LA ESQUIZOFRENIA DE NACIONES UNIDAS: Una lucha sin medios contra el hambre - Jean Ziegler | |||
2001-11-01 - - 7.5 |
En vista de las
"circunstancias internacionales," la Organización de las Naciones Unidas
para la Agricultura y la Alimentación (FAO) anuló la segunda cumbre
mundial sobre la alimentación que estaba prevista para este mes y que
debía celebrarse en Roma. Pero aún existen en el mundo 800 millones de
personas que carecen de comida. En 1996 la comunidad internacional se
fijó el objetivo de reducir esta cifra a la mitad para el año 2015.
Entre tanto, a menos que se modifique el orden económico vigente, el
"derecho a la alimentación" quedará simplemente en buenas intenciones.
Todos
conocemos la magnitud de la tragedia: 36 millones de personas murieron
el año pasado por culpa del hambre y sus consecuencias inmediatas:
enfermedades deficitarias, kwashiorkor, etc. La agricultura mundial
podría alimentar normalmente a 12000 millones de seres humanos, es decir
aportar a cada individuo una alimentación equivalente a 2700 calorías
al día. Y, sin embargo, en este planeta sólo vivimos 6.000 millones de
personas.
El hambre y la desnutrición no se deben
en modo alguno a la fatalidad ni a una maldición de la naturaleza. Tal y
como escribió Josué de Castro hace medio siglo, la ecuación es simple:
los que tienen dinero comen; los que carecen de dinero sufren hambre,
las mutilaciones que ésta acarrea, y con frecuencia mueren (1). El que
muere de hambre es víctima de un asesinato. Sin embargo las Naciones
Unidas, las organizaciones no gubernamentales y los estados
"civilizados" afrontan de manera diametralmente opuesta este genocidio
silencioso. En realidad existen dos posturas contrapuestas.
El capitalismo fija el precio de los alimentos
En
la Conferencia Mundial de Derechos Humanos que tuvo lugar en Viena en
1993 se proclamaron los derechos económicos, sociales y culturales.
Fueron añadidos con carácter complementario, equivalente y universal a
los derechos civiles aprobados en 1948. El derecho a la alimentación,
que fue aceptado por todos los países menos por los Estados Unidos,
figura en primera línea. "El derecho a la alimentación adecuada se
ejerce cuando todo hombre, mujer o niño, ya sea sólo o en común con
otros, tiene acceso físico y económico, en todo momento, a la
alimentación adecuada o a medios para obtenerla." El contenido básico
del derecho a la alimentación adecuada comprende "la disponibilidad de
alimentos en cantidad y calidad suficientes para satisfacer las
necesidades alimenticias de los individuos, sin sustancias nocivas, y
aceptables para una cultura determinada. Está inseparablemente vinculado
a la dignidad inherente de la persona humana" (2).
El
derecho a la alimentación, aprobado en 1996 por la Cumbre Mundial sobre
la Alimentación de la FAO, constituye una ruptura epistemológica: la
producción, la distribución y el transporte de alimentos dependían hasta
entonces por completo del mercado. Un saco de arroz, un litro de leche o
un quintal de trigo se consideraba una mercancía como cualquier otra.
El libre mercado capitalista se encargaba exclusivamente de eso. Por
otra parte, hasta el día de hoy, es la Bolsa de Materias Primas
Agrícolas de Chicago (Chicago Commodity Stock Exchange) la que, en los
días laborables, fija el precio de los principales alimentos. Seis
empresas multinacionales del sector agroalimentario y de las finanzas
controlan esta bolsa. Los precios fijados diariamente son casi siempre
fruto de complicadas especulaciones entorno a contratos a plazos,
pirámides de derivados y otras variables.
Alimentación vs. Consenso de Washington
Debido
al creciente número de bajas causadas por la desnutrición y el hambre,
la mayoría de los países cree que la distribución de alimentos no puede
seguir dependiendo del libre juego de la oferta y la demanda, aunque la
ayuda humanitaria de urgencia dispensada por los gobiernos y las ONG -
Programa Mundial de Alimentos (PMA), Unicef, Acción contra el Hambre,
etc.- acuda periódicamente en auxilio de las víctimas y marginados del
mercado.
En abril de 2000, la Comisión de
Derechos Humanos de la ONU encargó a un relator especial la elaboración
de la nueva norma de derecho internacional y la formulación de
propuestas para hacerla efectiva (3). Al derecho a la alimentación, el
Fondo Monetario Internacional (FMI), la Organización Mundial del
Comercio (OMC), el Banco Mundial, el Ministerio de Hacienda
estadounidense y las grandes empresas privadas multinacionales
contraponen lo que se conoce como el Consenso de Washington (4). Éste
tiene cuatro preceptos invariables y universales, aplicables a cualquier
economía en cualquier periodo histórico y en cualquier continente:
privatizaciones, desregulación, estabilidad macroeconómica y recortes
presupuestarios.
El Consenso de Washington es en
realidad un conjunto de pactos entre caballeros elaborados a lo largo de
los años 70 y 80 entre los organismos financieros internacionales y la
Reserva Federal estadounidense, con el objetivo de suprimir de manera
progresiva las medidas reguladoras impuestas por los gobiernos en los
mercados financieros y conseguir, en última instancia, la liberalización
total del mercado (5). Para los funcionarios del FMI, la OMC, el Banco
Mundial y el Ministerio de Hacienda norteamericano, el Consenso de
Washington es la Biblia que determina sus prácticas cotidianas; sus
dogmas de fe son la base del credo monetarista. Para la población del
tercer mundo, las consecuencias de este enfrentamiento entre el derecho a
la alimentación y el Consenso de Washington son catastróficas.
El FMI y el hambre, las pesadillas de Níger
Las
instituciones de Bretton Woods, la OMC y el Ministerio de Hacienda de
los EEUU disponen de unas influencias y un poder financiero
infinitamente superiores a los de la FAO, el PMA, Unicef, la
Organización Mundial de la Salud (OMS) o la Comisión de Derechos Humanos
de la ONU.
Pongamos por caso a Níger, el segundo
país más pobre del mundo según el índice de desarrollo humano del
Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo en el año 2000.
Habitado por algunas de las civilizaciones más maravillosas de la
humanidad (Hausa, Djerma, Tuareg, Fulani ), este país se extiende a lo
largo de 1´2 kilómetros cuadrados. Pero sólo un 3% de su territorio es
cultivable. Tras dos golpes militares en los últimos diez años, sus
instituciones democráticas parecen actualmente consolidadas. Sin embargo
dos plagas azotan el país: el FMI y el déficit alimentario. La cosecha
del año 2000 fue pobre y el déficit de las reservas de mijo supera las
160000 toneladas. El gobierno de M. Hama Amadou está logrando hacer
frente al déficit alimentario a través de insistentes contactos con las
organizaciones internacionales, los gobiernos occidentales y Japón.
Hasta la fecha, nadie ha muerto de hambre. Pero a su vez, el FMI impone a
Níger, cuya deuda externa es superior a 1´6 billones de dólares, un
programa draconiano de ajuste estructural además de una profunda terapia
de privatización y liberalización.
Las amenazas de la privatización
Gracias
a la profesionalidad de sus ganaderos y a la particularidad de su
suelo, rico en sales minerales, Níger posee el ganado vacuno, lanar y de
camellos más famoso de todo el Sahel. Gran parte de sus 20 millones de
reses de todo tipo son exportadas a los sultanatos del norte de Nigeria,
a Bamako (Malí) y a las ciudades de la costa atlántica. Millones de
familias subsisten gracias a la venta de estos animales. No obstante, la
privatización del Departamento Nacional de Veterinaria acarrea graves
consecuencias. Muchos ganaderos ya no pueden pagar los precios
desorbitados que les exigen los comerciantes privados por las vacunas,
las vitaminas y los medicamentos antiparasitarios. Ya no existe el menor
control respecto a la validez de estos productos. Niamey se encuentra a
casi 1000 kilómetros de los puertos atlánticos de Cotonou, Lomé y
Abiyán y los comerciantes venden a menudo vacunas y medicamentos
caducados. Los animales mueren. Las familias se arruinan.
La
privatización desenfrenada también amenaza la Agencia Nacional de
Productos Alimenticios de Níger (ONPVN). La ONPVN tiene una flota de
camiones de altas prestaciones y conductores experimentados. A lo largo
de este inmenso país se esparcen 11000 aldeas y campamentos permanentes,
muchos de ellos de difícil acceso. En épocas de hambruna, la ONPVN les
suministraba semillas y provisiones de emergencia, pero la adquisición
de la flota de camiones por parte de empresas privadas amenaza la
continuidad de estos servicios a partir de ahora. Las empresas privadas
de transportes, como es lógico, operan según criterios de rentabilidad
económica y despiden al conductor que asuma el más mínimo riesgo
atravesando una pista accidentada. Por consiguiente, muchas aldeas han
dejado de recibir suministros.
La esquizofrenia de la ONU
La
OMC prescribe de manera acertada que ningún animal sea exportado de una
región donde exista una epidemia o un foco de infección. Pero con el
férreo régimen del FMI, al cual el gobierno de Níger se encuentra
totalmente subyugado, ya no hay ningún laboratorio central digno de ese
nombre que facilite certificados de no contaminación a los ganaderos.
Los animales se venden a comerciantes de Nigeria, Benín y Malí en el
mercado semanal de Belayara y esos comerciantes se aprovechan hábilmente
de la falta de certificados para abaratar los precios de venta en el
mercado.
Lo que está pasando en Níger también
sucede, con algunas variaciones, en Guinea-Conakry, Mauritania, el Chad y
en cualquier lugar del inmenso tercer mundo. Los programas de ajuste
estructural impuestos por el FMI repercuten negativamente en las
condiciones nutricionales y sociales de la mayoría de estos países.
Oxfam, la célebre ONG inglesa, analizó el programa impuesto en Zambia a
principios de los años 90 y concluyó que el producto interior bruto del
país no había crecido desde 1991, la economía no se había estabilizado,
la renta per capita había disminuido y que, en la actualidad, el 70% de
la población vive en la extrema pobreza (6).
En
cuanto a progreso se refiere, la ONU vive en plena esquizofrenia. Los
meses de verano, en el Palacio de las Naciones de Ginebra, se reúne el
Consejo Económico y Social (Ecosoc), que supuestamente debería velar por
la coherencia y coordinación de todos los programas de ayuda e
inversión de las distintas agencias. En la reunión participan todos los
directores y directoras de las organizaciones especializadas, los
"programas", los fondos y las agencias de la ONU. Pero el FMI y el Banco
Mundial, que forman parte de la ONU (no la OMC), hacen frente común a
favor de un funcionamiento más eficaz y libre posible del mercado
financiero, recusando en la práctica el derecho a la alimentación.
Frustran constantemente los pequeños avances en materia de desarrollo
humano logrados por la Unicef, la FAO, el PMA, la OMS y otras agencias
en los países del hemisferio sur.
El "Pacto Global" de Kofi Annan
¿Debemos
denunciar, como hacen muchos autores, entre ellos Joseph Stiglitz,
ganador del Premio Nobel de 2001 y antiguo vicepresidente del Banco
Mundial (7), la ausencia de dirección política de la ONU? Nada más lejos
de la realidad. Con coraje y determinación, el Secretario General, Kofi
Annan, hace todo lo que está a su alcance. Pero ¿cómo se puede competir
con el poder conjunto de las oligarquías financieras multinacionales y
sus mercenarios de las instituciones de Bretton Woods y la OMC? Annan es
un ferviente defensor del derecho a la alimentación, pero no hay
esperanzas de que pueda reformar el Banco Mundial y el FMI, enfrentarse a
la OMC o meter en razón al Ministro de Hacienda estadounidense.
Por
ese motivo decidió dirigirse directamente a los grandes empresarios
mundiales con la propuesta de que firmaran un Pacto Global con la ONU.
Annan presentó esta idea por primera vez en el Foro Económico Mundial
celebrado en Davos el 31 de enero de 1999. El Foro es una reunión anual
entre los dirigentes de las 1000 compañías multinacionales más
poderosas. Para ser admitido en el "Club de los 1000," su nombre
oficial, hay que dirigir un imperio bancario, industrial o de servicios
que facture al año más de un billón de dólares. El Pacto Global cuenta
con nueve principios; en el documento oficial, establecido por los
servicios del Secretariado General, se explica cada uno de estos
principios, que incluyen la protección del medio ambiente, del empleo y
de las libertades públicas, la justicia social, las relaciones
norte-sur, etc.
La lucha por una nueva sociedad civil
En
el refugio del congreso, situado en el centro de la pequeña ciudad
helvética, en aquel helado mes de enero, Kofi Annan pidió a los amos del
mundo que adoptasen y aplicasen los principios del Pacto Global en sus
actividades cotidianas y que apoyasen su implementación por parte de las
autoridades públicas y los gobiernos.
Con su
discurso, Kofi Annan pidió al zorro que vigilara el gallinero. ¡A los
magnates allí presentes les encantó! Se pusieron en pie para ovacionar
al Secretario General y su Pacto durante varios minutos. Y no sin
motivo. Cada empresa firmante obtiene el derecho a exhibir el logo
blanquiazul de la ONU en todos sus folletos, documentos, envíos
publicitarios, etc. Una mina de oro en términos de relaciones públicas y
marketing. Entre los signatarios figuran las principales empresas
multinacionales de la alimentación. Ni el Secretario General de la ONU
ni ninguna otra persona ejerce el menor control sobre la aplicación
práctica del Pacto Global por parte de estas empresas.
¿Cómo
acabará la batalla entre el derecho a la alimentación y el Consenso de
Washington? Nadie lo sabe. Pero la movilización de una nueva sociedad
global y su implicación en la batalla será decisiva.
JEAN
ZIEGLER: Escritor, profesor de la Universidad de Ginebra, relator
especial de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, autor de El hambre en el mundo explicada a mi hijo, Seuil, Paris, 2000
(1) Josué de Castro, Geopolítica del hambre, Barcelona, Guadarrama, 1975.
(2)
Observación general nº 12 sobre el Artículo 11 del Pacto Internacional
de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, documento de la ONU
HRI/GEN/1/Rev. 5, 26 de abril de 2001.
(3) Resolución nº 2000/10 del 17 de abril de 2000, 52ª reunión de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, Ginebra, 2000.
(4) Moisés Naim, "Una camisa de fuerza para los países pobres," en Le Monde Diplomatique, marzo de 2000..
(5)
Para una interpretación crítica del Consenso de Washington, véase "A la
recherche d´alternatives ? Un autre monde est-il possible?", Alternatives Sud, vol VIII, 2001, No 2, Centre tricontinental, Université de Louvain-la Neuve, L´Harmattan, París, 2001.
(6) Oxfam, Liberalisation and poverty. An Oxfam research project, Londres, 2000. Apéndice B: Zambia.
(7) Joseph Stiglitz, en New Republic, Nueva York, 4 de junio de 2000.
Traducción: Daniel Sánchez Fuster
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