Paola Mosso Cárdenas / La Nación
Siete fotógrafos nacionales liberan de las cenizas al joven que en 1986 volvió a Chile desde el exilio a reencontrarse con su país y que dos meses después fue quemado por la fuerza militar. Fotógrafos de la AFI también recuerdan su valor.
“En mayo Rodrigo se fue a Chile buscando sus raíces y en su joven esperanza iba seguro de que la muerte no existía”. El recuerdo de una madre que perdió a un hijo se plasmó en la carta. Desde Washington, Verónica De Negri envió la misiva el 18 de julio de 1986 hasta las manos de quienes fueron compañeros de armas de su hijo en Chile. Metralletas con negativos como balas e imágenes como explosiones. La Asociación de Fotógrafos Independientes (AFI) acogió a Rodrigo Rojas De Negri durante su estadía en Chile, hasta que una abrupta muerte truncó su vida: su cuerpo quemado en vida apareció consumido como una fotografía al fuego.
La madrugada del 2 de julio, día de paro nacional, el joven de 19 años, junto a Carmen Gloria Quintana y otros estudiantes de la Universidad de Santiago de Chile, se encontraban junto a pobladores de Estación Central, fotografiando y armando barricadas y fogatas.
En medio de la manifestación, Carmen cayó al suelo y el fotógrafo la ayudó a pararse, según contó su madre. En ese momento, fueron arrestados por efectivos de una patrulla militar. Uno de los oficiales llevaba en sus manos gasolina y elementos incendiarios abandonados por los jóvenes pasos atrás. Luego fueron rociados y encendidos por los uniformados. Después de apagarles el fuego con frazadas, los militares los abandonaron lejos de donde fueron detenidos, en Quilicura. Luego fueron trasladados al SAPU Nº 1 de la misma comuna, que desde el año pasado lleva el nombre del joven como homenaje. Cuatro días después, Rodrigo Rojas De Negri murió en la Posta Central. Carmen, después de una serie de operaciones, sobrevivió y hoy vive en Canadá.
“En el rostro de nuestra juventud vive mi hijo… En el espíritu unitario de los chilenos luchando por la justicia, vive mi hijo… En este tiempo encendido de esperanzas vive mi hijo… En el canto humano de los muros de Santiago vive mi hijo… esos muros gritan: ‘Pueden cortar las flores, pero no podrán impedir la llegada de la primavera’. Por último, en la solidaridad de todos ustedes, vive mi hijo”, culmina la carta de Verónica.
Desde el próximo jueves, seis de esos rostros jóvenes revivirán a Rodrigo en una muestra crítica en el Centro Cultural Estación Mapocho que busca devolver a la luz a quien llegó a Chile en búsqueda de su identidad y memoria. Antonia Cruz, Nicolás Wormull, Manuel Morales, Fabián España, Miguel Navarro, Sebastián Sepúlveda y Cristóbal Traslaviña escudriñarán con el lente de la fotografía documental en la amnesia de la sociedad.
“Hablar de Rodrigo Rojas De Negri es hablar de los derechos humanos, es súper importante desde su juventud y su trabajo fotográfico rescatarlo como un sujeto de violación de derechos humanos. Si uno puede proponer una visión crítica, en especial considerando el gobierno en que estamos, hay que hacerlo y el caso de Rodrigo es emblemático”, reflexiona Montserrat Rojas Corradi, curadora de la exposición que cuenta con un conjunto de imágenes de creadores que fueron nominados al Premio Rodrigo Rojas De Negri, creado el 2006 por la comunidad fotográfica y el Consejo Nacional de la Cultura para incentivar a los profesionales emergentes.
“Traía a la revista Apsi una cámara de Marcelo para regalarla a un taller de fotografía de La Victoria que hacía el ‘Chino’ (Héctor) López. Esa fue la primera vez que lo vi”, recuerda Álvaro Hoppe, uno de los cercanos a Rodrigo en su estadía de dos meses en Chile y autor de una de las últimas -y pocas- fotos de Rojas. “Para mí es una foto bien especial. Cuando la veo, recuerdo una época muy dolorosa, me produce mucha pena, mucho dolor”, evoca sobre la imagen rescatada en el patio de la revista Apsi.
“Álvaro, ¿y yo podré tomar una foto?”, le dijo una vez en un viaje en Metro hacia La Moneda apuntando a unos jóvenes carabineros que compartían el vagón con ellos. El profesional, que ha trabajado en diversos medios nacionales como la revista Mensaje, La Bicicleta, Rocinante y el diario La Nación, le aconsejó que mejor guardara su cámara. “Entonces él se acercó, conversó con ellos y les sacó una foto. Así era el espíritu de Rodrigo, inquieto, despierto, libertario, profundamente humanista y, en este caso, humanizador”, explica Hoppe, quien participaba activamente de la AFI, organización gremial que nació en la dictadura con el fin principal de protegerse de la represión militar.
Su hermano, Alejandro Hoppe, describe a Rojas De Negri como “una persona muy especial, con un aura muy limpia. Tenía un punto de vista más bien ingenuo en su fotografía, una mirada sencilla. Estaba explorando las calles de Santiago, viendo su país, viviendo lo que estaba sucediendo en búsqueda de su identidad. Cuando lo asesinaron él estaba fotografiando”, cuenta enfatizando en la última palabra quien, sin saberlo, capturó los rastros de la agresión a Rojas De Negri. Caminando con un grupo de la AFI por la calle General Velásquez, rodeados de neumáticos encendidos, las calles cortadas y barricadas al fuego, se acercaron vecinos y les contaron del arresto y lo que ocurrió posteriormente. Dos vestigios de ropa quemada fueron registrados por su lente.
“Fue un golpe para nosotros, porque dentro de todo siempre preveíamos el riesgo. De hecho, ya habían casos de detenciones y apaleos. Pero al grado al que se llegó fue súper impactante. Muchos quedaron con sentimientos de culpa, de que no lo cuidaron (…) Nos sentíamos completamente responsables de lo que había pasado. Todavía nos duele. Le pasó lo que nos podría haber pasado a cualquiera de nosotros y que aún podía pasar”, relata Pepe Moreno, miembro fundacional de la desaparecida AFI, mientras narra el multitudinario funeral del joven, una de las primeras manifestaciones masivas de la época, que dentro de sus fieles contó con el periodista José Carrasco Tapia, asesinado dos meses después.
“Es un fotógrafo súper emblemático de los ochenta, pero en general la generación actual no sabe quién es. Es importante hacerlo visible, por como fue asesinado y por su búsqueda de capturar a Chile en el tiempo de la dictadura. La idea es generar un diálogo con gente que está politizada pero en otro sentido, no necesariamente en la lucha o resistencia en la calle sino que son críticas desde otro punto de vista”, explica Rojas Corradi que, junto a un jurado integrado por Leonora Vicuña, José Pablo Concha, Héctor López y Samuel Salgado, entre otros, eligió a los expositores.
Para Nicolás Wormull, fotógrafo que integra la muestra con imágenes en blanco y negro desde una cámara análoga, con la que retrató el ahogo de las familias de los mineros en San José durante el período del rescate, la vida de Rodrigo “representa la libertad de expresión. Su espíritu revolucionario y hambriento dejó una huella que de cierta forma se desvanece en los jóvenes de hoy. Me impresiona el hambre que tenía de creer, sinceramente, que el mundo y en este caso nuestro país podía ser mejor y que para eso había que trabajar, lo que implica tomar riesgos (…) Me cuesta mucho desligarme de lo que me rodea, surge siempre una necesidad de mi parte de contar, de relatar y para eso hay que entrar y tomar los riesgos necesarios. Cuando hablo de riesgos no me refiero a arriesgar la vida, ni de exponerse a situaciones bélicas. Sino al riesgo de creer y a atreverse a perseguirlo”, explica.
“Rodrigo representa lo mejor. Lo puro en el contexto de la fotografía. De no perder la capacidad de asombro, de mirar lo que no todo el mundo mira. Atreverse a fotografiar, tal vez con cierta ingenuidad pero él se atrevió. La generación actual también se atreve a tocar temas sensibles que se salen de lo común que uno observa en el bombardeo actual de imágenes. Están buscando, están explorando y Rodrigo también estaba en eso metiéndose entre las botas de los milicos”, reflexiona Alejandro Hoppe. Su hermano Álvaro complementa: “El espíritu de él revive mostrando el punto corrido de la media. Mostrar esa sociedad que es aparente, que la rasguñái más y es de cartón”.
Domingo 21 de noviembre de 2010 | LND Cultura
La imagen de Álvaro Hoppe, junto a la de su hermano, se exhibirá en la muestra del Centro Cultural Estación Mapocho que comienza este jueves en la Sala Joaquín Edwards Bello.
La madrugada del 2 de julio, día de paro nacional, el joven de 19 años, junto a Carmen Gloria Quintana y otros estudiantes de la Universidad de Santiago de Chile, se encontraban junto a pobladores de Estación Central, fotografiando y armando barricadas y fogatas.
En medio de la manifestación, Carmen cayó al suelo y el fotógrafo la ayudó a pararse, según contó su madre. En ese momento, fueron arrestados por efectivos de una patrulla militar. Uno de los oficiales llevaba en sus manos gasolina y elementos incendiarios abandonados por los jóvenes pasos atrás. Luego fueron rociados y encendidos por los uniformados. Después de apagarles el fuego con frazadas, los militares los abandonaron lejos de donde fueron detenidos, en Quilicura. Luego fueron trasladados al SAPU Nº 1 de la misma comuna, que desde el año pasado lleva el nombre del joven como homenaje. Cuatro días después, Rodrigo Rojas De Negri murió en la Posta Central. Carmen, después de una serie de operaciones, sobrevivió y hoy vive en Canadá.
Los jóvenes carabineros se enmarcan en una de las fotos de Rodrigo, quien centraba su mirada en conflictos sociales y situaciones cotidianas que lo rodeaban. |
Desde el próximo jueves, seis de esos rostros jóvenes revivirán a Rodrigo en una muestra crítica en el Centro Cultural Estación Mapocho que busca devolver a la luz a quien llegó a Chile en búsqueda de su identidad y memoria. Antonia Cruz, Nicolás Wormull, Manuel Morales, Fabián España, Miguel Navarro, Sebastián Sepúlveda y Cristóbal Traslaviña escudriñarán con el lente de la fotografía documental en la amnesia de la sociedad.
“Hablar de Rodrigo Rojas De Negri es hablar de los derechos humanos, es súper importante desde su juventud y su trabajo fotográfico rescatarlo como un sujeto de violación de derechos humanos. Si uno puede proponer una visión crítica, en especial considerando el gobierno en que estamos, hay que hacerlo y el caso de Rodrigo es emblemático”, reflexiona Montserrat Rojas Corradi, curadora de la exposición que cuenta con un conjunto de imágenes de creadores que fueron nominados al Premio Rodrigo Rojas De Negri, creado el 2006 por la comunidad fotográfica y el Consejo Nacional de la Cultura para incentivar a los profesionales emergentes.
CULPA Y DOLOR
Observador, tímido, cariñoso, silencioso e inquieto socialmente. Con un español “agringado”, quien fue discípulo del fotógrafo chileno radicado en Estados Unidos, Marcelo Montecino, llegó a Chile acompañado de una cámara y un bagaje familiar: su madre fue exiliada, detenida por más de un año en Tres Álamos, y él tuvo que abandonar el país a punto de cumplir los diez.“Traía a la revista Apsi una cámara de Marcelo para regalarla a un taller de fotografía de La Victoria que hacía el ‘Chino’ (Héctor) López. Esa fue la primera vez que lo vi”, recuerda Álvaro Hoppe, uno de los cercanos a Rodrigo en su estadía de dos meses en Chile y autor de una de las últimas -y pocas- fotos de Rojas. “Para mí es una foto bien especial. Cuando la veo, recuerdo una época muy dolorosa, me produce mucha pena, mucho dolor”, evoca sobre la imagen rescatada en el patio de la revista Apsi.
“Álvaro, ¿y yo podré tomar una foto?”, le dijo una vez en un viaje en Metro hacia La Moneda apuntando a unos jóvenes carabineros que compartían el vagón con ellos. El profesional, que ha trabajado en diversos medios nacionales como la revista Mensaje, La Bicicleta, Rocinante y el diario La Nación, le aconsejó que mejor guardara su cámara. “Entonces él se acercó, conversó con ellos y les sacó una foto. Así era el espíritu de Rodrigo, inquieto, despierto, libertario, profundamente humanista y, en este caso, humanizador”, explica Hoppe, quien participaba activamente de la AFI, organización gremial que nació en la dictadura con el fin principal de protegerse de la represión militar.
Los vestigios de Rojas y Quintana fueron retratados por Alejandro Hoppe sin saber que se trataba de ellos. |
“Fue un golpe para nosotros, porque dentro de todo siempre preveíamos el riesgo. De hecho, ya habían casos de detenciones y apaleos. Pero al grado al que se llegó fue súper impactante. Muchos quedaron con sentimientos de culpa, de que no lo cuidaron (…) Nos sentíamos completamente responsables de lo que había pasado. Todavía nos duele. Le pasó lo que nos podría haber pasado a cualquiera de nosotros y que aún podía pasar”, relata Pepe Moreno, miembro fundacional de la desaparecida AFI, mientras narra el multitudinario funeral del joven, una de las primeras manifestaciones masivas de la época, que dentro de sus fieles contó con el periodista José Carrasco Tapia, asesinado dos meses después.
EL PUNTO CORRIDO DE LA MEDIA
Estereotipos femeninos (Antonia Cruz), los tabúes sexuales (Cristóbal Traslaviña), imitadores de famosos (Sebastián Sepúlveda), el sueño (Manuel Morales), un barrio desde adentro (Miguel Navarro), los territorios familiares (Fabián España, ganador del Premio Rodrigo Rojas De Negri 2009) y los rostros de los familiares de los mineros de San José (Nicolás Wormull) son las temáticas que exploran los jóvenes que alguna vez fueron nominados al premio y que revisitan al autor.El multitudinario funeral de Rojas De Negri también fue reprimido por las Fuerzas Especiales de Carabineros, quienes intentaron impedir que se enterrara el cuerpo. Foto: Helen Hughes. |
Para Nicolás Wormull, fotógrafo que integra la muestra con imágenes en blanco y negro desde una cámara análoga, con la que retrató el ahogo de las familias de los mineros en San José durante el período del rescate, la vida de Rodrigo “representa la libertad de expresión. Su espíritu revolucionario y hambriento dejó una huella que de cierta forma se desvanece en los jóvenes de hoy. Me impresiona el hambre que tenía de creer, sinceramente, que el mundo y en este caso nuestro país podía ser mejor y que para eso había que trabajar, lo que implica tomar riesgos (…) Me cuesta mucho desligarme de lo que me rodea, surge siempre una necesidad de mi parte de contar, de relatar y para eso hay que entrar y tomar los riesgos necesarios. Cuando hablo de riesgos no me refiero a arriesgar la vida, ni de exponerse a situaciones bélicas. Sino al riesgo de creer y a atreverse a perseguirlo”, explica.
“Rodrigo representa lo mejor. Lo puro en el contexto de la fotografía. De no perder la capacidad de asombro, de mirar lo que no todo el mundo mira. Atreverse a fotografiar, tal vez con cierta ingenuidad pero él se atrevió. La generación actual también se atreve a tocar temas sensibles que se salen de lo común que uno observa en el bombardeo actual de imágenes. Están buscando, están explorando y Rodrigo también estaba en eso metiéndose entre las botas de los milicos”, reflexiona Alejandro Hoppe. Su hermano Álvaro complementa: “El espíritu de él revive mostrando el punto corrido de la media. Mostrar esa sociedad que es aparente, que la rasguñái más y es de cartón”.
Desde su muerte se realizan homenajes en su nombre. Uno de ellos es el premio que entrega la comunidad fotográfica y el CNCA desde el
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