Vie, 12/18/2009
por Libio Pérez*
Pese a las iniciativas sociales, subsiste la inequidad
Libio Pérez*
“Soy mujer, socialista, separada y agnóstica. Reúno en mí cuatro pecados capitales. Pero vamos a trabajar bien”. Así fue como Michelle Bachelet saludó a los jefes militares cuando a comienzos de 2002 asumió sus funciones de ministra de Defensa, nombrada por el presidente chileno Ricardo Lagos. Un puesto que nunca hasta entonces había sido confiado a una mujer y que ningún socialista había ocupado desde el gobierno de Salvador Allende. En marzo de 2006 llegó al poder presidencial con el mismo espíritu, de la mano de la Concertación de Partidos por la Democracia (la “Concertación”). Esta coalición –que reunía a demócratas cristianos, liberales, socialdemócratas y socialistas– gobierna el país desde la transición democrática en 1989. Los presidentes anteriores Patricio Aylwin, Eduardo Frei Ruiz-Tagle y Ricardo Lagos también pertenecían a la Concertación.
Durante su mandato, “la Michelle”, como la llaman muchos en Chile, implementó una serie de programas y de reformas destinadas a mejorar la calidad de vida de la población, atenuando los efectos del modelo económico neoliberal introducido bajo la dictadura del general Augusto Pinochet (1973-1989): ampliación de la cobertura de salud; “pensión solidaria” otorgada a más de un millón de personas; creación de una red nacional de jardines maternales (3.500 programados para 2010), lo que tuvo el efecto de estimular la participación de las mujeres en el mercado de trabajo…
Sin embargo, cuando se celebre el Bicentenario de la Independencia en septiembre de 2010, Chile no será el país “desarrollado” que había prometido el entonces presidente Lagos. Esa profecía se apoyaba en los indicadores económicos de los años 80, y particularmente en el crecimiento promedio del Producto Bruto Interno (PBI), que era entonces del 7,6%. Pero la crisis asiática frenó bruscamente esta expansión económica y, durante los seis años del mandato de Lagos, el PBI sólo creció a un promedio del 4,3% (1).
Así es la situación que heredó Bachelet a su llegada al Palacio de La Moneda. Durante los tres primeros años de su presidencia el PBI cayó el 4,2%; y la tendencia se mantiene a la baja, ya que la crisis económica mundial repercutió sobre la demanda y los precios del cobre, principal producto chileno en los mercados internacionales, que cubre alrededor del 50% de sus exportaciones.
Por suerte, el gobierno había tomado medidas preventivas. Cuando los precios de exportación del cobre llegaron a valores máximos inéditos –principalmente como consecuencia de la demanda china–, destinó esos ingresos al ahorro y acumuló más de 25.500 millones de dólares. A comienzos de 2008, cuando se hicieron sentir los primeros síntomas de debilidad económica, la Presidenta abrió la caja de los ahorros fiscales. Es una de las razones de su gran popularidad.
Una vez instalada la crisis global, a comienzos de 2009 Bachelet anunció un plan de estímulo al empleo (el desempleo supera el 10%), un paquete de nuevos subsidios, un programa reforzado de inversiones destinadas a infraestructuras, así como una capitalización de la empresa nacional del cobre –la Corporación Nacional del Cobre (Codelco)– de hasta 4.000 millones de dólares. A lo largo de los meses se fueron sucediendo las medidas tomadas para “limitar los daños”: aprobación de nuevos subsidios, planes de estímulo a la construcción y programas focalizados en el empleo de los jóvenes.
El paquete de medidas comprometió apenas el 20% de las reservas acumuladas durante la época de los altos precios del cobre. Así, Bachelet pudo llevar adelante los proyectos de “protección social” –destinados al 40% de la población más vulnerable– y de reducción de la pobreza (que bajó del 38,6% en 1989 a menos del 13% hoy en día) (2). Estos esfuerzos también se realizaron en el ámbito de la educación preescolar, con lo cual la tasa de escolarización pasó del 16% al 36%.
Como Presidenta, “la Michelle” goza de una popularidad excepcional entre la población, al menos en los sectores urbanos (3). Al observar ese apoyo, que no es posible desmentir, “la Michelle” señala aquello que, en su opinión, constituye el rasgo distintivo de su administración: “Ser progresista quiere decir garantizar derechos sociales permanentes, con el fin de que la corrección de las desigualdades sea efectiva en el tiempo. No se trata de dar asistencia hoy para quitarla mañana” (4).
Carrera esforzada
Nada ha sido fácil para esta mujer que se incorporó al Partido Socialista a inicios de los años 70 y que acompañó con entusiasmo a la Unidad Popular de Salvador Allende. Sus estudios de Medicina se interrumpieron con el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973. Su padre, el general de Aviación Alberto Bachelet, fue encarcelado y murió algunos meses después a consecuencia de las torturas sufridas (5). Ella misma –en compañía de su madre Ángela Jeria– fue secuestrada por los servicios de seguridad y conducida a una prisión clandestina donde sufrió violencia física. Después de haber participado activamente en la resistencia clandestina, tuvo que exilarse en la República Democrática Alemana (RDA).A su regreso a Chile, en los años 80, se unió a la lucha en favor de la restauración de la democracia y se relacionó con los organismos de defensa de los derechos humanos. Pero el “fenómeno Bachelet” nació en el invierno de 2002, cuando era ministra de Defensa. Cuando fuertes lluvias inundaron los barrios de la capital, puso militares al servicio de los siniestrados y supervisó personalmente los trabajos, encaramada sobre un carro blindado. Esa imagen resultó impresionante.
Como candidata a la Presidencia por la Concertación, en las elecciones de diciembre de 2005 enfrentó a dos candidatos de derecha –el hombre de negocios conservador Sebastián Piñera y el pinochetista Joaquín Lavín– así como al representante de la izquierda extra parlamentaria Tomás Hirsch, apoyado por los miembros del Partido Humanista y los comunistas. Ganó en segunda vuelta con el 53,5% de los votos, mientras Piñera obtuvo el 46,5%.
Sin embargo, Bachelet nunca fue favorita de las elites políticas de la Concertación: su candidatura se basó en el apoyo popular. Consciente de este hecho, propuso gobernar otorgando un lugar importante a la participación y a las consultas en materia de políticas públicas; implementó un equipo ministerial respetuoso de la paridad hombres-mujeres y promovió “nuevas caras” en sus equipos, en un esfuerzo por renovar los cuadros dirigentes.
Este enfoque generó escepticismo y resistencias. Incluso dentro de la Concertación se expresaron dudas en cuanto a su capacidad para gobernar, dudas reiteradas a diario por la oposición de derecha. Varios factores contribuyeron a esta percepción.
Al comienzo de su mandato, y según los criterios de la clase política chilena, la designación de su gobierno tomó demasiado tiempo. Dos meses más tarde estalló un conflicto violento: más de un millón de estudiantes secundarios se lanzaron a las calles para protestar contra el bajo nivel de la educación pública. Estudiantes universitarios, profesores y padres de alumnos se unieron a la protesta. Durante un mes mantuvieron al gobierno al borde del fracaso. Bachelet aceptó la parte principal de las reivindicaciones de un conflicto que no formaba parte de su agenda y que provocó los primeros cambios ministeriales. Los titulares del Ministerio del Interior y de Educación fueron reemplazados.
Aún más problemático resultó el plan del transporte público de la capital. Concebido por el gobierno de Lagos y bautizado Transantiago, entró en vigencia el 9 de febrero de 2007. Este nuevo sistema modificó el recorrido de los ómnibus, su frecuencia, las empresas encargadas del servicio e impuso el boleto electrónico (6). Durante meses miles de personas debieron esperar largas horas antes de poder subirse a ómnibus abarrotados, ya que la cantidad era muy limitada considerando el flujo de pasajeros. En los barrios periféricos, y en particular en las villas miseria, dejaron de pasar, obligando a los habitantes a largos trayectos a pie para llegar a la parada más próxima. Más allá del descontento general, de manifestaciones y enfrentamientos a veces violentos con la policía, las inversiones (en infraestructura, máquinas, nuevo personal y subsidios) necesarias para superar ese caos constituyeron para el Estado chileno un gasto extra de más de 1.000 millones de dólares.
Problemas estructurales
Las reivindicaciones territoriales de los indios mapuches, en la Araucanía, en el sur del país, tampoco habían sido tomadas en consideración. En esta región empobrecida, el auge de los proyectos pesqueros y de explotación forestal transformó a los autóctonos, pequeños propietarios agrícolas, en obreros asalariados precarios, con lo que aumentó la conflictividad social. Además de numerosos arrestos arbitrarios, dos jóvenes militantes indígenas (comuneros) fueron muertos en movilizaciones llevadas a cabo bajo el actual gobierno, que no dudó en utilizar la legislación antiterrorista de la época de Pinochet.Finalmente, y a pesar de los progresos logrados, Chile sigue registrando récords en materia de desigualdades. Un informe de 2005 del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) (7), donde se incluía el coeficiente de Gini –que mide el grado de disparidad en la distribución de los ingresos– colocaba a Chile en el lugar 110 entre 124 países. El mismo informe indica que los ingresos del decil chileno más rico son 31,1 veces superiores a los ingresos del decil más pobre. La encuesta sobre presupuestos de los hogares del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) realizada entre octubre de 2006 y noviembre de 2007 reveló que en el 80% de los hogares de Santiago y sus alrededores los ingresos no eran suficientes para cubrir los gastos, lo que explica que deban recurrir al crédito formal o informal. En los sectores más desfavorecidos, el ingreso per cápita es apenas superior a 3 dólares diarios, la mitad de los cuales se destina a transporte.
Los problemas sociales que Bachelet debió enfrentar no eran una simple herencia de las administraciones anteriores. Se trata de problemas estructurales, que tienen su origen en la Constitución heredada de la dictadura, que consagró a la ganancia como motor del sistema. Así, la reforma de la educación exigida por los estudiantes chocaba con una administración de las escuelas en manos del mercado y con un sector público precario y desprovisto de fondos.
Sin embargo, la popularidad personal de la Presidenta, niña mimada de los medios extranjeros –al igual que el jefe de Estado brasileño Luiz Inacio Lula da Silva– cuando se trata de evaluar a la izquierda latinoamericana, no necesariamente habrá de salvar a la Concertación. Ésta sufrió su primera derrota electoral en las elecciones municipales del 26 de octubre de 2008. Eduardo Frei Ruiz-Tagle –ex jefe de Estado (1994-2000) y demócrata cristiano–, su candidato para la elección presidencial del 13 de diciembre, parece incapaz de capitalizar el apoyo que le brindan Bachelet y el Partido Socialista (PS). Está cuestionado desde la izquierda por Jorge Arrate (Juntos Podemos Más) y por Marco Enríquez Ominami (independiente) (8), quienes se fueron del PS.
Es posible que el conservador Piñera obtenga la mayor cantidad de votos el 13 de diciembre, sin por eso alcanzar la mayoría. Y Frei, aunque durante mucho tiempo considerado como su más seguro adversario, podría verse desplazado de la segunda vuelta del 13 de enero por Ominami quien, en nombre de un “centro izquierda independiente” ha experimentado un avance espectacular en los últimos meses. Pero el resultado final sigue siendo muy incierto. ♦
REFERENCIAS
(1) Véase Fundación para la Superación de la Pobreza: www.fundacionpobreza.cl(2) En valores promedios, según el Banco Central de Chile.
(3) Véase la encuesta del Centro de Estudios Públicos (CEP), de agosto de 2009: “Evolución de aprobación de gobiernos de Patricio Aylwin, Eduardo Frei, Ricardo Lagos y Michelle Bachelet”.
(4) Informes del Ministerio de Planificación: www.mideplan.cl
(5) Véase Carlos Gutiérrez, Militares contra Pinochet, Capital Intelectual, Buenos Aires, 2009.
(6) Los centenares de microempresas de transporte que garantizaban el servicio público, cubriendo toda la periferia, fueron reemplazados por diez concesiones.
(7) Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), “Human Development Report 2005”, Nueva York, 2005.
(8) Hijo de Miguel Enríquez, fundador del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), asesinado en 1974 por los militares.
*Periodista.
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