea de qué hacer y a decir verdad ninguna teoría económica nos puede orientar. Pero la petición viene de lo más alto. Ponemos pues al animal presupuestario sobre la mesa de disección. Miramos del lado de los gastos, de su volumen, su estructura, con deuda y sin ella, reagrupando por aquí y por allá. Podemos establecer diversos índices, pero ninguno contundente como arma arrojadiza. Damos la vuelta a la bestia del lado de los ingresos: miramos por el lado de los impuestos, pero estos fluctúan con la coyuntura, varios tienen un desfase de un año… Todo es confuso y difícil de argumentar, y nos han pedido algo para la ostentación pública. El camino de los ingresos no tiene salida. Sólo nos queda una vía: el déficit.

El déficit le suena a todo el mundo: tener déficit es estar mal de dinero; o, si se prefiere, tirar de cheques que habrá que pagar mañana. Además el déficit ha adquirido después de Keynes su título de nobleza económica: es una de las variables más visibles de los modelos económicos. Por si sólo, tiene la envergadura y la claridad para salir del paso. ¡El déficit! Pero, ¿que hacemos con él? ¿A qué compromiso hay que someterle para extraer una norma?

La cosa está clara: el salvavidas todo-terreno de los macro-economistas con falta de referencias es el PIB: todo empieza y acaba en el PIB. Todo lo que es un poco grande parece dirigirse razonablemente a él. Así pues, será el ratio del déficit sobre el PIB. Simple; elemental incluso. Con el déficit sobre el PIB, parece que enseguida vemos algo claro.

Un criterio dudoso
Llegados a este punto se impone un poco de reflexión. Comiéncese por notar que el déficit es un saldo, no una magnitud económica de primer orden, sino el resultado de una operación entre dos magnitudes. Este simple hecho, trivial, comporta dos observaciones. La primera es que un mismo déficit puede obtenerse por la diferencia entre dos cantidades de magnitud muy desigual: 20 mil millones son tanto la diferencia entre 50 y 70 mil millones como entre 150 y 170 mil millones. Ahora bien, y esta es la segunda observación, no puede ser en absoluto indiferente a la economía el hecho de que la masa de gastos e ingresos públicos sea de una cierta amplitud (menos del 35% del PIB como en EEUU o Japón) o que lo sea de otra mucho más grande (más del 50% como en Francia o los países escandinavos); sin ni tan siquiera hablar del contenido de cada una de las masas: no es lo mismo un cierto volumen de ingresos con un IVA al 10% y un impuesto sobre la renta que llegue hasta el 80%, que con un IVA al 20% y un impuesto sobre la renta del 30% como máximo. O alinear un mismo volumen de gastos, pero con un 5% de subvenciones en inversión en un caso o del 20% en el otro. Por lo tanto, vemos que el valor del déficit por si mismo sólo tiene un sentido relativo.
La segunda observación afecta a la pertinencia del índice mismo: ¿dividimos coliflores entre zanahorias? Un déficit no es más que una deuda: es la cifra exacta de lo que hace falta pedir prestado a otros, y, por lo tanto, de lo que habrá que ahorrar durante los próximos años para devolver ese préstamo. Dicho de otro modo, mostrar un déficit en relación al PIB, es relacionar el flujo particionado, escalonado, de los vencimientos a pagar en los años venideros con la única riqueza producida en el año de origen. Hay un desfase temporal. De donde se deduce que el único criterio pertinente es el de la capacidad de reembolso en un horizonte dado (que es el del préstamo), la cual está en función, no tanto del déficit consentido en un año dado, como de la deuda global acumulada (ese año, pero también los precedentes y quizás los venideros) y de la previsión que se puede hacer de los recursos futuros, es decir, de la pareja crecimiento/rendimiento fiscal. El resto no es más que imagen.

Ultima observación, más general: un déficit no tiene el mismo sentido económico según sea algo puramente puntual en una serie de años de equilibrio, el cual será reabsorvido en unos años por la reactivación misma de la economía que ese choque habrá provocado (keynesianismo puro), o según sea un jalón más de un largo período de déficits instalados de forma crónica en la marcha de la economía.
Se comprende entonces que fijarse en el déficit de un año dado no tiene sentido. Y que llevarlo al PIB de ese mismo año menos aún. El ratio déficit sobre el PIB puede como mucho servir de indicador. Sopesa una magnitud y proporciona una idea, inmediata, intuitiva, de la deriva, pero nada más. En ningún caso puede servir de brújula de una política económica. No mide nada: no es un criterio. Sólo tiene el valor de un análisis razonado de la capacidad de reembolso, es decir, de un análisis de la solvencia.

Sin embargo, la cuestión política, no económica, permanece: ¿cómo trasmutar el plomo de un análisis razonado de la solvencia en el oro aparente de una regla sonora, impactante, que pueda ser una llave maestra? Es la cuestión que a última hora de la tarde, en junio del 81, se nos plantea.

Fabricar una norma
Presionados fabricamos la idea del déficit sobre el PIB, una redonda y bonita quimera. Ese será el ratio. Queda ponerle una tasa. Es cuestión de segundos. Miramos cual es la previsión del PIB más reciente proyectada por el INSEE (Instituto Nacional de Estadística y Estudios Económicos) para el 82. Por otro lado tenemos 100 mil millones de euros de déficit para nuestros presupuestos en preparación. Metemos calculadora: la relación entre los dos no está lejos de dar el 3%.
Efectivamente, el 3%. No tiene otro fundamento que el de las circunstancias, pero está bien. 1% sería poco, 2% inaceptablemente comprometido en estos momentos y con pinta de ser demasiado redondo, prefabricado. Mientras que el 3 es una cifra sólida. Y además, en camino de los 100 mil millones de francos de déficit, marca la última frontera que somos capaces de concebir.
Volvemos a la Dirección del Presupuesto con nuestro 3% del PIB, del cual estamos contentos sin llegar a estar orgullosos, y les decimos que en vista de la hora que es y palabra de economista, es lo más serio y fundado que tenemos en ese momento en la trastienda.

Como se dispara el 3%
Francia se hunde. Mitterrand rebaja el déficit real de 120 mil millones de francos hasta los 95 mil millones que son anunciados, menos que el umbral simbólico de los 100 (nuestro 3% del PIB). Es la primera vez en la historia que Laurent Fabius refiere el déficit al PIB, para volverlo más leve, ya que, al fin y al cabo, el 2,6% del PIB que cita a los periodistas no es más que un pellizquito de este.
En el eterno combate económico con Alemania, el Ministro de Economía, Jacques Delors, es el primero en hacer saber que el déficit no debe sobrepasar el 3% del PIB. Aquí nacen las nociones de «déficits aceptables» y de «cifras razonables». A partir de entonces, en las declaraciones de Fabius, Delors y del Primer Ministro Mauroy, el 3% del PIB es la luz que alumbra el camino. Se convierte en el martilleo de una «política controlada de las finanzas públicas». El proceso de aculturación está terminado: lo que es razonable, no es ver en el déficit un accidente, quizás necesario, pero que es necesario corregir; no, lo que se decreta como razonable es añadir cada año a la deuda solamente una centena de miles de millones de francos.

Extensión del alcance del ratio
Y un buen dia aparece el Tratado de Maastricht. Teniamos el 3% en la manga. ¡En Francia lo usamos, es una cifra de expertos! Así pues, pasa a Europa. Y de ahí se extiendería a todo el mundo. Sin ningún contenido, y fruto de las circustancias, de un cálculo por encargo a falta de algo mejor, un buen dia, ¡voilà el paradigma!

A veces, cuando oigo como un mantra repetir el 3% del PIB, me divierto con ese 3 que escogimos y me viene a la memoria el proverbio «numero deus impare gaudet»: Dios ama los números impares.”

Fuente No sin mi bici

jueves, 29 de septiembre de 2011

"El mito del crecimiento económico infinito es un fracaso"

 Jueves, 29 de septiembre de 2011

Manifestante anticapitalista
Toda sociedad se aferra a un mito y vive por él. El nuestro es el del crecimiento económico. Las últimas cinco décadas la persecución del crecimiento ha sido el más importante de los objetivos políticos en el mundo. La economía global tiene cinco veces el tamaño de hace medio siglo. Si continúa creciendo al mismo ritmo, será 80 veces en el año 2100.
Este extraordinario salto de la actividad económica global no tiene precedentes en la historia. Y es algo que no puede estar más en desacuerdo con la base de recursos finitos y frágil equilibrio ecológico del que depende para su supervivencia. Y ya ha venido acompañado de una degradación estimada de un 60% de los ecosistemas del mundo.
La mayor parte del tiempo, evitamos la realidad de estos números. El crecimiento debe continuar, insistimos. "¡Acumulad!, ¡acumulad!, es lo que dicen Moisés y todos los profetas", como dijo Karl Marx.
Y no sólo por el bien de los países más pobres, donde (lo sabe el cielo) es desesperadamente urgente una calidad de vida mejor, sino en el opulento Occidente, donde el consumismo rampante amenaza el tejido de nuestra sociedad.
Las razones por esta ceguera colectiva son fáciles de encontrar. El capitalismo occidental se basa de forma estructural en el crecimiento para su estabilidad. Cuando la expansión se tambalea, como ha pasado recientemente, los políticos entran en pánico.
Los negocios batallan por sobrevivir. La gente pierde sus trabajos y en ocasiones sus viviendas. La espiral de la recesión es una amenaza. Cuestionar el crecimiento se toma como un acto de lunáticos, idealistas y revolucionarios.
Ahora, cuestionarlo es un deber. El mito del crecimiento infinito ha fracasado, ha fracasado para 2.000 millones de personas que viven con menos de US$2 al día. Ha fracasado para el frágil sistema ecológico de cuya supervivencia depende. Ha fracasado, espectacularmente, en sus propios términos, para proveer estabilidad económica y asegurar la vida de las personas. La prosperidad para unos pocos, basada en la destrucción medioambiental y la persistente injusticia social, no es fundamento para una sociedad civilizada.

Crisis es oportunidad


Tim Jackson

Pero la crisis económica se nos presenta como una oportunidad única para invertir en el cambio, barrer las creencias en el beneficio a corto plazo que fueron una plaga durante décadas. Y para el compromiso, por ejemplo, en una reforma radical de las disfuncionales instituciones de los mercados de capitales.
La especulación sin trabas en materias primas y derivados financieros llevaron al mundo financiero al filo del colapso hace tres años. Es necesario que sea remplazado por un mas duradero y lento sentido de las finanzas: inversión sólida en activos productivos, en tecnologías limpias de bajas emisiones de carbono, en salud y educación, en viviendas de calidad y en sistema de transporte eficientes, en espacios públicos abiertos. Es decir, inversión en el futuro de las comunidades.
El empresariado también debe ser revisado. Obtener beneficios a expensas de los contribuyentes es inmoral. La mano invisible del mercado debe ser domesticada y puesta al servicio del pueblo. Los ejecutivos más previsores de las empresas más visionarias ya entienden estas demandas. La empresa social está comenzando a prosperar en la economía post-crisis.
Arreglar la economía es sólo parte de la batalla. También tenemos que confrontar la lógica del consumismo. Los días de gastar dinero que no tenemos en cosas que no necesitamos para impresionar a personas que no nos importan deben terminar. Vivir bien es buena nutrición, un hogar decente, buenos servicios públicos, comunidad estable y un empleo satisfactorio.
La prosperidad, en todos los sentidos de la palabra, trasciende las preocupaciones materiales, reside en el amor de nuestras familias, el apoyo de nuestros amigos y la fuerza de nuestras comunidades, en nuestra capacidad para participar en la vida en sociedad, en tener un propósito para darle sentido a la vida. El desafío para nuestra sociedad es crear las condiciones para que hacer esto posible.

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viernes, 2 de septiembre de 2011

Carlos Villalba: 20 TITULARES DE AGOSTO y una remediabilidad

MN [105] — 20 TITULARES DE AGOSTO 
 
1. Un trabajador vasco necesita 83 años para ganar lo que gana un consejero ejecutivo en un año / Los salarios de los directores han aumentado un 288% más que el de los trabajadores.
 
2. Se produce comida para 12.000 millones de personas; y en el planeta solo somos 7.000.
 
3. En Somalia el precio del maíz  aumentó un 106% y un 180% el del sorgo / El precio lo marcan las multinacionales de la alimentación con sede en NY y París.
 
4. Asalariados y pensionistas de Euskadi declararon a hacienda 19.359 euros de media, mientras que los pequeños empresarios y profesionales liberales sólo declararon 11.036 euros de media (8.323 euros menos).
 
5. El sueldo para los directivos del Banco Santander creció el 24% en el primer semestre de 2011.
 
6. Casi la mitad de los parados de Euskadi no cobra ya ninguna prestación. Más de 33.000 hogares vascos tienen a todos sus miembros en paro.
 
7. Desde 1967 Israel ha detenido a 700.000 palestinos, un 20% de la población de los territorios ocupados. Muchos son menores de edad que sufren torturas y son condenados sin juicio.
 
8. Cada día de agosto ha sido en Chile un día contra el neoliberalismo que recorta la educación pública / La pancarta de la manifestación mayor en los  días de huelga general decía: “LA ECONOMÍA EN ALZA / Y AL PUEBLO NO LE ALCANZA / PERO LA ORGANIZACIÓN AVANZA / HACIA LA REVOLUCIÓN”.
 
9. USA pierde el avión más rápido del mundo, el Falcon HTV-2. El Pentágono lanzó este aparato de guerra diseñado para alcanzar velocidades veinte veces mayores que las del sonido, pero el Falcon desapareció en el Pacífico. Solo costaba 308 millones de dólares.
 
10. Warren Buffet, el tercero más rico del mundo, pide  al Congreso USA que suba los impuestos a los más ricos:“Mis amigos y yo hemos sido mimados durante mucho tiempo por un Gobierno amigo de los multimillonarios” / Él pago el 17,4% de sus ingresos, mientras que sus empleados pagaron entre un 33% y un 41%.
 
11. Hay que gravar el capital, pero los gobiernos no se atreven. Así que se han adelantado dieciséis multimillonarios, dueños de las  multinacionales más grandes de Francia, y han pedido que les suban los impuestos, imitando a 50 millonarios alemanes, que ya lo  habían pedido antes.
 
12. El capital que se dedica a cuestiones productivas es de unos 60 billones dólares/año; el que se dedica a especular es de unos 600 billones.
 
13. El territorio de nuestro planeta ha sido cartografiado ya casi al milímetro, sin embargo, un estudio publicado este mes calcula que el 90% de la vida —nueve de cada diez especies— están aún por descubrir y catalogar (8.700.000 especies habitan la Tierra. Los humanos solo somos una de esas especies).
 
14. El Ayuntamiento de Villamayor de Calatrava, regido por el PP, ha quitado de sus calles los nombres de históricos socialistas como Pablo Iglesias, Enrique Tierno Galván, Pablo Neruda, “porque son nombres de desconocidos”, y los ha cambiado por nombres como “Plaza de la Selección española de fútbol”.  
 
15. El precio del oro, el único valor seguro del capitalismo, coquetea con el tope de los 1.600 dólares la onza, cuando antes de la crisis se podía comprar a 500.
 
16. Las tres grandes agencias de calificación de riesgo de la deuda de países, han disparado sus beneficios en el primer semestre de 2011: Moody’s ha declarado beneficios de 189 millones de dólares en este semestre (59% más que en 2010); Standard&Poor’s  ganó 211 millones (11% más); Fitch Rating, ganó 90 millones (22% más) / La empresa que más ha crecido en España en los últimos años es Moody’s: en cinco años ha duplicado sus beneficios (en 2009 ganó 24,2 millones).
 
17. El 17 de agosto, 20 militares del ejército colombiano entraron en el municipio de Montecristo del Sur del Departamento de Bolívar. Reunieron a toda la comunidad y señalaron a los señores Iván Serrano, tendero, Luis Albeiro, minero de 18 años,   y Pedro Sierra, agricultor, a quienes amarraron en la plaza.  Los militares, después de emborracharse, les cortaron la lengua a los tres, y les mataron, delante de toda la comunidad.
 
18. El Informe Greco del Consejo de Europa  dice que en el Estado español los bancos no cobran los créditos a los partidos políticos.  Dice que los bancos les perdonan la deuda porque los partidos trabajan para la banca.
 
19. Bastaba que 35 diputados demócratas se opusieran a la reforma de la Constitución española para que ésta no fuera secuestrada por la tiranía económica, y para que se consultara a la ciudadanía. Pero la ciudadanía no encontró 35 diputados que la representen…
 
20. “Ya no podemos esperar nada del capitalismo senil. Estamos en la cubierta del Titanic, conscientes del hundimiento. La única posición lógica es trabajar para lograr cuanto antes un sistema alternativo” (Miren Etxezarreta, 20/08).
 
21. La cara oscura de la realidad nos rompe. Todos somos un arcángel roto. Pero esta “irremediabilidad” es remediable. El hondón de la herida es sitio privilegiado para la germinación de la semilla de la bondad.